La semana pasada tuve una cita de trabajo con mi jefe –si es que cita y trabajo son palabras compatibles– fuera de la oficina. Comida en el restaurant 'Le Zyriab', en el Institut du Monde Arab. Está en un impresionante edificio de Jean Nouvel –uno de aquellos proyectos faraónicos de ‘le vieux’ Tonton- sobre el Quai Saint Bernard, junto al Sena, en pleno V arrondissement parisino. El restaurante, una de esas delicadezas árabes llenas de perfume de especias y cuidada elegancia minimalista, ocupa la azotea: una novena planta con hermosas vistas (Île Saint-Louis, Notre Dame...) de París. Me quería impresionar.
Yo conocía ya –ay, pequeña proleta...-, en el mismo edificio, en la misma planta, una especie de comedor social con bandejas y mesas corridas sin mantel donde se puede degustar un estupendo cous-cous –poco más– a precios mucho más asequibles, sin vista panorámica y en compañía de marroquíes, argelinos y personal de los servicios del edificio.
Las intenciones de mi jefe: es un tipo de esos que creen que con 40 años aún se es joven, aunque su espejo ya haya olvidado cómo era su cara a los 30. Creo que diciendo que es director creativo publicitario lo digo todo (trileros de las emociones –felicidad tan inmediata como efímera– que estimulan el deseo material en mitad de páramos desolados -es que hoy los desiertos ya no están populosos de anacoretas). No está bueno, pero es interesante: se cuida. Incluso a veces he pensado que es gay por su modo de vestir, aunque lo descarto cuando veo cómo me mira: devora con ojos lascivos a las chicas. El tipo es razonablemente cultivado –todo lo que puede serlo un publicitario–: lee libros y prensa, conoce la actualidad y la comenta con ironía... e incluso inteligencia. Un inconveniente: en absoluto es la alegría de la huerta. Sabía que me iba proponer terminar mi contrato de prácticas y pasar a formar parte de la plantilla de creativos de la firma –me lo había filtrado la jefa de RRHH, hay que tener contactos en el mismo infierno!–, lo cual me halagaba; pero también sabía que me lo iba a vender como algo personal. En realidad a mi no me importaría chupársela... y estoy segura de que él querría lo mismo que yo.
Le espero a las 13:30 delante del Instituto –Place Mohamed V–, de espaldas a la jaima que ocupa parte de la plaza. He llegado con tiempo y estoy sentada en el asiento de la moto, con el casco en las rodillas. Me he vestido como una señorita –falda, escote, pintura... no entiendo por qué, si voy a trabajar con la pinta con la que voy, hoy me he preocupado por ponerme hecha un adefesio, pero en fin- y debo lucir interesante de este modo. Las chicas asociadas a las motos siempre parecen producir morbo. Y, pensando en esto, se concreta delante de mí una de esas asociaciones. La miro con atención: cazadora de cuero roja y vaqueros viejos. Cabello corto muy negro, piel muy blanca, ojos verdes. La chica levanta el asiento de su moto –una scooter Custom negra–, saca el casco, deja unos libros en el hueco, saca de sus bolsillos varias cosas y las deja dentro también y, finalmente, lanza algo que rebota en la moto –parece una cajetilla de cigarrillos– y cae al suelo. En ese momento, sabiéndose observada, levanta los ojos y me mira: sonríe, sonrío y, sin pensarlo, le digo: ‘inténtalo otra vez...’ Ríe abiertamente, se agacha –está muy buena–, recoge la cajetilla y vuelve a lanzarla. Falla de nuevo. Me mira otra vez y me dice: ‘¿tienes bastante tiempo?’. Cuando voy a responder que sí, que para ella todo el tiempo del mundo, observo detrás de la chica y de la moto a un taxi que se detiene y del que desciende mi jefe quien, siempre hiperactivo, de inmediato me localiza con la vista y me arrastra tras de sí guiñándome un ojo y sonriendo. Le sonrío y miro a la chica de la moto con cara tristona, haciendo un puchero, como diciendo: ‘otra vez será’. Al pasar junto a mí, ya sobre su montura, me susurra: '¿la semana próxima aquí?' Y da gas a la moto, perdiéndose Rue des Fossés-Saint Bernard arriba. Acompaño dentro a mi jefe y comemos.
Hoy, justo una semana después, estoy sentada de nuevo sobre el asiento de mi Vespa en Mohamed V. Mi aspecto es otro, décontracté, pero mi deseo es el mismo: que reaparezca el scooter negro con la chica de la chupa roja. Miro impaciente Rue des Fossés arriba...
Guardo una strada… io / non ne ho mai viste così / e dove vada a finire non so dir da qui… / il fondo è lucido e scuro / di un nero già blu… / porta lontano, è sicuro, mai stato laggiù…
La paciencia, me dicen, es una virtud...
23 sept 2008
Absolutely sweet Mary
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23 comentarios:
No me cae bien tu jefe, Bellaluna.
El retruécano etiquetado de la chupa roja es un exceso. Oye, la moto también, y la chica de pelo corto con los libros en la scooter.
La paciencia, claro, más exceso que ninguna otra cosa.
En cambio como te expresas siempre me es muy sencillo y cercano, aunque hables de ideología -o en pekinés-.
Te diré, no entiendo que vivas en París en lugar de en Valseca, Los Huertos o Roda. En fin.
Revolucionaria, querida;
virtud revolucionaria.
Saludos,
MT
Revolucionaria, sí, MT, revolucionaria. Era omisión voluntaria, sobreentendido aquí -por lo leído en días pasados-. Aunque gracias por la precisión.
la oportunidad dicen..llega a los que saben esperar...o no ya lo veremos...
Beso
Acabo de leer la descripción que hace de un tipo como yo (director creativo, cuarentón, trilero) y me asombra su capacidad de observación; ha visto usted la esencia de un publicitario. Pero, desafortunadamente, su ser se me ha escapado detrás de esa Vespa que dejó partir. Nunca hubiera pensado que entre esos dos caminos haya elegido el más transitado; y no es una contradicción, me temo, ha sido una elección.
Suyo,
The Sparring Partner.
http://es.youtube.com/watch?v=ZUIeTJ3h_L0
Alberto: hay que mantenerse en retaguardia discreta, somera; no todos podemos formar parte de la vanguardia activa, Valseca o Capellades.
Mi jefe... un capullo. Contrato, pero no se la chupé.
Un macaco senza storia (...) tempo al tempo e lo vedrai...
Ay, la jungla, confusión de los sentidos. Pero siempre hay resquicios para elegir con libertad. O con distinción.
Besos!
Trilce, yo ya lo he visto. Lo contaré... pero creo que he elegido bien. Virtud y revolucionara, sí.
Era consciente, querida, de lo voluntario -casi guiño afectivo- de la omisión. Le agradezco, en todo caso, sus palabras.
Por cierto, ¿sigue abierto un magnífico "vins et fromages", "A la cloche des Halles", rue Coquilliere, a la espalda del Forum des Halles?
Permítame, si no lo conoce, que se lo recomiende.
Las motos, demasiado veloces, como las citas imposibles.
Saludos,
MT
¿Toldos rojos y toneles a la puerta? Ha estado cerrado un tiempo -reforma-, pero ha reabierto con igual espíritu: quesos, crudités, quiche maison y unos buen burdeos... no hace falta más! No lo frecuento, pero es un lugar excelente
Exacto, el mismo.
Veo que tenemos cierta cartografía común. Me agrada.
Nada como un buen burdeos o un elegante Haut-Medoc.
En fin, disculpe usted este arrebato de nostalgia parisina.
Saludos,
MT
Bellaluna, no fue mal día, no: un contrato laboral y una promesa de relación personal... Yo lo iría a celebrar a "Les Éditeurs", en la plaza Odéon ;-)
+Claro: no conozco, pero Saint Germain des Prés/Odéon es un barrio estupendo. Frecuento más Deux Magots y Flore. Donde más me muevo es por Le Marais: Francs Bourgeois, Rosiers... Verrerie
MT: al final el Paris destacado está un puño, aunque sólo un año da para conocer poco. Tengo buenos Cicerones, no me quejo, pero poco tiempo...
Querida, París da para una vida.
Disfruta y quédate con todas las imágenes y sensaciones. Algunas sirven, aunque poco, para hacer literatura o ensayo menor.
Desde la terraza del Flore se ve el mundo, decía un amigo mío, algo exagerado. Y eso que quitaron casi todas las librerías que rodeaban el café.
Saludos,
MT
Me gusta tu historia. Entre sexy y cómica
Y dime, cómo puede una caerse de bruces contra Berlín? no tengo fecha para ir, sólo sé que TENGO que ir, y cualquier batallita será bienvenida.
Espero tu respuesta en mi blog, q si no no me entero.. pero te visitaré a menudo!
mua
beso pirólitico autolimpiable
Hola Bellaluna. Me acuerdo de usted muy a menudo. No es grave, pero cualquier día podría serlo, aunque lo primero que he pensado es: relax. Siempre relax.
Me encanta leerte, eres tan inteligente. Por la edad, podrías ser mi hija. Una hija de esas que se tienen muy joven. Un error de esos que luego compensan.
Me divierte esa sensación, de tu edad, de vivir el presente inmediato, en el que los hombres de 40 ya no son jóvenes.
Mi vida ha dado un cambio radical hace un par de años, decisiones que tomé basándome en que soy todavía una mujer joven y quiero ser feliz. Qué cosas... yo, que tengo cuatro añazos más que ese tipo.
En fin... que me gusta cómo dices esas cosas.
Tesa: soy uno de esos deslices tempranos -más que error- del que mi madre no se ha arrepentido nunca. Yo menos, claro.
He aprendido mucho de ella, como de su madre y la madre de esta. Y todas me han apoyado. Ya lo he dicho alguna vez: una estirpe de mujeres valientes e inteligentes. A todas se les evaporaron sus hombres, y sin embargo me enseñaron a amar, nunca a odiar.
No todos los de 40 son absentistas prematuros de la juventud. Este sí. En realidad, el error es hacer ver la decadencia pavoneándose ante una jovencita, que podría verle mejor si no quisiera parecer 20 años menor (ay, el ridículo).
Tú, Tesa, sin duda hermosa y joven, hacia dentro y afuera. Adoro tu sensibilidad.
Besazo!
Yo también te recuerdo, Alberto, pero si: relax, mucho relax. No andamos por este mundo para ir derrapando por las curvas más que cuando el deseo nos alborota. El resto, sosiego.
Es que, a veces, tiempos pasados fueron mejores y algunos no encuentran mas que el rídiculo para vestirse de Peter Pan.
A mí me caía mejor Wendy.
Beso.
Estoy deseando leer su nueva entrada.
Saludos,
MT
También lo deseo, (ay), con muy maleducada paciencia.
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