tag:blogger.com,1999:blog-10082876568620258762024-03-13T13:21:42.415-04:00AndThereIsNoTimeToThinkLuna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.comBlogger61125tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-53139983893321144872012-12-17T07:51:00.003-05:002012-12-18T03:11:29.438-05:00TIME IS A JET PLANE... IT MOVES TOO FASTRegreso después de tres meses de ausencia. Me quema bajo los pies el suelo que piso. De vuelta, giro la llave y entro en casa. No escribo, sé que no escribo. No escribo pero el tiempo sí se mueve -no pasa: se mueve- rápido, tan rápido como los aviones. Si no pasa nada, el tiempo no pasa. O sea, no se mueve. El tiempo se mueve, se acelera cuando suceden cosas. Porque el tiempo siempre ha sido un aliado estratégico. El tiempo se acelera, se mueve rápido en la historia: las cosas cambian, sucede la revolución. No, no escribo desde el mes de julio porque nada había cambiado. Ni aquí ni en ninguna otra parte (es el tiempo, hoy todo en crisis, el que está en crisis y ha cambiado: cambia la percepción, el uso y la explotación del tiempo. Como el trabajo. Hoy ya el tiempo no es un camino hacia el progreso, sino al crecimiento del beneficio. El tiempo es circular. Y el trabajo no es un derecho, sino una concesión. Todo parece llevar de regreso a la Edad Media). Aún así, el tiempo se ha movido para mí. Yo con él.<br />
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En agosto la ciudad se desdibujaba en mañanas grises y bochorno abúlico. Turistas -y no viajeros- que creen llegar a un edén que sólo es selva de puertas cerradas, asfalto deshabitado de vida y largas colas en los museos. Me quedé aquí para huir después.</div>
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En septiembre, casi antes de que otras ciudades europeas ardieran en protestas y violencia, me engaño a mí misma camino de Nepal. Seis pares de bragas, seis camisetas, tres pantalones, jabón y el cepillo de dientes en la mochila. No tener nada parece sencillo. Monjes burdeos y azafrán a quienes sólo les pertenece su ropa interior, ciudades apéndice de monasterios donde todo es de todos porque nadie tiene nada. Pobreza de arroz y harina, de agua y verduras. Traduzco palabras al inglés a un lama y sus discípulos en el monasterio de Khawalung. No sé por qué necesitan aprender inglés estos pequeños budillas de cráneo rasurado que no conocen ninguna carnalidad y que se debaten -mientras memorizan textos y dibujan caligrafía tibetana- en miradas aparentemente tímidas entre no ser y trascender espiritualmente -nirvana sin música- junto al regazo de un profeta de la luz escapando de aquellos eriales nada hermosos, sólo extrañamente lunares. Diferentes. Allí aprendo a dejar de pertenecerme a mí misma. Y de fumar.</div>
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Cierro la puerta tras de mí cuando diciembre languidece helando y anocheciendo las calles de París. Otra vez rutina hecha de ceniza. <em>¿Cuántas veces respondiste cuando necesité tu ayuda? Me diste la llave de tu puerta y un plano para alcanzarla. Pero ahora la playa desierta y los restos del naufragio mienten sobre la arena de nuestros días pasados</em>, escrito en una nota bajo la puerta. Ahora tus ojos no reconocen el camino trazado por tus dedos. ¿Regresas? </div>
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Desvelada, velo en penumbra hasta descubrir que la vigilia es sueño. Sueño despierta. Y el sueño es una realidad confundida de presente y viejos ayeres. No me gusta. Nada. Tan confundida, recuesto la cabeza. Cierro los ojos. Respiro hondo. Me desdibujo, desmadejada, con la nota entre los dedos.</div>
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Ella era ciega y ahora no. Reina entre las sombras, ha vapuleado a la oscuridad. ¡Para qué la oscuridad si no es el fondo de los sueños! La quería, la quise ayer y ahora no. Antes veía mis ojos con sus dedos, ahora los mira y los ve –ay, la medicina!- y no está segura de que lo que ve le guste. Era salvaje. Ciega y salvaje. Derrotada su alma en el suelo mientras su cuerpo seguía aún sudando entre mis brazos. Y mis ojos eran su lazarillo y su retrato hablado. Ella sólo ponía las lágrimas, que yo no tengo, sobre mi vientre. Ahora rodeo con los brazos a su hija. Y la adopto. Este bebé. Desde que hace unos días vi <em>Cesare deve morire</em> me da vueltas en la cabeza una frase de la película: <em>desde que he conocido el arte esta celda se ha convertido en una prisión</em>. El arte, la vida. Qué más da. Esta vida me empuja en dirección desconocida. Laura se marcha dejando esta pequeña criatura, con mi nombre. Conmigo. Vuela, ahora que puedes ver el cielo...</div>
<br />Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com21Paris50.736455137010665 4.218758.8499751370106665 -78.3984375 90 86.8359375tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-9793651103747478822012-07-04T15:03:00.000-04:002012-07-24T05:20:26.434-04:00Every angel is terrifying (y yo me perdí en la selva)<br />
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<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="mso-ansi-language: ES; mso-fareast-language: ES;"></span></b><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 10pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-fareast-language: ES;"></span></b></div>
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<span style="mso-ansi-language: ES; mso-fareast-language: ES;">Bañera. Azulejos blancos y luz anaranjada atravesando los toldos y colándose por los ventanales del atardecer. Al cerrar los ojos recuerdo (me viene solo a la cabeza) el sol atravesando las celosías blancas y proyectándose en las paredes encaladas del baño en la casa del DF. Era niña. Ahora no. La tina tibia de loza con relieves celestes de formas vegetales, la claraboya translúcida del techo, el biombo lacado azul egeo y el silencio hueco de las gotas resbalando desde el grifo hasta (reventar en) el agua.</span></div>
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<span style="mso-ansi-language: ES; mso-fareast-language: ES;"><i>Ei, niña! Shhhh...</i> y aparecía su rostro en el umbral, detrás su cuerpo desnudo ya blando del tiempo, tan blanco, y compartiamos noches de bañera, palabras, pasado, a veces lágrimas, y yo le hablaba de ellas. <i>Shhh...</i> -otra vez-, <i>que nada de esto saldrá de aquí</i>. Ella podía leer la ansiedad en mis ojos mientras yo miraba deslumbrada los botones rojos de coral en sus orejas, y alternando cuentas de azabache en el cuello.</span></div>
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<span style="mso-ansi-language: ES; mso-fareast-language: ES;">Apuro el porro. Escucho hasta con los ojos y la boca y me parece oirla. Parece que fuera a abrir la puerta del baño del hotel y entrar. Miro como, sobre el perfil de la ciudad calcinada por el sol, se eleva el aire ondulante que hierve la caldera bajo las galerías subterráneas de Madrid. Ahí abajo no hay un lago de hielo, sino un pozo oscuro de llamas, estado de pérdida: <i>seres más desafortunados que cualesquiera otros miserables</i>, y allí la bestia y el falso profeta. Me veo en perspectiva, bajo el agua, desde las tetas hasta los pies, el pubis como una isla, veo mi cuerpo deformado por la lente que me sumerge y trato de alcanzar el final de la bañera. Fuera, una gran plaza pavimentada y sin árboles. No me apetece salir a pesar de la fiesta. Sólo recordarla.</span></div>
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<span style="mso-ansi-language: ES; mso-fareast-language: ES;">La Sra. Garavelli... Mi abuela sólo salió de Europa dos veces: una, en vida, camino de México tras la guerra. Otra, ya muerta, para su sepultura en el cementerio del Monte de los Olivos, Jerusalem. El resto de su vida fue inexplicable para mí hasta que una tarde empezó a desgranarme a retazos parte de su pasado escrito en un cuaderno de partituras musicales como una melodía. Se reclinaba suave sobre su abdomen y se abría camino en el aire con ceremoniosos movimientos de brazos y manos entre su fe y los pensamientos oscuros. Solo conocía y practicaba dos vicios: fumar con cierta ceremonia -fumaba mucho, con sus manos de dedos finos, oblicuas y caídas- y bebía whisky con té. Uno tercero fue, y es ya, innombrable para ella. Sólo temía una cosa: la caida de una realidad fisica, la suya. Sabía que el tiempo la hacía consciente de su propia mortalidad; intima, arropada en el calor de los años, miraba el pasado en papel sepia y dormía, recostada en su hamaca con dosel, envuelta en sedas. Con la certidumbre del miedo al final: el sentimiento nostálgico de brevedad del sol tan lejos ya de las frías tierras maternas de su infancia desnuda.</span></div>
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<span style="mso-ansi-language: ES; mso-fareast-language: ES;">La señora Garavelli: ¿de dónde sales ahora en mi mente? De dónde tu cuerpo esbelto, mórbido, pálido y frío de tímida rusa imperial del siglo XIX. Mi rostro la interrogaba, mis ojos la escrutaban y, sólo entonces, comenzaba a contarme –me desconcertaba su sinceridad-, lentamente, con su suave pronunciación francesa, leve y casi incorpórea, recostada su espalda contra la pared de la bañera: <i>vi la luz en 1917, casi como la Revolución, sobre la plataforma de un vagón de tren camino de la estación de Kursk, Moscú, atendida por un anciano ciudadano-revisor y con el melancólico sonido de fondo de un acordeón y el olor ahumado del té de los samovares del vagón-restaurante, pero mi infancia discurrió en la templada Yalta, al sur de la península de Crimea. Mi abuelo murió en un lecho ajeno pero arropado: entre los brazos de una geisha. Era desertor de la flota báltica del almirante Alekseyev, un incompetente. Harto de comer carne con gusanos, harto de las sistemáticas violaciones de los oficiales..., camino del ferrocarril meridional de manchuria, desesperado, sumido, perdido buscando en aquella dulce y gris guerra ruso-japonesa que puso al borde del colapso la estrategia de los zares en 1904. Y mi padre poco tiempo después de nacer yo: murió, sin armas entre las manos, a causa de un disparo fortuito que nunca supimos si rojo o blanco: trataba de encontrar amabilidad, justicia, honor, caridad, sexo en aquellas nuevas ideas ya pensadas hace tanto tiempo y hechas al fin realidad. Y conservo un recuerdo borroso de la primera persona que vi conviviendo junto a mi madre, a quién amé de igual modo y con las mismas maneras que ella lo hacía: me enseñó a hablar su lengua materna, el francés, y la convenció para que me dejara pasear desnuda y con la cabeza descubierta por la dacha en los tibios veranos de Yalta... La casa de mi madre tenía las puertas siempre abiertas a la gente más brillante y heterogénea, y en ella, con ella, compartí sus visitas más íntimas de entonces: no pasaba un día sin que yo... me sintiera alagada en mi belleza por el especial cariño que me profesaban, cediendo a sus inclinaciones más espontaneas y variadas, incluso sin que mi madre tuviera conocimiento de ello</i>. Estudiante en Moscú y Novgorod. Exiliada en Milán, pasados los primeros momentos difíciles, construyó un pequeño hogar en el que quiso instalar a su madre Arsenieva, sola en Rusia -siempre habló de Rusia, nunca de otra cosa-, y a la que debe su mundo como mujer: su irrupción en la carne. El polvo de arroz sobre el rostro limpio de artificios excepto el carmín muy rojo. <i>Rojo como el de las banderas rojas de aquellos jóvenes contemporáneos que soñaron el futuro de mi juventud</i>". </span></div>
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<span style="mso-ansi-language: ES; mso-fareast-language: ES;">Sus senos de marmol blanco y bellos como de una venus de milo apocrifa, el cabello recogido sobre la nuca despejada que mostraba, desnudo, su fino cuello, frágil y sensible; y su cuerpo terso y amplio, su vientre blando pero liso, aún como de la joven matriarca inexperta de su ya lejana edad temprana, se estremecía con sus palabras... Desde lejos tal vez hubiera captado mejor yo esta belleza. La mía es otra. Me sumerjo mientras me corro. Me meto en la cama, empapada. </span><span lang="EN-US" style="mso-ansi-language: EN-US; mso-fareast-language: ES;">Dejo pasar los días.</span><span lang="EN-US" style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 10pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: EN-US; mso-fareast-language: ES;"></span></div>
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<br /></div>Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com19tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-75814246526135703292012-05-07T07:33:00.000-04:002012-05-07T07:36:01.953-04:00Un simple détour du destinAnoche me acosté con Carla. No, no con la mujer del perdedor. Me acosté con Carla Princen, una colaboradora de su oficina electoral, triste y desconsolada tras la derrota. Poco después de las 20:00 recibía un whatsapp suyo: <em>les rouges triomphent! </em>Letra más o menos, es el mismo titular de las páginas del diario para el que trabajo. <em>Me siento como apuñalada</em>, parecía decir. Conocí a Carla hace una docena de días: me llamó para colaborar en unas infografías electorales antes del <em>débat</em> Holande-Sarkozy. Caprichos del azar. <br />
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Invitó ella. Por eso comimos en Le Zyriab aquel mediodía de sol huidizo y cobarde. Yo no tengo pasta para gastar en una una comida así. En realidad, aprovecha para contarme su propia historia. De momento la historia de un fracaso. Carla es de origen sefardí <em>pieds-noirs</em>, familia pequeño-burguesa venida a más de regreso a Francia. Pero su biografía personal se escribe en la pizarra semivacía de novicia caprichosa y mohín triste. Sentada frente a ella, primero miro a mi alrededor incómoda como si alguien me observara y, luego, paso la yema de mi pulgar derecho sobre la huella de cada uno de mis otros dedos. Es un gesto de impaciencia que hago cuando el silencio dura demasiado. No es guapa y es tímida. Lleva zapatos louboutin de terciopelo azul y el casco de su moto a juego. Tartamudea un poco al hablar, pero mira muy fijo a los ojos. Verdes. Monta a caballo y compite: con el caballo y también sola. Ambas cosas con poco éxito -qué palabra-. Vive entre el distrito XVI y XVII -no son los <em>banlieu</em> que Kassovitz relató en <em>La Haine</em> y ardieron en 2005, ni el fronterizo <em>Goutte d'Or</em>-: allí donde tranquilizan la conciencia ex bienpensantes, ex progresistas y ex intelectuales simplificando una verdad inexistente para poder dormir sin más dosis de la precisa de ansiolíticos y relajantes musculares. Trabajaba, Carla, ayudando a explicar a Sarko que se puede privatizar la realidad: contar lo que sucede de modo que no se reconozca. Reformatear las conciencias. Cambiar los valores. Hacer clientes de la ciudadanía. Dejar en el imaginario colectivo la idea de que cualquier reivindicación -social- es reaccionaria. Una patriota. Visto lo visto, los ciudadanos al final lo son y no son tan tontos. <br />
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Lo de anoche en la <em>Bastille</em> fue una concesión a la dignidad de 1981. Un relámpago sobre la cabeza del canciller alemán -en realidad Merkel es un hombre con tetas, no una mujer-. La campaña de las presidenciales comenzó con el alma blanda de Hollande aplastada en las encuestas por el proxeneta DSK y por un Sarkozy alzado del suelo primero por una apoteosis de balas, más tarde en plenitud de escenografía fascista con la <em>Tour Eiffel</em> al fondo, como Hitler tomando París. No. No hace falta bajar del cielo para hacer de la tierra el cielo, sino al revés. Carla lleva bragas de La Perla color azul eléctrico. O, lo que es lo mismo, su Kawasaki Ninja ZX-12R es del mismo color que sus bragas: el <em>bleu</em> del <em>drapeau tricolore</em>, azul del fondo electoral de Nicolas, panton <em>reflex blue</em>. Como su casco y sus zapatos. Ayer Hollande aparecía triunfal y apocado: como pidiendo perdón con los ojos a su ex, Ségolène. Sarkozy, <em>Bonaparte</em> del siglo XXI, relataba su amor -odio en los ojos- a la clase media francesa que le ha traicionado por su traición llena de palabras lepenistas. <em>Siempre ganan los otros</em>, pienso mientras subo a un taxi camino de avenue Foch, donde vive Carla. Ganan los otros, da igual dónde. En Marruecos ganan los otros a pesar de que anuncian democracia; como en Rusia ganan los otros. Aquí, en Francia, hay casi un 20 % de otros. En España gobiernan <em>los mismos otros</em> vestidos de demócratas. Vichy o Franco, da igual. Soberanía popular secuestrada, súbditos devenidos en bonzos, vidas marcadas a fuego por una aritmética financiera impúdica que obliga a encontrar el alimento en los cubos de la basura. Los intelectuales no es que no existan, o sí: es que reaccionan en lugar de anticiparse, pensamiento párvulo. Espectáculo infantil, incluso aquí donde nacieron. Somos pollos sin cabeza. <br />
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El hall de entrada en casa de Carla es más grande que todo mi apartamento. Todo es hermosamente frío y distante: un hogar administrativo más que burgués. Estancias amplias, cómodas, cálidas, confortables se abren a través de dobles puertas y una amplia escalera conduce a la planta superior. Asciendo detrás de Carla sin ver a nadie más. El color azul de los zapatos y del casco se repite en las paredes de su cuarto y, poco después, en su sujetador. Pienso sin fijarme demasiado al retirar sus bragas: <em>un hermoso pubis desnudo casi infantil</em>. Inmediatamente me corrijo: <em>¡¡es un coño, Luna!! Te estás dejando invadir por el ambiente... </em>Ella llora su derrota sobre mi vientre mientras yo miro la lámpara azul y pienso en Tallulah Bankhead: <em>Si volviera a nacer cometería los mismos errores, sólo que antes. </em>Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com32tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-39019778784232696412012-02-24T07:09:00.009-05:002012-03-06T14:11:44.450-05:00Pied à terreA temporadas me siento como debió sentirse Mohamed Ali en 1971 al ver desde la lona el brillo de los focos del Madison Square Garden y la espalda de Frazier en la primera <em>défaite</em> de su carrera profesional y paso días sin hablar con nadie, sin escuchar a nadie, sin atender el teléfono, sin salir de casa ni de la cama –llamo al trabajo sin destaparme: estoy con gripe, ay, ay… - y me quedo aquí viendo pasar el frío detrás de los cristales durante una semana (en realidad mi alma asocial es así).<br /><br />Pero igual, absolutamente, necesito salir a la calle y ser verbena y terremoto y no parar de hablar. Recorro calles vestida de esquimal. Piso el hielo, deslizo las botas patinando, marco huellas en la nieve, llevo una manta y tabaco a los clochards des Vosges, hago vaho en los cristales, cojo copos con la lengua entre la niebla, me caliento el culo en los capós de los coches recién aparcados.<br /><br />El lunes pasado –los lunes son de color blanco, y no precisamente por la nieve; igual que hay otros días azules, rojos o negros-, en uno de estos accesos de socialdemocracia del alma conocí a Charlotte, venus proletaria: barre las calles de Belleville entre Hôpital Saint-Louis y Père Lachaise: Bd. de la Villete, Ménilmontant, Couronnes, Louis Blanc, Couronnes. Las mañanas como hoy, dibuja regatos de agua helada junto a las aceras desde las 6 a.m., los encauza hacia las bocas de hierro del subsuelo de Paris al que arrastran los restos del naufragio de noches eternas y turbias de babas, orines, semen, condones y otra suciedad de negocios carnales villonianos: a malas ratas, malos gatos.<br /><br />Charlotte adora escuchar música: junto a las hojas y las escarchas de este invierno de tonos pardos vuelan entre sus oídos las notas de la <em>Appassionata</em> a un volumen de respiración entrecortada. Adora la música: vivir sin música es desagradable, pero al tiempo es degradante, y cita a Lenin: <em>no puedo escuchar música muy a menudo, me dan ganas de acariciar la cabeza de la gente (…) Pero ahora no hay que acariciar la cabeza de nadie, sino que hay que golpear las cabezas, golpearlas sin piedad aunque idealmente estemos en contra de cualquier tipo de violencia contra las personas...</em> <em>es una tarea extremadamente difícil</em>. Escuchar música y sentirse amable y dulce. Sentir amor. Charlotte, le digo: <em>el único propósito del arte no es inspirar estados de ánimo. El significado del arte como medio de conocimiento es muy superior a su significado sentimental y material</em>. Sensibilidad que destruye lo sensible, pienso: <em>en la música no hay materia</em>. Y caminamos juntas el espacio que va desde Villette hasta Rosiers, ella lleva la escoba y yo el carro. Le miro un poco el culo cuando camina delante.<br /><br />Tras sus 7h. 37m. de jornada, Charlotte llama a mi puerta de autista de jornadas bajo el edredón. <em>Ma balayeuse</em> deja su chaleco amarillo-reflectante en el sofá y su tabardo verde ilumina la estancia –su escoba de ramas verdes, su carro verde de objetos sin dueño, su llave verde de bocas de riego, su boca que abre un alma verde de soledad de cantones, Charlotte, <em>femme ma femme vert avec l’alma vert</em>-. Y nuestro encuentro torna ceremonia de pieles frías y cálidas, de mejillas acaloradas y muslos de porcelana azul, profanaciones consentidas de umbrales sagrados y palabras suaves como rezadas al oído atento a susurros de palabras ausentes, maniobras imposibles y rosarios de cuentas de bolas chinas que en lugar de correr entre dedos beatos se deslizan suavemente entre las profundidades de la piel suave donde se abre rosa. Charlotte… después del susurro, la invito: <em>baila este vals conmigo como si fuera un tango</em>. Y su dulce letanía se deshace en mi oído como si ya se corriera: <em>me dices que a veces eres el paracaídas y otras el cuchillo que corta sus cuerdas, que la vida al tiempo es el cáncer y el bisturí, el accidente y la mano que para la sangre. Y yo creo que siempre busco a otro. Porque nacemos, sí, y después se nos va acabando la suerte. Consumiría la vida contigo si hubiera algo que consumir, pero es que a veces una follando hace más que otros desde que nacen hasta que les cierran los párpados</em>.<br /><br />Putas. Y Staruss Kahn haciendo puta a una mujer o sintiéndose todavía vivo con sus putas. Alma negra. La falsa máscara de positividad nos hace ser desgraciados. En realidad nos hace ser desgraciados el infinito cinismo moral. Miro el Sena, gris escarcha, mientras se desliza a poco más de de 2 Km/h, invierno que inunda parques, bosques (Vincennes y Boulogne, Luxembourg, Muttes o Choisy: hojas de castaños, olmos, y parece ser que de ginkos) y la moral destructiva (el prefecto de París deforestó entre Bagatelle y Porte d’Auteuil para echar a las putas : males y remedios). Si París es la ciudad más arbolada de Europa, también es la que más putas tiene a los pies de sus árboles: Melun y Fontainebleau, puteros rondando aún la <em>petite afrique</em> de Boulogne, Concorde-Lafayette -<em>le territoire des filles de l’Est</em>-, Les Halles, St. Denis, St. Etienne, Bd. Clichy, Porte d’Aubervilliers … qué lejos la dulce Irma, con sus bragas y medias verdes. Hoy da igual. Fellini dijo que <em>la puta es el contrapunto esencial de una madre. No se puede concebir una sin la otra (…) inmensa e inasible, omnisciente e ingenua</em>. Exactamente como nuestras fantasías. Entre tanto, la <em>Assemblée Nationale</em> reafirma su posición abolicionista en materia de protitución. El PCF defiende la iniciativa, combate contra la explotación sexual que definió la Convención de la ONU en 1949: <em>la prostitution est une violence terrible et une violation des droits humains</em>. Antigua moral de acero que no es de hoy. Charlotte barre condones llenos de semen. Yo… le como el coño.<br /><br />He estado mes y medio en el André-Mignot de Chesnay, un psiquiátrico cerca de París. Dicen que no sé distinguir bien entre medicinas (drogas), placer, ocio (no odio), voluntad y responsabilidad. No recuerdo nada porque la disociación siempre estrangula lo más real. Me trasladó una secuencia de sirenas y enfermeros amables cuando avisó Anette, mi vecina: llovían martillos en lugar de lágrimas, y el techo no alcanzaba el final de las paredes. Es imposible rechazarse a una misma. Me senté entre sollozos en el umbral de mi piso. Abracé el vacío en bragas. Qué impresentable…Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com31tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-10980997979744296812011-09-29T06:57:00.005-04:002011-09-29T07:09:04.672-04:00I’ll just bid farewell till we meet againLlevo varias semanas con la sensación de caminar sobre trozos de vidrio. Nada que ver con acróbatas ni tragadores de fuego. Intento escribir algo, pero cada vez que se me ocurre un pensamiento sutil me sale como un trozo de botella. Miro hacia afuera sin ver ni entender el orden de las cosas ni el sentido de estos días. Veo el cielo sin salir de casa desde <em>googlemaps</em> (amenaza lluvia: qué lluvia sería aquella) y pienso...<br /><br />Los jardineros son los profesionales que más valoro, porque además de tenerlo todo hermoso siendo los lugares feos, parecen felices acariciando pétalos como ninfas de adolescente que en lugar del olor crudamente hermoso de las ingles huelen perfumadamente suaves como otros pliegues del deseo. Felices rasando praderas de hierba, ordenando hojas de hiedra, podando bonsáis de la bahía de Halong, reconduciendo raíces y viendo crecer los frutos de las magnolias o imaginando el interior como de vagina de las granadas jugosas. Había jardineros en el Edén y debe haberlos en las azoteas de los banqueros. Lo veía todo desde la mesa de la redacción, desde la mesa de la celda, desde la ventana de mi sueño inacabado. Terminé suicidándome. Con todas las macetas marchitas en mi piso, aquellos peces naranjas muertos, sin poder soportar aparecer en los sueños de otros: no aguanté que ella me soñara en otro continente entre sus muslos mientras yo aquí era infeliz, incapaz de ver crecer la enredadera camino del cielo cuyo trazo era capaz de prever y dominar aquel hombre con mono verde.<br /><br />Después de los jardineros las personas más envidadas deben ser los escritores. Yo no tengo ninguna pericia con el lenguaje, me cuesta ordenar las palabras y elegir aquellas que mejor cuadren en el lugar que ya he imaginado. No sé si el tiempo verbal es un adorno real o imaginario, viajo al pasado y al futuro adornando con palabras como si fueran cintas doradas de navidad o alzacuellos dolorosos manchando de luz negros pensamientos. Digo los escritores, no pretenciosos que creen que escribir se puede aprender. Es un don. Un don como ser multiorgásmica. Como entender el sonido de una partitura, dibujar una sinfonía, oír en la oscuridad las sombras desplazándose camino del mar o calibrar la densidad del placer de una misma. Un don como el de la suavidad de la piel y el dolor del alma. Ojalá hubiera podido morir leyendo alguna de las páginas que me hicieron emocionarme alguna noche de desvelo que sólo terminé conciliando el sueño después de cinco poemas, tres capítulos, un beso volado en una buhardilla de Roma y un pecho desnudo en un jardín japonés.<br /><br />Seguramente, aunque esto lo ignoro -porque es un oficio que tengo idealizado y a alguien le podría parecer incómodo y hasta inconcreto leerlo- otras personas felices sean las putas. Putas tristes o alegres, siempre voluntarias, aunque tanto da si viejas o jóvenes. Vivir de los orgasmos ajenos y alguno propio, del semen marchito que flota en agua de jofainas villonianas, de volver los ojos más allá del cristal y suspirar y ver la lluvia y atravesarla con la mirada mientras el movimiento ajeno busca un placer seco dentro de ti y recordar a tu madre también puta, imaginar un orgasmo limpio y tratar de recordar si un día tuviste inocencia. Todo inmaterial, todo evanescente: el coño como centro del mundo: Courbet. Dicen que -¿o serán sólo los hombres?- los suicidas, los ahorcados más concretamente, mueren con la polla dura y con un triste moco de semen colgando. Cuando yo me quité la vida no me corrí ni nada parecido. Putas siempre vírgenes. No se me ocurre nada parecido sino las novicias: las putas de un dios polígamo.<br /><br />No me vienen a la cabeza otros trabajos interesantes: porque no pagan por estar desnuda en la arena de la playa, ni por nadar adentrándose en un mar cálido o ver películas de cine en blanco y negro. No me pagaron por conversar, fumar opio ni bajarme las bragas, pasear por los arrozales de Vietnam ni leer... quizá sí leer para otros, pero parece triste. No lo sé. Mi abuela vivió cien años feliz y sin trabajar un sólo minuto de su vida. Tuvo hijos. Amó. Dejó marchitarse su cuerpo cuando el tiempo le dijo que ya no había seda dentro ni espinas fuera. Antes, vivió sin mirar atrás una sola vez. Cuando la semana pasada puse una piedra sobre la lápida de su sepultura en el cementerio del Monte de los Olivos de Jerusalem pensé que hubiera querido ser ella. Por eso, por no serlo, ni ser jardinera, ni puta o novicia, ni tener el don de la palabra o poder convertir en fuego lo que toco, pensé en dejar el mundo. Se lo dije a mi rusita mientras dormía de madrugada, nada más llegar de Orly. Cansada y con ganas de dejar de ser. La pistola es una Makarov que heredé de ella; está en una sombrerera de Borsalino, en el armario.Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com36tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-18666055924269218682011-06-15T11:55:00.005-04:002011-06-15T12:17:40.899-04:00alles staendische und stehende verdampft<div style="text-align: justify;">Sweetheart... la espiral es autodestructiva. Insomne cuando me pides en medio de la noche, en el calor profundo e insensible de la madrugada, y ya la sensación del sexo tumefacto y la impresión de que el placer llegará casi como un último resquicio, un orgasmo marginal con la lengua, la polla, el coño como dedos arrugados de humedad que sienten deseo y duelen a la vez después de una noche entera sin cesar de cesar, piel lacerada y corriéndote diez veces y deseando otra y que no termine, locura que no tiene fin.<br /><br />Somos un refugio al lado de un mar en galerna, indemnes sobre la montaña más elevada, inédita y aislada, pero ligeros como corriendo culo al aire en playas vírgenes desiertas. Ahí follamos, aunque fuera solo pulsión y anhelo y apetencia en nuestras mentes, pero estamos otra vez bajo estas sábanas lesas, doloridas, vulgarmente sudadas, despadazadas, envueltas de olor a cuerpo, a los cuerpos asperos que hace la tierra húmeda entre los pliegues recónditos -otras ocasiones fueron suaves del jabón de lavanda y sábanas de hilo recién planchadas-, la polla escocida, la bulba inflamada, los muslos resbaladizos enrojecidos, piel viva en la espalda de soñar alcanzar el cielo con las uñas y desollada de chocar contra los salientes de la realidad, puta realidad cuando el humo se desvanece. Las buhardillas del Raval no dan para más.<br /><br />Reposo ahora, miro al techo, fumo un pitillo y un peta sucesivamente, y vuelvo a desear tu lengua entre mis ingles pero no me corro hasta quince minutos después. Y grito y se asusta tu gata que es como una ninfa siempre en celo del celo, celo superlativo. Recuerdo una mañana que desperté con la cabeza en tu vientre y lo primero que encontraron mis ojos, mi boca, fue tu polla. La cojí entre los labios como una carne inerte y volví a dormir. No, tal vez el placer no otorgue felicidad ilimitada, pero el deseo sí. Aunque la moral a veces nos la quiera restar aparentemente. La idea de que la felicidad y la moral son idénticas no era sólo un postulado de Spinoza en su Ética. Todas mis reflexiones me llevaban a la conclusión de que la única meta de la humanidad era la felicidad. La gente inteligente no medita tanto sobre la muerte y las ideas que disminuyen el placer. No, no estamos tomando la plaza pública así. Así sólo somos hojas de un arbol.<br /><br />No, tal vez el placer no otorgue felicidad ilimitada, pero el deseo sí. Aunque la moral a veces nos quiera restar aparentemente, no. Spinoza de bashevis. No, no estamos tomando la plaza pública, así.<br /><br /></div>A veces parece que no supiera hacer otra cosa que conjugar el verbo "follar". No es cierto. Habrá quien piense que hablo de sexo porque le mola leer de sexo a la gente en la web. Qué extraño lugar inexistente la web. Hablo de sexo porque está en mi vida, como la política, la violencia, la droga, los libros o mi trabajo. Además: he descubierto que muchas veces pienso en sexo cuando trabajo y, así, me abstraigo de lo que sucede a mi alrededor. Es un trabajo que requiere concentración, pero es muy mecánico... como el sexo.<br /><div style="text-align: justify;"><br />No. Por la mañana no pienso sólo en esto. Pienso sola en el amanecer de Barcelona y recuerdo. Hace unos días, G., allí, pensé decirte algo parecido a 'no hay éxito como el fracaso, pero el fracaso tampoco es un éxito', o sea: si te vas dirán que has fracasado. Si te quedas, que te has radicalizado. Yo te dije que faltaba ideología y, que sin ella, os dirían que sois inconcretos y superficiales. Que con ella os llamarían radicales de izquierdas, que a dónde en pleno siglo XXI nacionalizando y redistribuyendo riqueza, dando según necesitan. Imagínalo: si el nacionalismo es cáncer, el comunismo sería gangrena y pus. No sentirse representado por los partidos no es lo mismo que ser apolítico -desinteres politico-. El único canal de participación no tiene porqué ser el partido. El sentido civil, ciudadano, lo es. El ciudadano que bulle piensa desde la izquierda. Pero la revolución es sólo de la izquierda, no te engañes: siente las feroces ráfagas de aire, frías, calientes... las ilusiones placenteras están siendo disueltas. Hace más de 150 años se escribió un panfleto casi olvidado hoy, que tanto éxito parecen tener los panfletos. Planteaba, como drama básico, la lucha entre los antagonistas del momento -burgueses, proletarios-, la tensión entre lo sólido y lo evanescente de la vida moderna. Un lenguaje luminoso e incandescente lleva a un terreno conocido hoy: el ritmo frenético sin control de la miseria y la explotación crónica. Pero hoy, ¿quiénes son los antagonistas, los oponentes? Debemos demostrar lo que puede la actividad humana, <span style="font-style: italic;">vita activa</span>, activistas por otro mundo mejor. ¿Destrucción innovadora? Tal vez... Hoy he visto el miedo en el rostro de quienes se saben a salvo siempre. Escapando de lo <span style="font-style: italic;">feo</span> en helicópteros, como sátrapas fugitivos. Y me ha gustado.<br /><br />Entre tanto, follábamos</div>Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com36tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-17164924982716029202011-05-05T03:38:00.008-04:002011-07-20T04:01:27.687-04:00It´s better to burn out than to fade away (Right between the eyes, / baby, point blank)Miles de jóvenes invaden las calles desordenadamente en la pantalla: aúllan, agitan banderas, brazos, sostienen entre las manos carteles, los automóviles cruzan la multitud con personas que gesticulan y gritan de modo exagerado con medio cuerpo fuera de las ventanillas. Se agolpan en diferentes plazas de diferentes ciudades. Celebran algo. No presto demasiada atención hasta que me fijo que las banderas que agitan son norteamericanas y no las queman. Tampoco disparan al aire -con lo que les gustan las pistolas- y el fondo del escenario es cuidado, no son edificios rijosos con tejados de uralita sino vidrio, acero y escaparates repletos. Es Washington -ante la Casa Blanca- o una multitud en Nueva York -Times Square o Zona cero-. No Cairo, Rabat o Saná. Celebran el asesinato extrajudicial -un certero disparo <em>right between the eyes, point blank.</em>..- de un asesino. Así es la democracia. Vivo o muerto, la ley del Oeste. <em>A tooth for a tooth and an eye for an eye</em>. Con el patrocinio de un premio nobel de la paz.<br /><br />Irina está sentada en el sofá detrás de mí. Baja el libro que lee y mira la pantalla. Me dice: <em>es el capitalismo certificando que toma posesión de los nuevos mercados que abre en oriente y el norte de África -a través de la revolución (sic)-. Pero Ben Laden debe llevar muerto desde diciembre de 2001. No sé que nos cuentan ahora de cadáveres sepultados en el mar. Mitología de nueva planta. Obama -comandante en jefe de EE.UU.- ha completado su lírica discursiva con una ráfaga de historia épica. La máquina de los sueños. Pero... ¿qué cambia ahora que Laden esté vivo o muerto?</em> Miro a Irina mientras habla, grave, con su acento ruso en francés. Sentada, en bragas y camiseta. Estoy en un amor <em>fou</em>, muy <em>fou</em>! Loco, loco.<br /><br />Tobías es delgado, muy blanco, barba de profeta y cabello recogido con una cinta. En París, una primavera maravillosa. Cuando empezó a trabajar en el diario me fijé en él. A los días cruzamos los ojos y el deseo, hace poco menos un mes decidimos comenzar a hacer realidad y deseo. Aparentemente no brilla en él ninguna de las virtudes bíblicas asociadas a su nombre: sus dedos nudosos se enredan en mi piel y mi ropa fácilmente, su barba rojiza roza mi mejilla como el aire se enreda en mi cabello, la cercanía dulce de su aliento llega hasta mis labios con sus palabras; pero sí su deliciosa y virginal Sara, inteligente, valiente, bonita, siete veces casada, siete veces viuda en el lecho de follar. Aquí Sara es Caroline/Irina: ángel blanco y nada virginal.<br /><br />La disculpa de Tobías era una fiesta de <em>l'Université Paris-Dauphine</em> antes de la semana de Pascua. No digo que no. Quedamos en <em>Pont des Arts</em>. Y allí apareció con su Sara: Caroline, es su chica. Estudia en la <em>Dauphine</em>. Inmediatamente pensé: este tío es un estúpido, ¿por qué viene con una tía?. Inmediatamente borré mi pensamiento y me fijé bien en Caroline hasta que llegamos al <em>XVIe.</em>: alta y delgada, cabello rubio recogido en trenzas, el cuello largo. Una chaqueta corta de cuero atada con cintas. Calcetines hasta las rodillas por encima de las medias. Expresión tímida -<em>la</em> <em>timidez</em>, dice Spinoza, <em>es una emoción que uno ha de superar</em>: ella había tomado buena nota- y un descaro en sus maneras espectacular. Bebió como beben los rusos. Enredó sus miembros con los míos y deslizó sus dedos entre mis pliegues por encima de la ropa de la que yo me quería desprender ya. Tenía la impresión de volar con la velocidad de quien quiere encontrarse con su destino.<br /><br />Aquella primera noche... Al final de la primera noche estábamos en mi apartamento Tobías y su novia. Yo. Hemos bebido y fumado. Estoy confundida pero ya se que a mí me gusta su novia. Y que Tobías es un tío del curro. Y que a mí no me gustaría que me levantara la novia otra tía del curro. Pero ella es como un cielo: flor delicada de invernadero capaz de desintegrarse. Pero también una ruina: está loca y yo chalada. Es rara. Nunca sabes lo que piensa ni cómo va a reaccionar. Desbarramos toda la noche, unas horas antes nos mirábamos con urgencia secreta y ahora estábamos desnudándonos entre risas para tratar de dormir. Nos acomodamos -parece azar y no lo es- ella y yo en la cama, Tobías en el sofá. Yo ya no quiero que él me folle -es un capullo- y menos delante de ella. Y mientras él duerme, ella va a refugiar su mano entre mis muslos. Y todo fluyó.. ¿cómo decirlo? Todo fluyó con resbaladiza y silenciosa suavidad. Le susurro al oído Irina, Irina -desde el principio he entendido mal su nombre y no he dejado de llamarla así, no voy a hacerlo ahora, volada de maría y a punto de correrme en sus dedos- al tiempo que oigo la letanía de la respiración de Tobías desde el sofá. No sé por qué lo cuento ahora. Irina es rusa y al correrme me ahogué en sus ojos transparentes y grises y me refugié en sus labios -se movían como en una oración- que dejaban rodar en la almohada junto a los míos un leve <em>tais-toi!, tais-toi!...</em> en francés con acento ruso. Tan delicioso, tan delicioso... Mi cuerpo tembló de un lado a otro.<br /><br />Por la mañana el sofá está vacío. Caroline/Irina de espaldas desnuda haciendo café. Yo vuelvo a olerme los dedos. Ella también estuvo ahí.<br /><br />Un mes después es cuando -este lunes- Irina sostiene ante las noticias del televisor que deberíamos estar celebrando, en realidad, el décimo aniversario de la muerte -la segunda muerte- del autor de las imágenes más dramáticamente bellas que he visto nunca: los aviones adentrándose en el vientre de los rascacielos recortados en un cielo hermosamente azul. Tortura. Ejecución a sangre fría. Pienso en cuántos ADNs dijeron que el ejecutado no era él; mala suerte, tal vez el próximo. La prepotencia del imperio revolviéndose como el rabo de una lagartija por no querer dejar de serlo. El premio del dinamitero y la sombra de las manos del premiado manchadas de sangre y pólvora. El terrorismo derrotado con terrorismo. Mientras celebran unos la muerte y otros anuncian en venganza tormenta nuclear, retiro el libro de las manos de Irina. Le digo que tenemos poco tiempo y que debemos aprovechar antes de que un comando <em>Seal</em> entre por la ventana o arrecie la tormenta.Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com38tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-65881650673432762592011-03-30T11:07:00.007-04:002011-03-30T11:32:19.629-04:00Mourir pour des idées, c'est bien beau mais lesquelles?<div align="justify">Ayer bebí: me deslicé por la senda de las perdedoras. Creí atrapar un corazón con los dedos (a veces tengo esas debilidades) y al llegar a casa la mano me olía a sexo (sólo le había hecho una paja a alguien). Volví sola. Ahora me sorprenden las horas amaneciendo, pasando la yema del dedo sobre la cicatriz de la mano. Amanece el cielo, el día, amanezco yo. Me he sentido extraña los últimos meses: como si tuviera dentro una filtración que comunicara mi razón y mis vísceras y mi comportamiento racional se viera amenazado por la visceralidad, por esa estúpida atribución emocional que le damos al corazón o al hígado. Todo se materializa al revés: dentro de mí todo funciona de modo medido hasta llegar a la cabeza y, una vez ahí, todo se desafora: pienso incesantemente, a impulsos y borbotones. Me gustaría descansar. Apenas duermo, y querría conciliar el sueño tendida en el lecho, enredada en sábanas y sueños suaves. Esta mañana -después de ayer- me he sentido heterónima de mí misma. Nada grave. Sólo siento que soy personas diferentes cuando hago cada cosa diferente a lo largo de las horas del día. Y los días son míos. Grave no, extraño. </div><br /><div align="justify">Últimamente: me he teñido el pelo del mismo color de mis pensamientos; me aprietan los zapatos y me descalzo; he subido al hielo -debajo del hielo hay tierra, debajo ceniza: la vida dura 12 asaltos y una cuenta atrás- y he resbalado; me apunto a un curso de cocina (estoy harta de comer sémola instantánea, muesli y lechuga -ya no soy vegetariana-); me siento -culpable- al borde de la cama y doy forma a un pensamiento, el pensamiento se me olvida, anoto el siguiente pensamiento; he vendido la moto; miro mapas para viajar a finales del mes de abril (Egipto, Túnez, Argelia, Yemen, Libia... ¿donde? Sólo me siento a gusto cuando estoy cerca de la incertidumbre y la inestabilidad ajena; Japón, no: me dan demasiado miedo); leo a Dostoievski, escucho compulsivamente a Beethoven, intento meditar (no me sale: no sé no pensar, acaso sólo pensar en cosas banales) y me aburre el yoga; ayer crucé sobre el Sena y lancé una botella con un mensaje: <em>que le den por el culo al mundo</em>, el mensaje iba escrito en el resguardo de la tintorería, y luego me costó trabajo recuperar mi chaqueta de terciopelo negro; me arrepentí del color del pelo y volví al color anterior, que es el de mis derrotes: los pensamientos cambiaron, lo constaté leyendo lo escrito; compro zapatos: sin moto caminaré más; la cocinera es italiana, gorda, rubia, bella, deja su gorro alto y blanco sobre la mesa y me aúpa para ayudarme (es manipuladora de alimentos) a acomodar el culo desnudo sobre el obrador de mármol blanco, lo noto frío... los labios calientes; el deshielo es un cambio de estado semejante al de ánimo: en un momento fluyen los pensamientos como agua; el otro día hubo un asomo de primavera en el cielo y comencé a vaciar cajones llenos de ropas ligeras y de tejidos finos: en ocasiones apenas puedo resistir el impulso de desnudarme y salir a correr por la calle, aunque el termómetro dice que esa primavera tiene sol pero apenas 9º C, sosiego mi impulso. No se si la vida debería quedar dispensada de la precisión. La mente no. Fingimos verdad, existencia e identidad. Luego, somos otros. Desconocemos el ortónimo. El mío no tiene la más mínima ética; es amoral, si no positivamente inmoral. La mano, la huelo otra vez. </div><br /><div align="justify">Por la mañana. Fumo droga y me siento delante de la TV. Me gusta esta experiencia, porque me permite reflexionar mejor. Escucho algo que me interesa: en 1973, cuando Truffaut estrenó <em>La nuit américaine</em>, recibió una carta de Godard para criticar ferozmente su trabajo: <em>ayer vi La noche americana y, como probablemente nadie va a acusarte de mentiroso, lo haré yo...</em> Truffaut, en respuesta, dispara contra Godard : <em>Todas tus consignas y tu preocupación por las masas han sido siempre puramente teóricas. En realidad, nadie te importa salvo tú mismo. No sólo eres un falso sino además un narcisista, un elitista, la Ursula Andress de la militancia...</em> Alboroto de burdel. Truffaut continúa: <em>...las películas son más armoniosas que la vida... No hay atascos, no hay tiempos muertos. Las películas avanzan como los trenes, ¿lo comprendes?, igual que los trenes en la noche</em>. Y Godard añade en voz alta sus pensamientos: <em>en ese viaje nocturno es importante conocer a quien conduce nuestro tren en la oscuridad, en el vagón de qué clase vamos sentados, si vamos en el Transiberiano o en un mercancías, si nuestra estación término es Venecia o Auschwitz. Una visión intencionadamente blanda del cine</em>. Visión intencionadamente blanda de la vida. Truffaut alejándose -como casi todos- de sus raíces sociales. Godard, de origen burgués y protestante, radical, marxista a veces, ultracrítico, irascible, deviene en hombre incorruptible. </div><br /><div align="justify">Cuando termino de entender esto, me intereso por lo que veo. Es un documental que se titula <em>Deux de la vague</em> (2010, Antoine de Baecque). Adoro el cine, he visto mil noches de desvelo <em>La peau douce</em>, <em>Les quatre cents coups</em>, <em>Baisers volés</em>, <em>Jules et </em><em>Jim</em>, <em>La nuit américaine</em>... las he visto sola, acompañada de mi padre, acompañada de quien ni recuerdo, recuerdo que las veía con Laura en Barcelona y la describía lo que aparecía en la pantalla en b/n y que ella imaginaba en color. Cuando alguien es ciego de nacimiento no es capaz de imaginar la diferencia entre el color y el b/n. Para mí sí: determinados sonidos y diálogos son diferentes si se acompañan de color o forman parte de la escala de grises. Mi padre decía que parte de su pasado lo evocaba en b/n y parte (desde los años '60) en color. No solo somos lo que fuimos, sino usualmente lo que recordamos. Y el recuerdo de nuestro pasado lo elaboramos con la materia prima de nuestras fotografías y la reelaboración permanente de evocaciones del pasado: (re)construimos nuestra historia. Deberíamos tener un recuerdo más científico y menos sentimental de nuestras vidas. </div><br /><div align="justify">Regreso. El tren nocturno, a dónde nos conduce... Los países árabes son un reguero de <em>kaláshnikov</em> en manos del pueblo. Y no estoy nada segura de que ese pueblo -<em>¡siempre con el pueblo!</em>- sepa bien qué hacer con los AK47, porque en cuanto escuchan al <em>muezzin</em> lo dejan en el suelo y ponen el culo en pompa para rezar. Me cuesta distinguir los muertos -otros los diferencian muy bien- de Gaddafi de los de Moubarak, de los de Ben Alí, de los de Bachar el-Assad, de los de la OTAN en Afganistán o en la antigua Yugoslavia. No, no creo en <em>Facebook</em> ni en <em>Twitter</em> ni en el <em>e-mail</em> como revulsivo revolucionario. No se si internet democratiza o aliena, o a partes iguales. Es verdad que cualquier ciudadano hoy tiene más información a su alcance que un emperador a inicios del siglo XX. Otra cosa es que esa información se utilice para algo. Creo en las ideas y en el presente contrapuesto al pasado como punto de fuga del futuro. Desconfío de las explicaciones sencillas. Una sublevación popular contra el dictador con guardia amazónica de vírgenes que un día fue revolucionario nasserista e independentista, y aviones que hacen llover muerte cuando casi todo estaba perdido. A Siria no volarán bombas francesas y ya contamos a cientos los muertos. En Argelia o Marruecos ya no pasa nada. Yemen se incendia. Túnez y Egipto han tenido a dios de su lado los últimos 30 ó 40 años. Pero la democracia árabe es una incógnita. Ojalá ésta ni tenga a dios ni al mercado de su lado, aunque creo que EEUU quiere hacer transición de AK47 a M16 en algunos lugares. </div><br /><div align="justify">Buff, a veces creo que tengo el cerebro lleno de metralla... Yo no soy yo. </div>Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com41tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-90349676929210039562011-02-03T04:46:00.007-05:002011-02-03T05:35:45.129-05:00Le Vel d´Hiv y el monte de venusAcudo a las <em>urgences adultes </em>(00:08h, <em>Hôpital de l'AP-HP Hôtel-Dieu</em>, Ille de la Cité, 4éme arrondisement). Aunque Bernadette es enfermera -de consulta médica- queda aterrada por la sangre. Me he clavado en la mano un cuchillo mientras intentaba cortar el salmón. No me lo he clavado, sino que ahora una parte de la palma de mi mano se abre como debería haberse abierto el salmón. Los cuchillos japoneses los carga el diablo. Envolvemos la mano en un paño limpio de cocina, cruzamos el Sena.<br /><br /><em>Hôtel-Dieu</em> es un hospital de urgencias policiales y médico-judiciales. Mientras esperamos pasan delante de mí putas y otros expertos en menudeo ilícito esposados o acompañados de gendarmes. Un magrebí más alto y delgado de lo que hubiera podido imaginar entra sujeto por esposas a dos policías y, por lo que logro distinguir de los gritos y la sangre, con un disparo en un hombro. Lumpen en general con todo tipo de lesiones. Algunos salen del calabozo de la vecina prefectura porque han ingerido llaves, cuchillas u otro tipo de objeto de difícil digestión. También hay algunos otros accidentados normales, como yo. Seguro que había 10 ó 20 hospitales públicos más agradables que este o clínicas privadas hasta elegantes. Pero Bernadette me trae aquí.<br /><br />Ocho puntos de sutura en el monte de marte, o región tenar. Junto al monte de venus. Debió extrañarme porque la enfermera -Dominique Zbiss dice la tarjeta plastificada que lleva sobre el pecho- me miró mientras cosía y con una sonrisa me aclaró que hay más de un monte de venus en nuestros cuerpos. Y, a menudo, en conexión anatómica. Sonrío a pesar del dolor. Me pasa una mano cálida -tiene la palma más clara que su anverso, como recuerdo la de Mona- por la mejilla y me dice que no tenga miedo. Tiemblo. Pienso que tiene razón. Dominique me cuenta -para distraer mi atención- que es de origen tunecino: el cabello muy negro, la nariz ancha, los ojos marrón caramelo, la piel canela bajo la bata blanca de enfermera, y que llegó a París hace 10 años a estudiar enfermería.<br /><br />Me dice que las mujeres tunecinas han jugado un papel importante en lo que sucede hoy en la calle en su país: primera línea. Y las autoridades han acusado a estas mujeres llenas de libertad por dentro de ser -literalmente- putas sodomitas. Incluso han manipulado toscamente videos pornográficos poniendo en ellos sus rostros y enviándolos a sus familias. Me cuesta creerlo, pero lo leo después en los diarios. Nada nuevo para ellas: llevan años tratando de desenmascarar una dictadura -en Europa nadie piensa que en Túnez hubiera una dictadura- vestida de aparente normalidad: clases medias, turismo, desarrollo económico... Ahora el mundo se escandaliza como el prefecto Renault en Casablanca: <em>¡qué escándalo, He descubierto que aquí se juega</em>, porque en Túnez quieren quedarse los del anterior régimen en el nuevo gobierno de la supuesta democracia -¿donde pasó eso antes... en España quizá?-. Mientras la policía confraterniza con el pueblo y se hacen puzzles con ministros sin contaminar, van más de 200 muertos. No, no hay dictadura. La democracia y los Derechos Humanos están en el centro de todo: <em>Estos son nuestros valores y creemos que deben ser respetados por las autoridades</em>, se dice por aquí. Por eso mantenemos relaciones diplomáticas, económicas, institucionales y políticas con ellos. ¿no?<br /><br />Sin apreciar arrepentimiento alguno -todo lo vemos desde la pantalla, emocionalmente ausentes ya- y casi con otros 200 muertos en las calles, escucho que Israel apoya a Mubarak -<em>qué importa el pueblo...</em>- y que la UE no quiere que se hunda Egipto <em>-...si lo que nos importa es la economía</em>: cuidado con los petrodólares-. Oligarcas que explotan a estos pueblos con el apoyo de Occidente. ¿Nadie recuerda al joven piloto de combate instruído en Frunze, la actual Biskek, capital de Kirguistán, entonces república de la URSS, aliado de Siria y que sucedió a el-Sadat, a Nasser? Internet, dicen, es un reguero de pólvora que arde, es la democratización de la información (los periodistas se han acomodado a la mentira, amordazados pero dentro del juego, de estos países teocráticos). Los tanques -allí no son verdes como aquí, sino del color de la arena del desierto: el mundo no es global, ni redondo...- no disparan de momento. Ahora Marruecos: Tánger y Fez. Yemen. Argelia... Turquía da lecciones de democracia. Pero hay que levantar la alfombra de las redes sociales y el facebook para darse cuenta de que debajo sigue la brecha social, el hambre, la explotación infantil, los médicos a 100 dólares/mes, la miseria sin dignidad, centro y periferia. ¿Cuando se acabe la periferia?<br /><br />De Egipto a París (Francia ausente). El gris no es la democracia en el totalitarismo del blanco y del negro. Verano del 42. Decía por ahí que las pasadas vacaciones leí: <em>Dora Bruder</em>, Modiano; <em>Suite Française</em>, Nemirovsky; Velódromo de invierno, Salabert. Hace unos días vi en cine <em>Elle s'appelait Sarah</em>, sobre el libro de Tatiana de Rosnay, y <em>La Rafle</em>. Mientras aquel verano del 42 la burguesía francesa colmaba las terrazas de París escasa de moral -no desanimada, sino inmoral-, se trabajaba duro en el Lago Wansee: 1942. Eichmann. <em>Endlösung der Judenfrage</em>. Sección IVB4, Gestapo. Francia: la orden se trasladó a la policía francesa, que se afanó en perfeccionar la redada con 9.000 gendarmes. Beneplácito de Vichy: Trabajo, Familia, Patria... pero nada de judíos. 13.000 arrestados. <em>Le Vel d´Hiv</em>, derruido en 1958. Sobre su solar se levanta hoy la sede del Ministerio del Interior de la República Francesa. No hay hoy ninguna -ninguna- calle en Francia con el nombre del héroe de Verdún: Petain. Al terminar la guerra fue condenado a muerte; conmutada la pena a prisión perpetua -las cadenas con grilletes ya habían desaparecido-, degradación y estigma de traidor a la patria. Hasta los ochenta los libros de texto no dijeron nada de los miles (4.000 niños) de franceses judíos deportados y muertos. Seguimos mirando a otro lado. Los de hoy tampoco hablan de Argelia, Túnez, Yemen, Marruecos, Libia, Egipto...<br /><br />Los puntos ya se han caído. Y Jacques se parece al joven Belmondo de <em>À bout de souffle</em>. Pero a mitad de la segunda escapada se desinfla y tengo que acabar yo sola, monte de venus con monte de venus. Recuerdo a Dominique mientras me corro. Él se disculpa. Gana dinero donando esperma (60 pavos cada paja, 3 veces por semana, dos días de abstinencia antes de cada donación, 720 al mes). Era el domingo, su día de descanso.Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com43tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-79081675971302213252010-11-30T04:24:00.005-05:002010-12-01T06:54:09.264-05:00...Just like a womanMe llamo Eva y soy la primera mujer. Una putada: porque sé que me quieren el eslabón débil de la cadena. Por eso la manzana: por venganza. Yo no quería ser hueso de sus huesos ni carne de su carne. Por la posesión. Porque sé que me sentiré agredida, querida, violada, hecha cosa y despreciada, amada por mi piel y odiada por mi pensamiento. Me llamo Eva y pariré con dolor, seré maldita, espina, cardo, polvo, sudor, madre y dominada. Me pintaré mi cara y mutilaré algunas partes de mi cuerpo para estar hermosa, para ellos -sujetos a nuestro deseo-, para ellas. Otras veces me mutilarán y me extirparán la potencialidad del placer. No sirve poder sentir placer y libertad cuando existe la opción del dolor y el sometimiento. La serpiente, maldita sea -ya sé-, me dijo: <em>morir no morirás, sólo que conocerás el bien y el mal</em>. Extraño fruto: sangre en las hojas y sangre en su raiz. Mujer traficada, sexo comprado, vida vendida.<br /><br />Me llamo Eva y soy la primera mujer. Y me jode haberlo sido: por ser la primera, por pensar que lo hacía bien, por plegarme a los sentimientos, a su deseo, a él, al papel de género más allá del de mi sexo. Como al narcisismo masculino le jodió que Copérnico dijera que la tierra no era el centro del universo, que Darwin demostrara que el hombre era producto de la evolución o Freud pensara que la psiqué racional depende tantas veces del inconsciente.<br /><br />Eva, la primera mujer. Humillada. Expulsada. Ofendida. Joder, un momento... Echo unas páginas atrás y leo que dios creó antes a otra. Lilith era su nombre: en realidad ella fue primera. Qué puta: y la creó igual que había creado a Adán, salvo que en lugar de polvo puro utilizó inmundicia y lodo. Nada de despojos, costillas y carne de su carne. Lilith: el sexto día de la creación el capullo de dios -Génesis Rabba, midrás sobre el Génesis- aún no había pensado en Eva y ya tenía en la cabeza que el hombre pusiera nombre a los animales; y éste, que ya había copulado con todas las hembras de todas la especies por turno sin haber obtenido satisfacción en el acto, gritó a dios: <em>"¡Todas las criaturas tienen la pareja adecuada menos yo!".</em> Después, con mejor tono, rogó a dios que remediara la injusticia.<br /><br />Entonces -dice la Cabala- Yahvéh formó a Lilith <em>-¿En qué lugar quedo yo, Eva?-</em>, la primera mujer. En realidad un demonio de hembra que se entregó a la lujuria y que no quería follar con Adán pasivamente -hombre aburrido que sólo demandaba la <em>position du missionaire</em>, conflicto de relacíon de poder típico de sociedades en las que la mujer es un mueble-, sino ser ella la que le montara cuando le viniera en gana: <em>"¿Por qué he de acostarme debajo de tí?: Yo también fui hecha con polvo"</em>, joder: yo quiero follar, no hacer el amor... Y mientras él se quejaba al creador, ella se largó del paraiso dando un estrepitoso portazo: ningún sonido sale jamás tras de las puertas del Edén. Inquieta, rebelde, lasciva, raza de genios, ramera, amiga de los demonios, beneficiaria del sexo extraconyugal, seducción como arma, súcuba, Lilith, Lilitú: mujer libre e igual.<br /><br />Yo, Eva, ahora soy la metáfora de la subyugación, del sometimiento: calla, habla, escóndete, sal, ríe, llora, corre, para, folla, a mi lado, quieta. El itinerario, la huida de Lilith/nómada es la sublimación de la rebeldía frente al miedo y el sometimiento: no perecer en vida. Perder para ganar. Las personas son buenas cuando tienen miedo, cuando no tienen miedo pueden ser cualquier cosa. Mujer 2.0.<br /><br />A mí una vez -¿cuándo ya?- me cubrió la piel el manto cálido del ala de un ángel que había perdido la belleza interior. Bajaba, me dijo, para beberla de mis labios y quise creerle. Los ángeles no tienen sexo, pensé confiada aunque desilusionada a la vez. Vaya que sí: tienen sexo. O era el rozar de las alas. No lo sé. Y remontó el vuelo. Yo no sé qué bebió de mí. Sí que la sed que me sació a veces la sueño y en sueños derramo parte de ese placer recóndito. Lilith..!Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com53tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-52521140832817912322010-10-19T11:20:00.004-04:002010-11-24T11:24:28.555-05:00Something is burning, baby, something's in flamesNo se la razón -porque ha de ser algo que tenga que ver con la razón- pero nunca ha salido de mi cabeza. Con ella sí que tengo, tuve, creo que tendré siempre una dependencia afectiva.<br /><br />Llevó 10 días viviendo en un hotel en mi propia ciudad.<br /><br />Y fue en un hotel -otro tiempo, otro lugar- donde llegué a aquel borde del abismo con ella. Laura.<br /><br />Tengo otra vez música: Serge me ha prestado unos altavoces para mi iPod. Oscar Peterson. Aunque no lo soporto. Hacía 5 días que sólo escuchaba música dentro de la cabeza. Hotel, café y música por la mañana. Y salir de la habitación sin recoger. Un sueño. Entonces, en Barcelona, ella se ocupaba de todo eso.<br /><br />Fue un instante, o debió serlo. Apenas el tiempo de quitarle a Anne-Sophie Marie las bragas. O quizá algo más: el tiempo que se tarda en conseguir llegar hasta las bragas y después quitarlas -me gusta mucho el momento de quitarlas; suelo precipitarme-. El humo lo empezó a invadir todo y las dos miramos perplejas desde el sofá hacia la cocina. Vivo en un espacio diáfano. Ella con las piernas abiertas y sin bragas. Yo con ellas y volviendo hacia atrás la cara entre sus piernas abiertas.<br /><br />El amor nada ve con claridad, todo lo ve con los ojos de un ciego... Laura era (es) ciega. Nos amábamos tan tiernamente; confiada, sabiendo bien que sus ojos no podían cruzarse con los míos, mirando su rostro que ella no podía ver -<em>¿soy guapa?</em>-. Yo sentía belleza donde ella no podía, donde ella era ausencia. A ella le quemaban los ojos de tanto adivinar la mía. No dejaba que se diera cuenta de cómo yo lo sentía, pero permitía que sus dedos se humedecieran en mis lágrimas mientras buscaba en el resto de mi cuerpo las formas de mi belleza... Aún cuando sonreía, yo sentía todo su desasosiego. Un hotel de Barcelona. Mi última noche con laura.<br /><br />Cosas que suelen hacerse en una habitación de hotel: robar el albornoz, beberse el minibar, ver porno y masturbarse, follar -en los hoteles siempre entran ganas de follar-, orinar en el bidé, fumar, fumar porros hasta caerse, vestirse, desnudarse, mirar por la ventana desnuda, llenar la bañera y darse un baño caliente -de espuma-, tumbarse en la cama -también desnuda- a leer, pensar quién estará en la habitación de al lado y si estará haciendo lo mismo que tú -cuando te estás masturbando-, pedir que te suban la cena. Fiesta con amigos. Quejas. En los hoteles los pasillos son siempre impersonales y huelen a tabaco y jabón de ducha; extraños cuartos con olor a arena de playa seca y cemento sin fraguar.<br /><br />Anne-Sophie Marie no es felina. Es loba. Y defiende su territorio. Esta noche, nueve noches después del incendio, regresa por el hotel. Le falta la parte de arriba de la oreja derecha. Lleva muchos puntos de sutura negros como bichitos. Me dice que se ha peleado mientras el viento suena de una manera especial a su alrededor. La miro con cierta admiración pero, sobre todo, con dolor. A mí el dolor físico me acobarda. Pienso que hay rostros de ángel en cuerpos de demonio. Voces dulces que hablan palabras graves. Esto es Anne-Sophie: <em>tels les loups à la bête qu'ils n'ont pas tuée</em>. Trae whisky y maría.<br /><br />El hotel es el Hotel <em>Les Ribes de Notre Dame</em>, en el Quai de St. Michel: el hotel de <em>au bout de souffle</em>. Pienso en hoteles. El <em>Ritz</em> aquí en París (su bar Hemingway). <em>Waldorf Astoria</em>, NY. <em>Negresco</em>, Niza. <em>The Carlyle</em>, NY (donde Marilyn le quitada a JFK los dolores de espalda follándoselo; los analgésicos los tomó todos ella). <em>Hotel des Bains</em>, Venecia. <em>Hotel Watergate</em>, Washington. <em>Hotel Chelsea</em> (restregaron sus babas en la barra de su bar Dylan Thomas, el otro, Cohen, Vicious -que después aprovechó para matar a su novia Nancy en la habitación-, Ginsberg, Kerouac... Hoteles urbanos y rurales, de estación o aeropuerto, familiares, de famosos o de putas, Cinco estrellas o pensiones con toallas que han pasado por mil coños.<br /><br />Anne-Sophie se recomponía -bragas- mientras yo llamaba a los bomberos. Dos jóvenes medio desnudas saliendo airosas por la ventana del sexto piso de la Place Joachim du Bellay en brazos de los bomberos siempre es un espectáculo. Dentro, mis cosas, cenizas y el deseo interrumpido en un sillón empapado en agua. Es la segunda vez que me protege un bombero con su pesado abrigo impermeable (<a href="http://andthereisnotimetothink.blogspot.com/2009/10/but-whats-sense-of-changing-horses-in.html">http://andthereisnotimetothink.blogspot.com/2009/10/but-whats-sense-of-changing-horses-in.html</a>) desde que vivo en París. En la cocina, la olla de spaghetti carbonizada que sigo sin recordar.<br /><br />Entre tanto, arde París. O Francia, no se bien. Si la combustión es una reacción química entre el oxígeno y un material oxidable, acompañada de desprendimiento de energía y que habitualmente se manifiesta por incandescencia o llama, Sarko es el material oxidable a falta de gasolina. La Vespa, aparcada. La calle, para la gente (oxígeno). Miro perpleja a un lado y otro del Pirineo. Francia me sigue pareciendo otro lugar.<br /><br />Olvido con el lobo.Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com65tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-16095568330570502012010-09-09T10:12:00.004-04:002010-09-09T10:24:13.479-04:00Sometimes I feel so happy / Sometimes I feel so sad / ...but mostly you just make me madTenía un tigre chino tatuado al final de la espalda, en los lóbulos de las orejas unas perlas nacaradas y el resto de lo que recuerdo de ella es su piel de seda y su nombre: Hazel, <em>poussière d'étoiles dans les yeux</em> y amor de infancia en la medianoche.<br /><br />Ahora es septiembre. Y ya sólo detesto... Detesto el despertador, detesto no recordar mis sueños nada más despertar, detesto la tostadora de pan y estas tostadas, detesto el sonido de la radio de las mañanas, detesto levantarme sin que haya amanecido -tarda en hacerse de día: <em>una claridad malva y plata se desliza por los adoquines y los pretiles del Sena</em>-, detesto el aire gris estancado en mi ausencia entre estas cuatro paredes (mi hogar) e invento pinceladas (je!, en realidad brochazos) de los colores más hermosos, detesto el tiempo que tarda en llegar el agua caliente a la ducha mientras estoy desnuda ya en la bañera, detesto el casco de la moto, detesto naufragar cada mañana en este río que cruzo. Detesto este tiempo líquido. Al final lo que más detesto es saber que nunca saldré viva de este mundo.<br /><br />...Agosto. Me acuna el Egeo durante tres semanas, me hipnotiza su azul transparente surcando las aguas, el aroma de su comida y su paisaje: ecos de puestas de sol en Falasarna, puertos venecianos del norte y olivos y acantilados del sur frente al Mar de Libia: nada que ver con el paisaje de moscas y hormigón italiano o español. Grecia aún es un ritmo de vida tranquilo de tabernas, barrios, gentes, un capitalismo perezoso y mediterráneo de siesta y cabotaje. Y, sin embargo, el sacrificio de cuerpos jovenes y cosmopolitas -sus clientes- al sol ardiente y festivo -creo que me quedo con la fiesta antes que con la tragedia griega, por muy culta que sea ésta, a pesar de llevar la contraria a Aristóteles: la comedia es mímesis de hombres inferiores, parte de lo feo. Nunca fue muy inclinado al vicio el estagirita- que calcina sus hermosos paisajes parece exigir a cambio la puesta en marcha -los golpistas ya no visten verde caqui, sino verde dollar- de un capitalismo a velocidad de crucero que borre de la faz del continente los restos -exiguos ya- de una Europa meridional aún con medida humana: subdesarrollo y ritmo de a pié. Me viene a la cabeza Ilya, la puta alegre del Pireo interpretada por Melina Merkouri en <em>Never on sunday</em>, de Jules Dassin, mundo ínfimo de la verdadera Grecia: mercaderias, suciedad, taberna, impulsos primarios, retsina, baile y contrastes, no de luz y sombra, sino entre Apolo y Dionisos.<br /><br />Garganta de Samaria, Meseta de Lassithi, Leprosería de Spinalonga, isla de Gramvoussa, desciendo los 290 escalones hasta Preveli... ella está allí. Bucea desnuda y libre, el agua se desliza entre los muslos de Hazel como desearía hacerlo yo. Ah, deseo que obedeces cada uno de los caprichos de mi mente, sólo pienso en tu felicidad: <em>ponme la mano aquí, Macorina, que me muero/...ponme la mano aquí, que estoy loca...</em>, la nostalgia del país donde nací con la voz de Chavela en el iPod. Me siento tímida y fascinada por su cuerpo tan pálido ante mí, encantada por su espíritu hecho de añicos de sueños y de aquella arena... Yo, inevitablemente arrastrada a la melancolía y entrando por las <em>Cuarenta y Nueve Puertas de la Obscenidad</em>, el <em>Árbol de la Vida</em> y la <em>Guía de los Perplejos</em>... Ojos grises transparentes, languidez oriental en el rostro, boca gruesa de gozadora sin escrúpulos... Bíblica.<br /><br />De regreso a París me doy de bruces con <em>petit Petain</em> crecido como nunca y deportando en masa. Más: pretende quitar la nacionalidad francesa a toda persona de origen extranjero que atente contra la vida de cualquier autoridad pública y extender la medida a los polígamos, la trata de humanos y los actos de delincuencia graves. La <em>douce France</em> que despierta con Montesquieu y anochece con Rousseau sorprendiendo al mundo. La igualdad apenas en los lemas. ¿Retirarán la nacionalidad a la Bettencourt o a Johnny Hallyday por fraude?¿A Chirac por corrupción?¿A Miterrand por concubinato? De la Bruni no digo nada, lo dicen todo en Irán: <em>es una puta italiana</em> que <em>merece morir</em> por su vida <em>inmoral</em>.<br /><br />El porche era de cal blanca con ventanas pintadas de amanecer abierto al mar. Hazel recostada; a sus pies, su amante -yo-; a los míos, perros blancos inmóviles con el hocico sobre las frescas baldosas y los ojos entornados. Me admite en su cama hasta la mañana siguiente. Amanece y permanezco sumisa a esta ilusión. No me atrevo a moverme. Será por el tigre. <em>Tómate esta botella conmigo / en el último trago me dejas...</em>, y en el último trago me besas. Grecia es un país seguro: durante mi estancia aquí, ni se ha hundido ni se ha vendido -que yo sepa- ninguna isla (y son el 45% de la superficie del país). Austeridad para los pobres y manga ancha para los de siempre.<br /><br />Como decía Keats, <em>casi desearía que fuéramos mariposas y sólo viviéramos tres días de estío</em>, Hazel. En verano se acelera el tiempo histórico. A veces suceden más cosas que en los 11 meses restantes. Me guardo casi todo para mí (<em>...I wouldn’t be ashamed to be seen with you anywhere / You got something I want plenty of...</em>). Hace ya tanto tiempo que sucedió todo lo que me interesa...Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com39tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-32151633821612541872010-07-23T04:51:00.007-04:002010-07-23T05:23:41.164-04:00TAKE TIME OFF: TAKEOFF...<div align="justify">Escribo estas líneas y dejo de pensar durante un mes. Desaparezco, cansada, dejo el alma a remojo, me descalzo y me salgo por un renglón torcido. Una hibernación de agosto, desnuda y con muerte cerebral.<br /><br />Llevo unos pocos días reflexionando sobre la belleza. Pero no la belleza interior precisamente: empecé a darle vueltas cuando vi las tetas de Larissa Riquelme, un poco estrábicas, pero alegres, rotundas (las tetas de Larissa asimiladas al Cantar de los cantares y no a la maldición shakespeariana; las tetas son como el umbral placentero del tacto). La belleza nos seduce y nos aparta de la verdad: lo vanal...<br /><br />Y ayer por la noche, alejándome en realidad del estimulo inicial, creo que concreté lo indefinido de mi pensamiento sobre esto en la idea -la belleza- y su incompatibilidad con determinadas cosas o conceptos. Me ayudó Pessoa: <em>lo que vemos no es lo que vemos, es lo que somos. </em>O sea, la belleza está en nuestros ojos, en nosotros; la belleza es la afirmación práctica de una diferencia inevitable. No es por casualidad que, cuando tiene que justificarse, se afirme de manera enteramente negativa, por medio del rechazo de otras bellezas -de lo feo- (en la Distinción Bourdieu dice algo así).<br /><br />Entonces, acostada boca arriba, repasé mentalmente algunos fotogramas de belleza varados en mi cabeza y que, creo, han ido construyendo mi gusto. La arena triste de los circos, el aliento lento de las fieras, el aroma evocador de la albahaca, la sombra inquietante de los hombres, el tacto inverosímil del mercurio, la gravedad. Walt Whitman: <em>Leaves of Grass</em>. Baudelaire, Rimbaud, agua de <em>enjuagues de muchachas amorosas</em> de las baladas de François Villon -<em>Je suis François et cela me pèse/Né à Paris près de Pontoise/Et de la corde d'une toise/Mon cou saura ce que mon cul pèse</em>-, pedradas mortales en las tonsuras clericales, Gustave Courbet -<em>L'origine du monde</em>-, el erotómano Nicolas Emme Restif de la Bretonne -<em>Nuit de Varennes</em>-, la sobria dignidad de la palabra del ciudadano Robespierre, la pintura de Balthus -<em>Alice dans le miroir, japonaise au miroir noir, nu avec chat, Thérèse rêvant</em>...-, Pushkin, Oneguin, Georges Perec recordando, Sciascia dejando su huella de bronce en las aceras de Rocalmuto: <em>giorno della civetta</em>, conciertos mágicos de Carpentier, Rulfo, Gallegos... o Agota Kristof -<em>Le Grand Cahier</em>-, tantas extrañas cosas bellas más. Godard -<em>A bout de soufle</em>: ay, Seberg, ay Belmondo..., <em>Bande à part</em>-, Truffaut: <em>Jules et Jim</em>, <em>La peau douce, Baisers volés</em>, Kim Ki-Duk -<em>Bom yeoreum gaeul gyeoul geurigo bom</em>-, Mortal y rosa de Umbral, Steve McQueen, Otto Mueller, Harlem, George Grosz -o ser una de las dos mujeres de su autorretrato-, Otto Dix, Christian Schad -<em>Zwei Maedchen, Halbakt, Operation, Selbstportraet</em>...-, Cagnaccio di San Pietro -<em>Dopo l'orgia</em>-, los cuerpos tendidos, enlazados, extraños, corridos, perdidos en la vorágine de los sentidos, Helen Levitt, Miroslav Hak, los desnudos de Campden Hill de Bill Brandt, Bach -Clave, Concierto No.5 en in F Minor BWV 1056-, <em>violinkoncert </em>Beethoven, Wagner, Glenn Gould, Chesney Henry Baker Jr., -Oh, <em>Chet</em>, canta <em>Funny Valentine</em> mientras duermo y me acaricias el vientre, sueños de la razón-, Charlie Parker y Coltrane. Dylan, humo de libertad: <em>But it’s not that way/I wasn’t born to lose you</em>, y el zíngaro Reinhardt camino de la Camarge. Berlín: <em>Alexanderplatz</em>, <em>Die Blechtrommel </em>-el rostro pegado al pubis-, <em>jüdischer friedhof</em>, memorial soviético; París: <em>Le Marais</em>, <em>Olympia</em> de Manet, los pies de <em>Mme. Récamier;</em> NY -<em>Upper east side</em>, <em>Greenwich,</em> Patti Smith y el CBGB-; Londres -<em>Nothing Hill, Covent Garden</em>, mítico <em>Roundhouse</em>: destroy-; el color gris del mar en el Cabo Norte, verde de la laguna de Venecia -Venecia: <em>Lido</em>, <em>Campo dei Mori</em>, <em>Ghetto</em>-, azul del hielo del Perito Ruiz, los ojos de Picasso o de Bonnet/Kippelstein -<em>Au revoir les enfants</em>-, Coltrane -<em>Soultrane</em>: piano Garland-, Venus de Jean Fouquet, ciudad de Lucca, costa de Normandía soñando los acantilados de Dover. El manifiesto comunista, la nostalgia revolucionaria, sonrisas varadas en el malecón de La Habana, Yunnan, las carreteras tortuosas, las montañas vistas desde los aviones, champagne <em>Pommery</em> sin fresas ni bandeja de plata porque ella no quiso, la voz y la palabra como argumentos de la vida. La belleza -lujuria- del segudo circulo del Infierno de Dante: el torbellino incesante de esta necesaria soledad. De los cainitas, que honran a los perseguidos por el dios de los judíos: Caín, los habitantes de Sodoma y Gomorra; <em>Voluptas</em>, hija de Eros y Psiqué. Afrodita naciente del semen arrojado al mar por Urano. Qué hermosa pornografía mitológica. El vértigo del pasado verano al mirar el Pacífico desde Aguadulce semejante al de las 122 millas desde la costa de California -<em>Highway 1</em>-, a follar en la orilla de la Laguna de Canaima escuchando aún el agua de Salto del Ángel. París de cada día como el París ocupado de Patrick Modiano: la piel tersa de la juventud (café) perdida, dibujado por la mano de Tardí, la piel fría de la Venus de Milo o de Boticelli, buscando el retorno eterno a la seda de tus muslos. Follar sin que se te escape el amor, que es lo peor: belleza -placer- mutilada por la moral.<br /><br />Belleza en el rostro de Shakine Mohammadí Ahstiani, iraní de 43 años, condenada a ser lapidada por adúltera, enterrada hasta el pecho y golpeada hasta la muerte con piedras que no sean tan grandes como para matarla de forma instantánea ni tan pequeñas que no le causen daño, tal como establece el código penal de la República Islámica. Triste el mundo que castiga por follar. Triste y doloroso, especialmente cuando los que castigan son quienes no follan. Cómo la consolaría tendida junto a ella.<br /><br />Belleza es... quizá sentarme de nuevo a tu lado a conversar mientras cenamos, quizá posar las palmas de mi mano en tus mejillas -no se si lo haría-, quizá volver a sentir tu abrazo sincero, quizá pensar en lo que me has escrito (sería diferente si me lo hubieras dicho) que piensas, tratar de soñar contigo -ya te he soñado- o saber qué soy en tus sueños. Nos escribimos mucho y apenas nos vemos con los pies en la realidad, y ya un día me lo dijiste y te di la razón. Y volví a escribirte como una necesidad mía que no se si debes cargar tú por no encontrar el momento de poderte ver. Tu pensamiento es claro y a veces creo son mis razones las extraviadas. A veces -digo- nuestras palabras nos impiden hablar. Parecía imposible. Nuestras propias palabras...<br /><br />Me marcho a Creta. En barco. Que vuestra navegación sea tranquila.<br /><br /><a href="http://www.youtube.com/watch?v=1h1oRP7FfBw">http://www.youtube.com/watch?v=1h1oRP7FfBw</a> </div>Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com33tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-34396633706845233442010-06-16T03:45:00.007-04:002010-09-09T10:34:16.673-04:00Half-wracked prejudice leaped forthSoy insomne (pero no quiero tomar píldoras legales del bienestar). Y tengo desasosiego dentro (tampoco quiero tomar píldoras legales para inhibir las neuronas). Mis últimas mañanas son mañanas de madrugadas de desvelo en las que me ducho intentando que los sentimientos de plomo gris y raices negras se los lleve el agua... Emociones, subjetivas y personales: angustia, culpa, indiferencia, amor... Me gustaría no tener alma, sino un código xml embebido en el cuerpo, bajo la piel. En realidad hay algo de eso: sentimientos que se derraman. Insomne: se detiene el tiempo (como en una fotografia de Saul Leiter, que al tiempo me evoca los instantes detenidos de Hooper y la laxitud sexual de Balthus: instantes detenidos por ojos heridos por la belleza) mientras las sábanas se arrugan, ilesas, bajo mi cuerpo y morreo -sola- con la almohada. Entonces me asomo a fumar. Escucho el pulso de St. Denis, voces en español con acento americano: <em>negro jueputa, vergón!, cholo llorón, ven aca..., qué ojos tan chimbas tienes y qué rico culeas, amor... </em>son sólo ecos de susurros. Se me antoja que mi ventana de París se asoma a unas Antillas cálidas que son las estrechas calles entre Sébastopol y Beaubourg.<br /><br />Y es que estos días -en estos últimos siete días tres personas me han dicho: <em>sabes como el cielo</em>, <em>qué putas eres</em>, y <em>no, no sientes tu trabajo</em>, luego lo explico- quiero hacer las cosas con dolor en el alma. Pero no, no puedo. Por lo de los sentimientos, las emociones. Porque no creo en la afinidad, afecto, apego que parecen necesarios para que los cuerpos se encuentren. No, no quiero sentimientos. Emociones,no. Acción. Prefiero noches eternas. Noches eternas de nueve meses sin dormir pero apegada a la piel. Prefiero enfadarme como obligación, no como reacción. Lágrimas porque escuece la piel, no por pasiones del alma. Y es que me cuesta más hablar de mis sentimientos que de mi sexo. Debo saber explicar esto antes de que la madrugada comience a pintar colores que difuminen el color gris de mi desesperanza. Tolstoi decía <em>todo lo que sé, lo se porque lo amo</em> -a Lev se le fue la olla de viejo-. Pero a mí, el sentimentalismo me distrae; el amor me enreda y desordena: me hace resistente a la excitación, no me deja ir donde deseo: al deseo. Amor delirante, ciega lealtad... nadie es de nadie. Ir y desandar pasos. Atajos y caidas. Volver al lugar desolado. Promesas incumplidas. Caricias en la piel: una mano en el vientre. Confidencias al oido. Cómplices de sueños, fantasias, fervores. Caminemos juntos, una junto a otro, comamos juntos, compartamos techo... ¿Qué lo diferencia de mi relación con mi perra? Mi perra es un animal, no otra hembra. Y con mi perra no follo. Con mi perra no tengo la confianza de intercambiar fluidos. No me considera suya. No soy de ella. Mi intimidad no son sentimientos. Al contrario: prefiero follar como una perra que no ser sumisa, de alguien. Sí: como una perra.<br /><br />Siento deseo como siento hambre y sed. Lujuria y atracción, pero no apego. Mis feromonas, dopamina, serotonina y norepinefrina no llegan a la tercera etapa, son a corto plazo. No entienden del apego que se transforma en relación a medio, largo plazo. No me implica en emociones distintas del deseo sexual individualizado, del aumento del ritmo cardíaco, del apareamiento. No hay lazo afectivo, no hay cariño, ¿dónde están la oxitocina y la vasopresina? No entiendo el amor bíblico de la salud y la enfermedad, la alegria y tristeza... <em>El que imagina aquello que ama afectado de alegría o tristeza, también será afectado de alegría o tristeza; y uno y otro de estos afectos será mayor o menor en el amante, según uno y otro sea mayor o menor en la cosa amada</em>. Sí, si, Baruch... pero no. No quiero amar. <em>La vida</em> -Proust- <em>está sembrada de esos milagros que siempre pueden esperar los que aman... </em>Yo, sin embargo, no logro descifrar jamás el confuso alfabeto de este mundo.<br /><br />1) Hace una semana cené hasta tarde una noche en Le Vaudeville con G. Nos dijimos adiós, sin lágrimas, hasta que G. me dijo que lo que más echaría de menos era lo puta que yo era. La abracé.<br />2) Anteayer desperté pensando en Antoine. Antoine es hijo de dos generaciones de emigrantes tunecinos afincados en París. Piel canela, ojos grises y una polla enorme sin circuncidar, que es como más me gustan. Hablamos tres días a la salida del trabajo, y se quedó una noche en casa. Buceando en mis pliegues. Una noche que mi almohada escuchó al mismo tiempo que yo: <em>tú, cariño, sabes como el cielo</em>.<br />3) Mi jefe... Todos están nerviosos porque el negocio cambia de manos. Y él quiere que hable -sienta- del curro como si fuera mi madre, mi coño, mi casa. Sentirme parte de él. Pertenecerle. Tampoco puedo. No me sale decir <em>mi empresa</em>, ni limpiar con un paño la pantalla de mi mac. No.<br /><br />Es, ahora, demasiado temprano. Escucho a Earl Hines, <em>once upon a time</em>. <em>Fatha </em>Hines existía ya antes de que el jazz existiera. El piano se desliza casi silencioso por este amanecer de luz azul. Las seis, joder. No me importa decir que, cuando me pongo una medias, a medida que llego arriba del muslo me siento excitada; me miro en el espejo sólo con las medias y me doy morbo a mí misma. Desnuda y con medias. Sin embargo, cuando miro a Jacqueline a los ojos y sonrío -quizá no debería sonreir al decírselo- diciéndo que la deseo y ella se aparta de mis labios y me dice que voy demasiado rápido me siento mal, tan mal que no se si me equivoco en las palabras, en las señales que identifico, en los tiempos o en las personas. Me siento mal dentro, se me vacía la seguridad, vueltas y vueltas a la cama esa noche. Me quema algo dentro que no es de gusto. No me importa decir -volver a decir- que me cuesta más hablar de mis sentimientos -sigilo de puntillas, caminar de gata- que de mi vida sexual... Ayer noche iba deprisa. Sábanas revueltas. La almohada no escuchó nada.Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com55tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-21018621845269884472010-05-07T05:01:00.004-04:002010-05-07T05:11:54.052-04:00Johnny's in the basement. Mixing up the medicine. I'm on the pavement...Hará dos horas... poco más. Estoy sentada mirándome los muslos. Dos horas. Me siento bien. Huelo la mano -<em>be my own</em>-, la recuerdo -por eso así-, o algo más. Tal vez y media. Tarde. Cuando estoy así se hace tarde. Y aún debo terminar de encontrar. Pero sin obsesionarme. Y faltan todavía un par de horas para ir al curro. Estoy desnuda y me miro los muslos. Se que me he masturbado hace un rato, me huelo los dedos. Cuando fumo marihuana los orgasmos me estremecen, duran infinito, me vuelvo loca, me tiemblan las piernas, no me sostengo. Y siempre me entra hambre. Mucha hambre. Pero aquí sigo, sentada -desnuda- en el sofá, los brazos abiertos, sudor en las axilas. Las piernas abiertas. Los reflejos relajados, reflejada en los cristales donde sólo me veo un segundo después de mirar. O sea, tarde. No estaba muy cargado, no, pero siento un adormecimiento agradable, la mente lúcida y que el cuerpo se hace específico enardeciéndose, concretándose: se concretan algunas partes de mi cuerpo, toman razón de ser por sí mismas, no me hace falta tocarlas para saber que están ahí pidiendo que la mano llegue a ellas. Ahora, insensiblemente tendida, a gusto. Consciente de mí. De ella cuando vivía bajo este mismo techo. En realidad no, no era bajo este mismo techo, porque era en la buhardilla de la Rue Beaujon. Fumábamos y follábamos. Nunca había fumado y follado tanto con nadie sino con Marie. Y con Laura, cuando vivíamos en Barcelona. Te corres de otro modo. Fascinante.<br /><br />El tiempo interminable se sucede despacio aunque lo deshojo rápidamente en la circunstancia -no es tarde aunque parezca, Luna, que todo en tu vida sucede tarde-, brazos y piernas ligeras aunque no te muevas. No debes obsesionarte. Si te aceleras todo se acelera. Si te obsesionas, entonces la espiral es interminable. Si te deja Laura -ella era un verdadero amor, un ángel ciego: <em>amo a la mujer ciega, nos amamos tan tiernamente en una habitación alta y blanca abierta a través de mis ojos al paisaje del mar como ama quien adivina y descubre, no quien constata. Necesitas música mientras recorres toda mi piel con las yemas de los dedos: eres un pájaro amando el aire que surcas suave, como los versos el papel, mis párpados y mis labios</em>- te sientes descender al infierno sin renacer; mejor no fumes, porque morirás desangrada de un amor que no podrás confesar a nadie. Sin embargo, si te dejas llevar por la pasión, alcanzas los catorce ochomiles con la mente antes que nadie. Y con el cuerpo inmediatamente después. Y cada cumbre no es un éxito, sino un estremecimiento, una caída libre. Y Laura gemía en caída libre como sólo saben gemir esas chicas hermosas por dentro y por fuera. Muy parecido a como gimen las chicas japonesas -ya se que no todas las chicas japonesas gimen igual, pero sabemos de qué estoy hablando-. Otra vez excitada. Desde hace más de dos horas lo estoy. No dejo de pensar -el sol se está empezando a posar sobre mis muslos flacos, desnudos- mientras no pienso nada. No siento nada más sino que siento que mi sexo palpita y necesito sumergirme en él. Dos horas y ya el tiempo ha desaparecido. Sin necesidad de hablar me explico bien todo y no creo que el tiempo corra en balde. Que corra el tiempo mientras yo me corro. Otra vez. ¿Cuántas veces?<br /><br />Me cuesta concentrarme porque sin ataduras las convenciones desaparecen, los pudores no existen, la mente es libre, la piel no necesita otra piel, las bragas se quedan en el suelo, el sexo rezuma, los miembros se relajan, laxitud: el deseo se emancipa, deseos de ser hombre sólo para estar dentro de una mujer, siento que cada parte de mí tiene un lugar preciso y que cada sensación sucede en el instante preciso. Te follaría ahora, Marie, Laura: mi amor. Sin palabras, desgranaría estas dos horas que ya me faltan metiendo y sacando cosas como si fuéramos tú y yo las mejores amantes que hubieran existido y nunca fuimos -<em>dentro de ti no siento tu ceguera. Juego yo entonces a ser también ciega –sin que lo sepas– y pierdo mis labios en el mapa de tu cuerpo, pliegues que ahora no reconozco, seda y musgo, reino de silencio enigmático; perdida, me embebo / ahogo en mis propios jugos, siento tan oscuro este placer así que para ti es luz. Falta un sentido y nos sobra sensibilidad. Después, desnudas sobre la cama, adivinas al tacto colores y palabras escritas, con los ojos tan extraviados –parece a veces que tus pechos vean más que ven tus ojos, que tu piel sea más sensible a la luz que esas pupilas apagadas a la belleza: estoy triste porque eres ciega, porque amo, me aman sin que me vean –este amor sólo pasa por tus manos– y no porque sea poeta sin palabras, sin qué decir-</em> y debiéramos entenderlo. No existe nada relacionado con nuestros cuerpos que nadie deba desconocer, no hay nada relacionado con el roce de nuestras pieles moralmente inadmisible. Minutos extraviada en la espiral de mi piel, la yema de mis dedos arrugada, la cara interna de mis muslos mojada, le mente tan limpia. Pam, pam, pam, camino hacia la ducha como flotando y el agua me reconforta. Hace tiempo que estoy refugiada dentro de mi propia piel. Me declaro incompetente acerca de mi exterior.<br /><br />Deberíamos querernos más -he pensado bajo el agua- en lugar de correr tanto en pos del dolor. Sí: todo está roto, especialmente por la noche todo está roto. El tiempo está roto, sin reparación posible: los minutos que pasan borran el presente, no regresan, se suceden como el muchacho -otro muchacho- que, huyendo del dolor, murió estampado contra la muerte que estaba en los hierros de los bajos del camión. Quizá me hubiera gustado conocerle y sentirme follada por su miembro negro de muchacho de 20 años que huía de la muerte segura de los niños soldado que aquí ignoramos y que allí, enloquecidos por la droga -como la que yo tomo-, empuñan un kalashnikov que mata para nada y por ningún principio y sin ninguna esperanza y sin siquiera darse cuenta. Consolarle y follarle, o follarle en su consuelo, aunque después hubiera muerto. Como cualquier esperanza de cambio. Hoy la ducha me ha salido muy trascendente y profunda. Tarde, como siempre.Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com85tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-70526094195509412512010-03-26T08:11:00.007-04:002010-04-03T12:46:58.635-04:00Un coup de désMañana viajo a Roma, a casa de mi madre. Y esta noche he tenido una pesadilla: paseaba por los museos vaticanos distraidamente viendo esculturas por aquí y por allá. Era extraño, porque los pasillos estaban vacíos, silenciosos, en penumbra. Al llegar a la altura del Grupo de Laocoonte, alguien que surge de entre las sombras me agarra fírmemente desde la espalda, me tapa la boca y, arrastrándome trás el grupo escultorico, me levanta la falda y me ensarta por detrás -no se por qué razón no llevo bragas- con la naturalidad con la que follan los bonobos. En el sueño todo es confuso: siento un aliento oscuro en el cogote, forcejeo con la sombra mientras escucho un fru-frú de sedas y telas y unos gemidos enfermizos como de letanía al tiempo que me falta la respiración tanto por el hedor rancio que lo invade todo como por la mano fría que me tapa boca y nariz. Trato de gritar y desasirme. Me duele el culo. Cuando el tipo me suelta y reacciono, sólo alcanzo a ver la sombra difusa que huye, ya a mitad de la galería de las estatuas, con un largo vestido blanco y zapatos rojos. En la huída, queda un solideo blanco sobre el marmol brillante.<br /><br />Me despierto sudando e, instintivamente, me echo las manos al culo. Llevo bragas y todo está en orden. Creo que acabo de soñar que me ha violado Benedicto XVI dentro del Estado Vaticano. Qué hijo de puta.<br /><br />Llevo varios días rumiando sobre la pulsión sexual irreprimible de los curas católicos. Pero no; no, no se trata de eso. Si los curas sometidos a la antinatural -no es por extemporánea- continencia, celibato, abstinencia de la carne no pudieran soportarlo, irían de putas o se dejarían la polla roja de frotársela como los adolescentes. O, sin mentirse (visto lo que hacen con el dinero, qué no hacer con el celibato), vivirían en amancebamiento o compartiendo su existencia con una mujer. Pero no. No se trata de eso. Hipocresía. Trabajan su pulsión enfermiza con premeditada alevosía, abuso de confianza y superioridad, uso de disfraz, desprecio de la dignidad conociendo que el abuso se hace sobre quien, de antemano, se conoce su silencio: seminaristas -otros tarados-, niños, discapacitados... usualmente de su mismo sexo.<br /><br />No son curas que se saltan el celibato, son pederastas, reprimidos, seres repugnantes -que se cuentan a miles- que delinquen con menores, con sus propios hijos o con personas que nos son dueñas de sus capacidades plenas: los violan, se los follan, destrozan sus vidas castigándoles a una humillación que abundará en sentimiento de culpa y en una autorrepresión que taparán con las ramas caidas de una fe falsa, obsoleta e irracional. El resto es tiempo y olvido. La única solución: juicio y cárcel.<br /><br />Lo curioso de todo esto es que el asunto de no llevar bragas en el sueño me ha hecho recordar dos cosas. Una de mi infancia: cuando era niña, viviendo en Monterrey, mi abuela me ponía siempre unas bragas hechas de labor -las tejía ella- que me apretaban las ingles. Cuando la muchacha me sacaba de paseo yo, apenas en el portal, me las quitaba y ella las guardaba en su bolso. Esa sensación agradable del viento corriendo entre mis muslos bajo las falditas la evoco a menudo y creo que me ha ayudado mucho a ser como soy: me encanta despelotarme y llevar el culo al aire.<br /><br />La otra me lleva a Sarkozy. El otro día vi en la prensa el revuelo ocasionado por Mme. Sarkozy, criticada por asistir a un acto oficial (recepción al presidente ruso Medvedev) en el Eliseo con un estrechísimo y largo vestido azul (Roland Mouren) sin espacio para sujetadores ni bragas. Bruni marcó tetas, culo, cadera y críticas en la prensa del corazón por no llevar ropa interior. Hermosa. Sarkozy posa disimuladamente una mano sobre una de las nalgas envueltas en seda de la Bruni. El oficio no se olvida nunca (ninguno de los dos, aunque creo que desde que la Bruni va sin bragas a Sarko le va a peor en política: hasta el PS le gana elecciones). La envidia causa estragos. Mentalidad estrecha y victoriana que no ve más allá de las narices. O de unas tetas. Luego vislumbro cerca -en la misma prensa: cuánta frivolidad en Le Monde! Voy a volver a leer Libération- los pechos desnudos bajo unas transparencias de Laetitia Casta en los Premios Cesar. La adoro. Francia es otra cosa: Laetitia ha puesto cara al busto de la République -Marianne- como antes lo hicieron las Bardot, Mathieu, Deneuve o De la Fressange.<br /><br />Me acomete el deseo de desnudarme mientras preparo la maleta. Pienso en Roma. Recuerdo el sueño. Me reprimo. Aprieto el cinturón del albornoz. Busco las bragas más castas de mi cajón y las dejo sobre la cama junto al resto de la ropa -pantalones- que me pondré mañana. Ay.Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com50tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-89779248573378419862010-03-01T06:35:00.006-05:002010-03-01T06:47:17.779-05:00"Un hombre debe tener por lo menos dos vicios, uno solo es demasiado." (B. Brecht)He dejado de trabajar con publicitarios -los grandes <em>talentos </em>del mundo contemporáneo- para comenzar a hacerlo con periodistas: el <em>mundo contemporáneo</em>; una de esas categorías tan satisfecha de sí misma en cuya ausencia -dicen ellos- el mundo no giraría, o lo haría mal. Mandriles alborotadores que solo preguntan aquello de lo que ya conocen respuesta.<br /><br />Pero lo importante es que vuelvo a tener nómina. Y, dados los tiempos que corren, vuelvo a ser alguien (vuelvo a ser ciudadana del sistema-mundo, no tropa-desactivada).<br /><br />Tener nómina da acceso a muchas cosas. Y no hablo de la inmediatez del dinero -poco- cada mes en la cuenta bancaria. En realidad te da acceso a un sin fin de servicios virtuales a través de internet, <em>online</em>, sms, móvil, <em>home banking</em>, dinero plástico... que te hacen sentir mejor -lo cierto es que los tiene todo el mundo- y más cerca de tu dinero y tu banco -que no lo olvide: mi banco es mi amigo-. Pero es más: a lo que te da acceso es, sobre todo, a la virtualidad de una vida ficticia que puedes construir a partir de la disponibilidad de una serie de objetos innecesarios y normalmente inalcanzables que, con el acceso a unas cantidades de dinero de las que no dispondrías de otro modo, ahora puedes adquirir. Durante mucho tiempo a eso se le llamó usura. Ahora no.<br /><br />Claro, también es verdad que ahora no consumimos lo que necesitamos; sólo consumimos lo que deseamos.<br /><br />En fin. Voy a lo tangible y real. Como nunca había tenido una tarjeta de las que permiten comprar sin tener dinero -en realidad sin tener un determinado nivel de dinero; o sea: de crédito-, desde que el otro día fui a mi banco con mi contrato -me llamaron Sra. (o sea, Mme.)- hasta hoy he ido comprando compulsivamente una serie de objetos o experiencias -dicen ahora; siquiera servicios- que fui clasificando como necesarias o innecesarias en una lista previa. Es verdad que muchos de los objetos han cambiado a lo largo de los días de categoría. En cualquier caso, todos simple anhelo vehemente.<br /><br />De modo tal -invadida por un deseo nada sensual, sino de calenturienta liquidez- me lancé a comprar para olvidar; compro y olvido inmediatamente después. Satisfacción insatisfecha:<br /><br />Innecesarias: Gafas de sol (molan, ¿no?). Sombrero vietnamita. Pasaje a Roma para Semana Santa (mamá). Un <em>iPhone</em>. También un <em>iPod</em> (devolví el que tenía prestado: vivir como en una película, con banda sonora, es hermoso). Varias pelis: Buscando un beso a medianoche, Desgracia, Alrededor de la medianoche, <em>In to the wild</em>, <em>I'm not there</em>, El Padrino (I, II y III), La piel. Un lector de DVDs (la tele la cambio en la próxima nómina). Otro casco (la Vespa arrancó). Un sillón Voltaire (para leer). Una lámpara de pié. Otra de techo. Una vajilla de porcelana china. La obra en prosa de Borges, completa, en castellano. Rotus de colores (10 rojos, 10 negros). 3 libretas <em>Moleskine</em> (<em>Sketchbook</em>) para dibujar. Chaqueta de terciopelo. Botas de lluvia. Un vibrador. Una cámara digital D300. He subido a lo alto de Tour Eiffel. He apalabrado un <em>Mac</em> de esos tan bonitos (second hand).<br /><br />Necesarias: Ropa interior. Un Bauman: <em>l'ethique a-t-elle une chance dans une monde de consommateurs? </em><br /><br />Creo que sólo la <em>sociedad de la abundancia</em> es capaz de desterrar para siempre los conflictos sociales revolucionarios: el consumo es alienación y da significado a la vida en sí misma. Consumo de objetos de valor simbólico e individuos desarraigados de la necesidad. Necesitamos tener cuanto tienen individualmente nuestros semejantes para ser como ellos. Consumimos porque estamos arriba: podemos y debemos marcar la diferencia. Si no, consumimos porque queremos parecer que estamos ahí, que somos como ellos: nos sirve la apariencia. Es menos doloroso parecer que ser.<br /><br />Lástima todo. Lo único que necesito de verdad no lo puedo comprar de momento...Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com56tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-53227365206235595152010-02-20T16:09:00.003-05:002010-02-21T04:03:14.677-05:00With wings to fly, she rolls alongs doing it wrongComo cada mañana. Como cada fin de trayecto de otra noche (una noche más) de desvelo. El cielo chirría deslizándo su vientre gris y triste sobre tejados, pesadillas, antenas, buhardillas y perplejidad mecido por el viento del norte (<em>écoutez le craquer</em>...). Como el hielo, cruje como el hielo, dentro y fuera de mí. El horizonte de mis pensamientos se aclara: descienden a esta hora nítidos entre los copos de nieve que se revuelven en ventisca confundiéndolo todo y reflejan la mortecina luz del amanecer. Me desnudo entonces y deslizo el cuerpo bajo el edredón. Me vence el cansancio, me escuecen los ojos rojos cuando los cierro. Una hora hasta que suene el despertador. Primer día de trabajo.<br /><br />Como cada mañana, como cada noche, como cada momento he entrado al correo, he mirado su blog. He vuelto a constatar que en su mundo virtual quien reina es el silencio. Una densa red de palabras sin escribir, de sonidos sin pronunciar, de intenciones sin escuchar. De deseos desasidos.<br />Quien yo creía querer y creer <a href="http://andthereisnotimetothink.blogspot.com/2008/04/ella-se-ha-comprado-un-coche.html">me dejó un día </a>dentro del casco que estaba en la cómoda de la buhardilla esta nota que guardo (porque a Ella ya no la aguardo): <em>El viento se puede escribir. Puede sentirse, como me gustaría sentir no sólo tus dedos, sino la ausencia después de su presencia. Ese aire frío que se mueve tras de tí cuando una puerta se abre, o se cierra (ya te lo dije: tras de tu puerta esperaba tu presencia, no soledad). Yo si soy. Como escozor para tu llaga. Quien hollar tus pechos o malograrse en cada intento de alzarse sobre lo hermoso que resta tras el Apocalipsis. Una dentellada (fiera) que te deja maltrecha en el mejor momento de tu felicidad. El error que lee con envidia tus palabras porque me gustaría beber tu saliva para paladear lo que estuvo junto a tus palabras.<br /></em><br />Desarmada<br /><br />Esta noche, a la salida del trabajo en el boul. Auguste Blanqui (cerca de rue Tolbiac, y recuerdo a Leo Malet y a Nestor Burma), me senté sola a cenar algo en la Braserie Havane. Ya era tarde (22:00h.). Enfrente, justo enfrente de mí, Ella. Sentada. También sola. La vida es muy corta y los días demasiado dulces como para que cada pensamiento que se anuda en mi mente pueda volverme loca (todos pueden ser desanudados). Si dependemos del tiempo y no poseemos ninguna palabra, no es para nada el fin. Sólo diré adiós hasta que volvamos a encontrarnos. Y eso fue ayer. Llegué sola a casa y rompí la nota que conservé un día. El viernes nos vimos otra vez. Pienso si todavía arrancará hoy aquella vieja Vespa que ha estado todo este invierno bajo la nieve. Ella tenía coche...<br /><br /><em>Reiteramos el placer en cada cuarto de hotel, instantes entre todos los momentos vividos. Ninguno indiferente al otro, nos juntó el destino (encontrándonos después de tanto buscarnos): para Ella mi perfume, para mí sus caderas, y un vago olor de vainilla nos enredó en un mismo sueño: hasta un día en que, ya forjadas las cosas a su medida, nuestros sexos comenzaron a desenredarse.<br /><br />Prácticamente no hubo palabras, pero ambas tratamos -alegría o triste melancolía- de alargar este adiós (...) tal vez porque allí ya antes había sido revelado el misterio de nuestros cuerpos desnudos, habíamos aprendido a reconocernos, furtivas; y ahora a renunciar una a la otra.<br /><br />En penunbra Ella comenzó a desnudarse; yo a contemplarla muda. Senos desplegados, madeja de ébano, piel encadenada, nudos desmadejados. Noche agazapada, caricias de firmeza ténue, cálidos escalofríos y miradas perdidas ya vacías y llenas de ayer. Sudor y deseo, jungla y tiempo de madrugada abrazados por la luz del rescoldo encendido. Luego, los cuerpos abandonados acostados bajo la luz definitiva de una noche que quedó atrapada para siempre entre nuestros sexos. Mañana ya no fue nuestro tiempo.</em><br /><br />Sólo pienso ya en mi primera nómina...Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com48tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-38866025519521084362010-02-03T04:06:00.005-05:002010-02-03T05:18:51.373-05:00Ten cuidado con lo que deseas porque puede ser que lo consigas (O. Wilde)<div align="justify"><em>A whore will pass the hat, collect a hundred grand and say thanks/They like to take all this money from sin, build big universities to study in/Sing "Amazing Grace" all the way to the Swiss banks<br /></em><br />En esta vida el viento nos empuja el culo en direcciones insospechadas. A veces nos lleva a lugares donde nos sentimos perdidos. Otras veces nos pone frente al espejo y no queda otra que reconocerse en él. Hay una frase de Cesare Pavese -de memoria... ay, se la oí a mi padre tantas veces desde que cumplió 40- que viene a decir que todos somos responsables de nuestra cara a partir de los 40... Siempre quedan en el rostro las arqueologías de tantos aprendizajes (de conductas), por mucho distanciamiento que se tome. Yo soy apenas una aprendiza. Y hoy, además, aumentada la esperanza de vida sólo se debería ser responsable a partir del, al menos, medio siglo redondo: el rostro será ya entonces -observo una fotografía de mi madre mientras pienso esto- un parapeto ante los otros, porque el cuerpo ya está malherido de tiempo y cicatrices, necesitado sólo de sinceridades de poca luz y mucho tacto.<br /><br />Mentir hace daño. Como cuando te meten un dedo en el trasero sin avisar. Y yo no soy una cenicienta: siempre me aprieta el zapato de cristal y me gusta más la calabaza que la carroza. Ella -S.- me hizo una promesa y me causó el daño. Y yo tuve que mentir.<br /><br />Nos sentamos juntas sobre la nieve de un banco de <em>Washington Sq</em>. al atardecer. Ella -S.- me miró y yo me estremecí. Sentí deseos de enmendarme. Al fondo me pareció oir un saxofón escapando por las rendijas del cercano <em>Blue Note</em>. Después caminamos y, sólo cuando nos detuvimos en la esquina de <em>MacDouglas</em> con <em>Minetta</em> -lo recuerdo: estabamos delante del <em>Cafe Wha?</em>-, fue cuando me lo dijo: <em>ven conmigo, quédate a mi lado, trabajaremos juntas. El puesto es tuyo, pero sólo si te mudas a mi departamento y me juras amor eterno</em>. (Yo llegué en diciembre a <em>NY</em> por una apuesta profesional: perdí mi trabajo, y S. lo sabía; S. son 45 amables y hermosos y despiadados años y antes mi jefa en París, y me ofrecía ahora una oportunidad irrechazable. Pero yo no fuí hasta allí sólo para rellenar un hueco en una cama). Le expliqué lo que me ataba a París -en realidad nada- y que lo pensaría todo mucho.<br /><br />Cenamos en silencio en un restaurante judío del <em>Greenwich</em>. Lo de alrededor se convirtió en un desierto: de repente me pareció estar enterrada en la arena hasta la cintura, ahogada por el polvo de una plaga, y que ella -S.- me arrojaba como una moneda a la taza de un ciego. Yo perdí el anillo y ella se alejó caminando sobre clavos. No hay vuelta de hoja si los cimientos del orgullo se vienen abajo.<br /><br />Hoy, bajando alegre y a buen ritmo <em>Notre Dame Des Victoires</em>, en el <em>2éme</em>., doy vueltas a esto de regreso de una reunión de no-trabajo de la que espero sacar algo en claro de mi porvenir (hoy es el presente real; mañana, tiempo imaginario) profesional. Me ofrecen un buen sueldo, un puesto razonable y, a cambio, no me piden entregar mi corazón. Yo lo puedo entregar todo, pero no me puedo mentir. </div>Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com62tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-1802597368246298122010-01-19T11:20:00.001-05:002010-01-19T11:23:48.712-05:00Where black is the color and none is the numberA los pobres sólo se les ve cuando se mueren. Cuando asoman su manos inertes bajo las planchas de cemento, ya grises como el cemento. Cuando se les hincha el vientre vacío a los niños mientras las moscas que se pasean por la comisura de sus labios les roban la vida. A las víctimas del sistema sólo les ponemos cara cuando aparecen sus cuerpos reventados bajo los cascotes de edificios miserables que se vienen abajo con los terremotos, los huracanes o las guerras, pero siempre como imagen de fondo de sesudos analistas que hablan de por qué no construyen sus casas de acuerdo con las normas de prevención sísmica y no de ese modo tan miserable -ignorando la variable de que viven en la miseria-. A quienes osaron nacer en la periferia de nuestro mundo desarrollado -tuvieron simplemente la azarosa desgracia de nacer ahí- y vemos en fotografías o videos con sus vidas ahogadas en charcos de sangre los matan las armas que, puestas en el mercado por nuestra flamante maquinaria industrial deslocalizada, arrasan países de cuyo dominio depende el sostenimiento de la economía del desarrollo. Las desgracias, pensamos, se ceban en los pobres sin pensar que el anzuelo de la muerte, del dolor y de la miseria estaba ya, antes de que temblara la tierra o barriera el viento y el agua su precariedad, enganchado a sus paladares tirando de ellos hacia la oscuridad. Desde cientos de años atrás, desde que les usurparon su libertad, desde que fueron llevados a una falsa tierra de acogida para ser destrozados por la esclavitud. No duelen las fracturas y las heridas físicas, sino los desgarrones que anidan en el dolor del alma.<br /><br />La ayuda humanitaria (sic) que se desgrana hoy tenía que haber llegado en forma de maldición sumaria primero sobre Francia, después sobre los EEUU que tomaron y ejercieron su poder absoluto directo sobre la isla desde 1915 a 1934 y, después, sosteniendo sucesivamente a <em>Papa Doc</em> y a <em>Nene Doc</em> (los Duvalier) desde 1957 a 1986, ayuda humanitaria que nos hace olvidar que Haití fue el segundo país de América Latina en proclamar su independencia en un proceso revolucionario abolicionista de una población en un 95% con origen en el África subsahariana, ayuda humanitaria para tapar la violencia política, los golpes militares subvencionados por el Norte, las crisis acumuladas en la paciencia de ciudadanos que nunca lo han sido, ayuda humanitaria vestida de uniforme militar para poner orden entre los cadáveres: bienvenidos los soldados que dejarán que los pobres lo sigan siendo, ayuda humanitaria vestida de periodistas que nos dirán lo que dicen que ha sucedido desde la cafetería con wifi y whisky de un hotel cuatro estrellas y entre rumores de sábanas, en forma de turismo solidario de lujo de ciudadanos del primer mundo con sentimientos de culpa que cauterizan con la persistente muerte acumulada de siglos, ayuda humanitaria encarnada en cascos azules que violarán o abusarán de mujeres desesperadas de hambre, miseria y lágrimas y parirán hijos envenenados por lo que no nunca podrán ser. Ayuda humanitaria que no es desarrollo, sino caridad. A Port-au-Prince no llega nada: ni recogedores de cadáveres, ni comida extranjera, ni esperanza: sólo una pesada lluvia de logotipos de <em>fundraising</em> que desembocan en cuentas bancarias suizas -nos enseñan que cuando los ministros de Haití se llevan el 50% del dinero para ayuda lo debemos llamar 'corrupción'; y que cuando son las ONG las que se lo llevan, debemos llamarlo 'gastos generales'-. Dios no existe, aunque su ignorancia le rece, porque no castiga a quienes mienten; porque ante la tragedia sólo hay llanto, murmullo, silencio de quien no se atreve a gritar lo que podría consolarnos -pura convención- porque el dolor es concreto y agrede a quien toca. La solidaridad es una palabra de mierda revoloteada de moscas en forma de palabras de consuelo. Ante el olor de los cadáveres en descomposición, vomitamos dinero.<br /><br />Las madres que sostienen entre sus brazos los cadáveres de sus malogrados recién nacidos tenían también en sus cabezas la idea, vana ahora, de una vida mejor que la suya -de pura supervivencia- en un infierno de campos de refugiados o en un inframundo sobrehabitado e infecto de hombres vestidos de uniforme y ausente de alimentos: hubieran querido que sus hijos ya muertos hubieran sido al menos niños, aunque heridos de odio. ¿Qué pasa por dentro de sus cabezas famélicas, qué esperanza sin resentimiento hay en los ojos de los 30.000 niños diarios -diarios- que mueren cada día a causa de la guerra capitalista, del hambre capitalista, de la sobreexplotación capitalista?¿Dónde está el cuaderno con la lista infinita de muertos que causa sostener nuestro falso bienestar de deseos tan permanente e innecesariamente satisfechos? Desde mi opulencia -relativa- veo mil millones de personas atrapadas en la pobreza absoluta. El 70 % son mujeres. 7 de cada 10 personas que mueren de hambre en el mundo son mujeres y niñas. Aquí, una alfombra roja y un desfile de millonarios me sonrojan con su limosna miserable y puntual. Aquí, a los respetables votantes, nos preocupa que adelgace el estado de bienestar, que la democracia -¿pueblo o plebe?- que nunca lo ha sido deje de serlo, que la primera dama parezca honrada aunque fuera puta, nos preocupa la cadena perpetua de las hipotecas o que los políticos se pavonéen en las filas del desempleo, que se nieguen los derechos ciudadanos a quienes huyen de los abismos de bosques sombríos plantados por quienes plasmaron un día esos mismos derechos sobre el papel. Oradores con las lenguas rotas...<br /><br />Y me doy rabia por pensar en esto, por esta letanía lenta, me odio por hervirme la sangre ahora, cuando el cinismo sale a pasear por los medios al detectar un infierno que ya existía y en cuyo calor y hedor no habíamos reparado, me doy asco por no pensar más en el cuerpo blanco y desnudo de Silvie y dejar que se me cruce ante los ojos la película de la muerte que sé que se proyecta cada día aunque yo esté ausente de la sala, no me soporto porque me desvelo esta noche pensado esto cuando hace una semana dormía como un bebé, aunque ya el color era negro y el número, nada.Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com48tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-39264294274947430952010-01-15T06:18:00.003-05:002010-01-15T06:21:35.585-05:00Para que las cosas salgan bien tienes que querer hacerlas, y yo no quiero<em>Son las cuatro de la mañana, finales de Diciembre / Te escribo con la única intención de saber si estás mejor / Nueva York es frío, pero me gusta donde estoy viviendo / La música suena en la calle Clinton durante toda la tarde...</em><br /><br />Desde mi regreso, no logro conciliar la rima de mi prosa con mis sentimientos. Cuanto menos me cuesta ponerlos sobre el papel, más difícil me resulta expresarlos en la vida cotidiana. <em>¿Sabes esos día de bajón miserable? No, no un día gris, triste y nada más. Un dia de los que te sientes hundida en la miseria: tienes miedo y no sabes de qué tienes miedo. ¿Has tenido esa sensación? Cuando me siento así, lo único que me ayuda es coger un taxi e ir a Tiffany. Me tranquiliza de inmediato: el sosiego y la seguridad que hay: en un sitio así no podría ocurrirte nada malo (...) Si encontrase un lugar de la vida real en donde me sintiera como en Tiffany's, me compraría unos cuantos muebles y le pondría nombre al gato... </em>(Ay, Holy Golightly, pequeña y frágil Lulamae, cómo te he llegado a querer en ese recorrido mítico entre la 5ª, el Plaza, la tienda de los diamantes, el territorio prohibido del zoo, Central Park, Lexington av. y la esquina del bar de Joe Bell). Y es que llevo varios de estos gélidos días -después de la tempestad de NY, después de la templada nostalgia romana, ahora en la confortable soledad de mi departamento de París- dando vueltas a la geografía de las cosas cotidianas, a lo que pasa inadvertido a nuestros ojos y está ahí delante: el sonido común al otro lado de la pared, la gente que sale de la boca de metro vista desde la ventana (parecen siempre los mismos), los vecinos, nuestra calle, el estanco, una pareja deshaciéndose, la botella de vino, un olor (el olor del papel y la tinta del diario, por ejemplo), otro olor (de comida en el portal de casa), la textura de nuestro cuerpo cada día, besos sin amor, el camino diario repetido del trabajo, la cartografía variable de los lunares de su vientre, beso de despedida, tarde de domingo, el techo desde la cama, visto, desvisto, desvelo, despierto, sueño (con otro viaje), la enésima queja, el lamento por la distancia, un objeto reconocido en la oscuridad, la voz conocida al otro lado del teléfono, la sedimentación natural de las vidas, de su tedio. Huimos de la vida cotidiana. Del desgarro de la vida cotidiana. Del nada y del nadie que inunda día a día la vida hasta completar otro año. Entonces... el tiempo.<br /><br />Comencé a pensar en ello el día de mi regreso cuando, subiendo las escaleras de casa cargada de equipaje, vi las llaves puestas en la puerta de Silvie: llamé para decírselo, finalmente -sin respuesta- abrí y la ví al fondo del apartamento -como si fuera parte de un anuncio de Oliviero Toscani- follando como una posesa en el sofá sobre un tío negro, muy negro. Ella, la piel tan blanca como la leche. Con un gesto de la mano me hizo saber que no era el momento y yo, tras un momento de perplejidad, no pensé tanto en la estampa como en el contraste de sus pieles. ¿Es que no había visto nunca follar a alguien? Es útil encontrarse de vez en cuando en el departamento de los sorprendidos.<br /><br />También pensaba el otro día en el motivo y carácter que define los días festivos que jalonan nuestros calendarios alegrándonos la vida (o no). Con desilusión, debo decirlo. Porque que en un país laico como Francia se mezclen en su calendario días como el Día del trabajo, la celebración del fin de la II Guerra Mundial, la Fiesta Nacional del 14 de julio o el Armisticio de 1918 con otros como el lunes Santo, la Ascensión, Pentecostés, la Asunción o Todos los Santos, me deja trastornada de cotidiana religiosidad. En España es más patético: Epifanía (los reyes magos), San José, Jueves y Viernes santo, lunes de Pascua, el Pilar (fiesta nacional), Todos los Santos, Inmaculada Concepción, Navidad, Corpus, todo trufado de las fiestas de los santos locales... excepto las celebraciones civiles de los días de la Constitución y el 1º de mayo. La costumbre y lo oscuro son lo cotidiano. Y, sin embargo, donde más coherencia he encontrado es entre los estadounidenses: Año nuevo, aniversario de Martin Luther King, aniversario de Washington, Día de los Presidentes, Memorial Day, día de la Independencia, día del Trabajo, día de Cristobal Colón, día de los Veteranos, Acción de Gracias y Navidad. Lástima que les fallen tanto sus gobernantes. En realidad no: les falla el capitalismo.<br /><br />Terminé pensando -quién sabe la razón: ¿qué fijará dentro de nuestras cabezas el foco en una idea determinada?- en la distancia que separa el ombligo y el sexo de las mujeres: lisa y larga como un pensamineto al amanecer, plana, a veces desembocando en un coño de pálida y pulida desnudez (jodido eso, aunque queramos creer que cotidiano, jodido), a veces pura jungla. En mirar la espalda desnuda de la otra persona pensando óomo es la nuestra. Pensándola nuestra. En el sonido hueco de una bofetada. La bofetada que una mujer recibe de otra.<br /><br />Se que, otra vez, voy a ver amanecer mirando por la ventana. Aunque ya no siento frustración. Lo he logrado del mismo modo que cuando uno encuentra lo que ha perdido: dejando de buscar, dejando de escapar... Jamás me acostumbraré a nada. Acostumbrarse es como estar muertaLuna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com22tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-62451633913330455562009-11-21T13:02:00.004-05:002009-11-21T13:18:54.459-05:00Betrayed by a kissLa velocidad, dicen, es una magnitud física de carácter vectorial que expresa el desplazamiento de un objeto por unidad de tiempo. Imagino que también influye la dirección. El espacio. No se. Los sentimientos. Y la velocidad de crucero de la vida.<br /><br />Ella tiene un violoncello. Yo lo llevaba a la espalda. Ella tiene también una motocicleta. Grande. O mejor: potente. La potencia también tiene que ver con la acción de las fuerzas físicas. Y como en el fondo me gusta más ser lírica que científica, la aurora se conjuró (otra vez...) en líneas de carretera y árboles transcurriendo infinitos, difuminados ante la mirada entornada por viento y lágrimas. 800 km.: París, Evry, Nemours, Auxerre, Dijon, Chalon, Lyon, Geneve... y, por fin, Milán... subida a la grupa de un enorme insecto mecánico que sobrevuela rozando el asfalto. Llevo aquella vieja <a href="http://andthereisnotimetothink.blogspot.com/2008/09/absolutely-sweet-mary.html">chaqueta de cuero rojo </a>que ella llevaba en su moto y el viento frío me quema en la cara. Esto no es nada parecido a bajar Champs Elysées.... Me pego a su espalda. Estrecho el cerco de su forma. Me dejo llevar. Y ella me lleva.<br /><br />Camille también se llama <a href="http://andthereisnotimetothink.blogspot.com/2009/02/only-pawn-in-their-game.html">Camille</a>. Camille Kaminsky. Su apellido lo dice todo. Me pide que la acompañe a Milán, donde actúa en la Scala con la orquesta de la Juventud Venezolana Simón Bolívar. Camille y el cello entre sus muslos, como la bella Jacqueline du Pré. La recuerdo desnuda, ayer, en la habitación del hotel Le Lyon d'Or de Lyon. Ensayando suites para cello de Bach. La escuchaba tendida en la cama.<br /><br />Hoy Milán, paseo sola los tejados del duomo y recuerdo a mi padre, que nació en esta ciudad. Mi padre y mi abuela. Lluvia y jirones de niebla, como su vida. Al fondo, el palazzo Carminati y a un lado el gran arco de entrada de las gallerias Vittorio Emanuele II.<br /><br />De mi padre, un judío comunista de origen italiano y con pocos escrúpulos -se que es algo compatible, aunque excusable, me refiero a la carencia de escrúpulos- siempre recordaré una frase que me repetía regularmente y que venía a decir: <em>hija mía, la vida apenas dura una milésima de segundo de la eternidad: atrápala con alegría y vence cualquier resistencia de disfrute. No te dejes llevar por ella: acompáñala</em>. Era un tipo optimista y vital. Un vividor. Nos dejó a mi madre y a mí plantados por una mujer con algunos años menos de los que tengo yo hoy, 25: una mulata hermosa y sensual que supo atrapar con alegría la vida, como él decía, y que luego supo llevarle a él por el camino de la amargura. Porque igual que se lo folló a él sacándole de su perplejidad ideológica, se folló a todos sus amigos, compañeros de oficio, camaradas e intelectuales de su círculo. Derrotó su falta de escrúpulos.<br /><br />Entregó su alma por 30 monedas de plata. Acosado por el remordimiento, quiso volver, devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos: <em>Pequé entregando sangre inocente</em>, ... besaba mis manitas de niña ya adulta, treinta besos de plata, treinta lágrimas desconocidas. Y lloraba. Y aunque se alejó, nos entregó, nos traicionó, me amó, se consoló y aunque vendió su alma:<em> go to him now, he calls you,/you can't refuse/When you got nothing,/you got nothing to lose/You're invisible now,/you got no secrets to conceal...</em> después caminó unos pasos antes de ahorcarse. Traicion y treinta monedas de oro. Un beso. El pago por no volver a mirar atrás. Me gustan más los besos traicionados... pero también tener siempre a Judas de mi lado.<br /><br />Conviví con mi madre y con él hasta que yo cumplí 16 años mientras vivimos en México DF. Él allí se dedicaba a comprar derechos de libros y publicarlos. Y a dar clases esporádicamente como profesor invitado en la UNAM e investigar sobre la figura del presidente Lázaro Cárdenas y la ayuda que dió al gobierno de la República de España durante la Guerra Civil: millones de municiones y de fusiles que apenas sirvieron de nada.<br /><br />Desciendo hasta la piazza del duomo enredada en pensamientos y gotas de lluvia. Me siento en el Caffe Zucca in Galleria y pido un ristretto. Entre tanto llega, dejo que el gato de los ensueños desmadeje el ovillo de la razón. Y ya de regreso al hotel espero en duermevela que Camille regrese de su ensayo. Sueño... el pasado no forma parte de mi jurisprudencia y la delgada línea del presente -que lo separa del futuro- apenas sirve para dar forma a la esperanza de que el mundo será mejor mañana. Falta la acción. La velocidad del tiempo. La revolución. La urgencia de la revolución. La revolución es un acto de violencia (una clase derrota a otra: ¿hoy hay clases?). Mi padre sabría explicármelo. Pero en realidad a donde quiero llegar hablando de mi padre es a la sra. Garavelli. Su madre, o sea, mi abuela paterna...Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com62tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-78834209770261458322009-10-27T11:27:00.006-05:002009-10-27T11:45:32.454-05:00Too much of nothing can make a man feel ill at ease...La primera vez que se me alinearon los planetas, mamá me encontró con mi primera novia. Drama: <em>crecerás y verás que lo que parece que cuelga en realidad eleva y no deberás echarlo de menos. No pierdas el tiempo: sepas que te equivocas</em>. Yo tenía quince años. Sucedió justo detrás de lo de mi prima Hèlena. Y antes de lo de Iselda.<br /><br />La segunda, quizá porque no fue un alineamiento de dos -estaba sola-, apareció otra vez mi madre: en ausencia de pareja trataba de olvidar las audiencias dándome placer yo solita en el sofá pensando que ella llegaría muuucho más tarde.<br /><br />La tercera, cuarta y quinta las entendí como salidas por la tangente por no escucharme a mí misma: me echaron de la uni, me equivoqué pensando que podría querer a un hombre -<em>una cosa es el sexo y otra el amor</em>, Luna- y, finalmente, confié en mi padre (menos mal que no fue él el del segundo alineamiento: a la culpa hubiera añadido la vergüenza o a saber qué). Ya desconfiaba antes. Esto es lo malo de convertir a una persona en tu punto cardinal más importante. La historia de mi padre es como la historia de los partidos comunistas europeos (ya explicaré esto). Una traición tras otra, un desencuentro tras otro. Prometido el cielo, todo resulta un suspiro.Estoy aún en lo de matar al padre. De momento solo lo he conseguido con el pianista.<br /><br />Hace apenas dos años (recién llegada a París) y la Vía láctea entera apuntándome cuando el tipo de uniforme decidió que la única motocicleta y el único bolso a registrar aquella madrugada de Belleville eran los que tenían aquellas insignificantes bolsitas de maría. O sea: mi moto y mi bolso. Aquella madre que me sorprendió, que me reprochó y que me afeó, pagó una multa por una falta que se volvería a repetir de repetirse el registro.<br /><br />Los últimos fenómenos astrológicos de mi vida (definitivamente todos los planetas visibles se alinearon con el sol) fueron pensar que no estaba detrás de mí mi jefe cuando dije que <em>este puto trabajo no sólo está mal pagado sino que, y sobre todo, está dirigido por un incapáz...</em>'; cuando sucedió lo de M. Fèvre y, últimamente, cada intento de reconstituir, dar forma, llevar a buen puerto, rehacer mi vida sentimental y/o sexual. ¿Cómo es posible errar tánto en el querer y/o el follar?<br /><br />He dejado de creer en la astrología y los planetas para creer sólo en la meteorología: borrascas y nubes negras que pasan rápido, descargan algo de lluvia, y a esperar el anticiclón... No cabe otra. Y sonreir. No son los mejores tiempos para encontrar trabajo. Ni para pagar psicoanalistas freudianos (los prefiero a los conductistas, claro). Lo que no termino de tener claro del todo es lo del último punto. Ayer conocí a alguien cuyo nombre se repite en mi historial, y que me susurró a un oido vadeando un mar de alcohol: <em>Eres como las medicinas: necesito tomarte cada ocho horas, de mes en mes, por cuatrimestres... Qué se yo. Y no puedo seguir teniéndote nostalgia; ni quiero ser para tí sólo un beso en un pequeño hueco de entre tantos y tantos ratos</em>. Le he robado a uno de esos muchachos esta muchacha. Ya hicimos el amor. Sigue el presente. No hace falta huir sin dejar huellas. Todo es exactamente como parece ser.Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com45tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-70128657502031851962009-10-09T06:06:00.002-04:002009-10-09T06:17:54.099-04:00But... what's the sense of changing horses in midstream?Después de todo, ya de madrugada, me senté en el bordillo: hasta entonces me había dejado llevar por una mezcla extraña de lágrimas, nervios y risas. Desesperación. A esas alturas estaba en la calle: empapada, en camiseta, bragas y botas (mi madre, de haberme visto así en plena calle, hubiera llamado a los gendarmes, aunque yo ya estaba rodeada de ellos) y deseando fumarme un porro y volver a la cama. Rue Saint Denis. 04:00 a.m. Lluvia. Si mañana falto al trabajo y le suelto esto como explicación al jefe, no me cree.<br /><br />Todo empieza un poco antes. Jacquie (Mme. Fèvre) vive en el piso de debajo. Ella es una puta vieja y ya retirada (un rostro hermoso, Irma la dulce: Irma la puta). La acostumbrada historia: la de quien termina viviendo con su chulo -es algo que no solo le pasa a las putas-. Tal vez una simple historia de amor, tal vez un juego de dependencias, tal vez la amargura compartida como estación término. M. Fèvre era (era, digo bien) un marsellés agrio, malhablado, borracho y bronco, extraviado ya en el fondo turbio de sus ojos amarillos y en unos mofletes surcados de venas de años de alcohol de barra americana; el proxeneta. Un tipo sin sentimientos (¿deberíamos tener sentimientos?).<br /><br />Poco después de las 10 p.m. -lo recuerdo: leía de Salten <em>Josephine Mutzenbacher: Histoire d'une fille de Vienne racontée par elle-même</em>, ay, lo que va de Bambi a Josephine- y entre ensoñaciones y deseos transatlánticos, escucho algo que me sobresalta: un ruido sordo, acallado por muros y vacío, embozado por otro sonido seco, como de algo que se resquebraja, parecido al crujido de la piel de la sandía al abrirse. Después, nada. Calma.<br /><br />Quizá una decena de páginas más allá, quizá desechados varios deseos -o consumados-, sólo lo se yo (ya sabes: <em>Me gustaría decirte: que hagas, o que me hagas (algo), o ¡hazme ser!, porque aún me falta algo, aún siento algo vacío dentro de mí, o porque aún no soy tuya. O tal vez, con o sin tildes, que no me tildes de extraña para ti. Un poco cogido -¡vaya!- por los pelos: hay etapas, períodos de la vida tan extraños de una misma que desearía que fueran más de otra</em>), revuelo de escalera: primero rumores, luego voces, después gritos y golpes, otra vez silencio. Nada. Puertas que se abren, murmullan y se cierran, monólogo prudente de mirillas: es la puta otra vez.<br /><br />Lágrimas, golpes en mi puerta. Abro: <em>No me abre, y cuando no me abre yo no me atrevo a abrir</em>. El miedo humillante de quien espera la humillación, el dolor. Abaratar la rendición. Ya te llegaba a los oídos: <em>es la puta</em>. Ahora la negación: de él. Y el terror. Sumisión. Degradación. Mancha. Abominación. Violación. Otra vez: nada. <em>A tí no te hará nada, estará borracho y no es él</em> -se dice a sí-,<em> a ti te sonríe porque eres como yo era de joven: hermosa</em>. Siento odio y odio, por dentro el sabor salado del zinc que es la bilis en la boca. Desarmada y confusa me dejo convencer después de convencerme a mí misma. Bajo la escalera. Llamo al timbre. Golpeo la puerta. Silencio, pero no ausencia. Giro la llave, me anuncio gritando tímidamente: <em>¿M. Fèvre? ¡Buenas noches! ¡Soy yo! ¡Luna! Eeeeh... estoy con Jacquie, no abría vd. y me ha pedido...</em> El olor acre y cerrado, el pasillo agobiante y amarillo y una inexistente linea invisible a media altura a lo largo del corredor desembocan en el salón y en la butaca está lo que era Albert, o M. Fèvre, o sea, Zizie, como le llamaban en el barrio: un arma cuelga de su mano derecha. Nunca había visto una pistola de verdad. Me parece muy negra, no brilla. Y alrededor de la pistola, el relámpago de la angustiosa velocidad del vértigo, una auténtica <em>escena dantesca</em> -diría el común (pobre Dante)-: una lluvia de plumas, una almohada chamuscada, un collage de sangre y sesos en las paredes, nada de la mandíbula para arriba y, como media calabaza hueca, colgando hacia atrás de los cabellos empapados, la tapa de los sesos de M. Fèvre. Sucesivamente y en este orden: Abro mucho los ojos. Grito. Siento arcadas. Vomito. Pataleo histérica. Pienso que no estoy en la realidad, que me he colado en una peli. Agarro fuerte el camisón a Mme. Fèvre. La zarandeo. Vuelvo a gritar: <em>pero, ¿por qué me ha traido aquí?</em> Me pongo en cuclillas. Jacqueline se derrumba. O grita. Ya no lo recuerdo. Vuelvo a vomitar, me ataca una risa nerviosa, se me agarrotan las piernas y, después, agarro el teléfono -está pringando-, marco el 17: <em>Hola, ¿es la Policía...?</em><br /><br />Ya digo. Son las 04:00 a.m. y estoy sentada en el bordillo. Un bombero -¿son de verdad los brazos de los bomberos?- me ha prestado unas botas y un impermeable muy pesado. Me dicen que debo esperar a la juez: hay sangre, hay violencia, hay muerte, ella era puta, él chulo de idems, y yo pasaba por allí. Hay una línea que no se puede traspasar, como la del pasado. Una escena del crimen, que dicen en las pelis. Todo parece cine negro, excepto porque es en color y por mí: yo, con esta pinta. No se bien como he llegado hasta fuera. Pero mientras espero, fumo nerviosa y pienso con orden y calma: que curiosa nuestra sociedad, que lo compra y lo vende todo -tal vez menos el cariño verdadero-, incluso la inmensa mayoría de las personas vende la mitad de su descanso (y la casi totalidad de sus sueños) por un puñado de monedas a fin de mes, y la prostituta -que vende sólo, literalmente, su cuerpo- por una servidumbre quizá menos encubierta, menos hipócrita, se convierte en la mala del cuento. Los demás sólo vendemos alma y dignidad: intangible, no se ve, no se toca... y sólo eso ya nos sirve para proyectar en ellas nuestra humillación cotidiana, toda nuestra alienación. ¿No somos todos un poco putas?<br /><br />Como siempre, una cosa lleva a otra: ahora que escribo lo que pensaba hace 10 días cuando estaba sentada en la calle me viene a la cabeza el asunto de la foto retirada de una exposición en la Tate Modern por considerla pornográfica. Hombres (genérico) enfermos mirando la foto de una niña de 10 años desnuda. A todos los que se les puso dura al mirarla, imagino: ¿les sucederá lo mismo cuando miran las fotos de sus hijas pequeñas desnudas después del baño? Que complicado es ese aplique subcutáneo que llevamos que es la moral.<br /><br />Sigo con pesadillas.<br /><br /><em>(...) People tell me it's a sin/To know and feel too much within./I still believe she was my twin, but I lost the ring./She was born in spring, but I was born too late/Blame it on a simple twist of fate.<br /></em>Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com41tag:blogger.com,1999:blog-1008287656862025876.post-21582145030248956792009-09-17T07:49:00.009-04:002009-09-17T11:56:41.154-04:00A girl I know, she is partly mad. Yet behind that smile, she is partly sad. She is partly calm, she is partly wild. But she is mostly woman…... No. She is mostly child<br /><br />Viajar es como follar: mientras lo haces no existen los problemas cotidianos: no tienes madre, no tienes una mierda de curro, no hay crisis, no hay imbéciles que te rodeen. Pero, es verdad, un momento después de correrte (porque en cuanto este momento acabe, nos odiaremos otra vez la una a la otra), con el sudor frío aún en la piel, no quieres ni mirarte. La única persona a la que odiaremos más que al otro será a nosotros mismos. Estos son los momentos en que puedo ser más humana. Solamente durante estos instantes no me siento del todo sola. Parafraseo de memoria al imbécil de Chuck Palahniuk.<br /><br />De regreso, los dedos tan amarillos de tanto fumar. De regreso, el alma tan amarilla por no ser indiferente al paso de los fotogramas de la vida ante los ojos. Regreso. Dos meses de ausencia. Me reinserto en mi ecosistema habitual. Ausentarse dos meses no parece excesivo y sin embargo tiene sus consecuencias -me aterra la inconsecuencia de estos tiempos-. Los buzones -virtuales y físicos- llenos de correspondencia, de mensajes sin lectura, de publicidad vehemente, de anuncios absurdos, de preguntas sin respuesta, de anhelos sin esperanza, de facturas pendientes, de textos algunos incomprensibles y, otros, sencillos y claros, aunque a destiempo. Como el de Josephine: <em>Luna, he llegado bien. Ya te contaré. Ha sido algo inesperado y emocionante. Copenhague parece precioso...</em> A Josephine le dejé las llaves de mi departamento porque iba a pasar el verano estudiando. Ahora todo se cubre de una capa del polvo -el desgaste del mundo se coló por las ventanas solo entornadas por su presunta presencia en París-, se puebla de plantas secas -alrededor de los ficus un otoño anticipado adorna el suelo como una sombra por ausencia de riego-, grifos que han dejado de manar -me han cortado el agua por falta de pago: no escarmiento, sigo sin domiciliar el recibo-, una paradójica gotera y, pobres, mis peces tropicales rojos: Carlos y Federico -¿quien recuerda que deja dos peces en la pecera cuando un viaje crea tanta inquietud?- flotan hinchados panza arriba en la superficie del agua en avanzado estado de descomposición haciendo metáfora de la vigencia actualizada de esos nombres y aquellas ideas. Sin en vez de dos estoy fuera tres meses, me hubieran dado por muerta.<br /><br />Espero un otoño brutal: lloverán más desheredados de la purga capitalista bajo la sonrisa plácida de la casta política (ya solo hay una): aquí, conservadora; allá, también. Los jóvenes seguiremos ensayando una vez más el hastío y nos abrasaremos atrapados, pensando, entre lo que hemos deseado y lo que hemos conseguido. El cruel relato de lo cotidiano deja cicatrices y astillas bajo la piel que aquí ignoramos porque tenemos betadine, apósitos y nolotil a la vuelta de la esquina. Pero que en el culo del mundo del que vengo no es así exactamente. Porque lo que aquí tenemos el 80%, allá sólo lo disfruta el 20% restante. Tanta belleza -física, humana- y tanta pobreza. Tanto drama y conozco a tanta gente linda.<br /><br />América está viva de vida. Europa está muerta de abulia y pereza. De sobrarle y tenerlo todo. Nuestra vida es sólo un hueco. Y los seres humanos que la poblamos somos clandestinos del resto, del demás, y los lugares que pisamos son huecos llenos de huecos, almas huecas –mi alma es sólo polvo y vacío-, el sexo es hueco -la muerte, ¿y dónde nos meterá?...-, las ciudades son polvos, de los más baratos, como de putas asequibles, sórdidas pero dulces que te besan –dame un besito, putita, antes de ir a dormir- en el lugar donde la belleza ha quedado sustituida por las cicatrices de nuestra música: todo es feo; menos mal la música. No se bien dónde residirá la belleza. Tampoco sabría definirla: la definición destruye.<br /><br />A eso estamos condenados, a la incómoda humedad del sexo, al olor acre de los pliegues de la piel (los hombres huelen a cemento sin fraguar, las mujeres a arena de playa), al sudor del rostro para obtener tu pan hasta volver a confundirte con la tierra, <em>polvo eres, y a ser polvo retornarás</em>. Plomo, el aire se hace plomo, los cerebros anulados: en el rincón de la memoria no hay sino pelusas, bolas de pelo, polvo compacto. Los ríos históricos que marcan fronteras como meridianos de violencia arrastran los cadáveres arrojados por el resto del mundo a sus aguas. Trastienda: <em>ustedes para nosotros son muy importantes, pero también un problema</em>. Condenados a repetirnos como estirpes mágicas, aunque sin derecho a una segunda oportunidad en la tierra. El egoísmo, la desconfianza y la tiranía del presente boicotean cualquier esperanza de futuro. Vivimos presos del imperialismo del tiempo que lo coloniza todo. De la <em>dictadura</em> del presente que nos impide recuperar la confianza en el futuro. La estadística nos deja siempre fuera de los normales. <em>¿Y qué será lo normal, Luna?</em>, me pregunto seguidamente.<br /><br />El resto, bien. Como la virtud no cambia nada, he procurado no ser demasiado buena chica. Realidades y deseos... yo sigo extraviada aún en los últimos. Y en América el deseo está todavía muy vivo. Y la realidad , nítidamente exagerada.<br /><br />Gracias a todos por esperarme.Luna Roihttp://www.blogger.com/profile/05952843895449619940noreply@blogger.com44