29 ene 2009

There's no success like failure and that failure's no success at all

En las noches sin sueño... ¿qué estrellas miras?, me dice Camille. Ayer, madrugada de desvelo. Acostada boca arriba, repaso con la mente hasta quedar dormida -como quien cuenta ovejitas- aquello que, visto, leido, oido, visitado, me ha producido inquietud, perturbado, me atormenta o me atrae a partes iguales. Nubes con la densidad del mercurio barren el cielo de París reflejando en su panza las luces de la ciudad –qué derroche, que hermosa la luz de la cité lumière- y se deslizan crujiendo sobre el Sena camino del sur. Frío y humedad densa detrás de los cristales.

Estaba hace unos días en un rincón del vespertino, casi imperceptible, y lo leí aunque no quería hacerlo. Y me ha dado vueltas en la cabeza varios días. Qué curioso: "el redactor de los discursos de Barak Obama y artífice del de su investidura, Jon Favreau (27 años), quien forma parte del equipo ganador desde 2005 y que logró distinguir a su candidato por encima de John McCain por su oratoria, ha explicado que se inspiró entre los aromas de un caffé latte XXL en un Starbucks". Un café con leche en un vaso infantil de cartón con tapa de plástico y agujerito en un local franquiciado inspira al redactor jefe de los sueños de Obama. A nosotros, ¿qué o quién nos inspira?, ¿dónde nos inspiramos?

Me inspira Camille, sentada frente a mí en la mesa de Le Bonaparte -esquina de Guillaume Apollinaire con rue Bonaparte-. Tras jugar un rato con mis cigarrillos, Camille saca uno de la cajetilla y en lugar de encenderlo lo vuelve a introducir, pero del revés. Te lo debes fumar el último y se cumplirá el deseo que pienses ahora... Qué estúpido juego infantil, pienso. Continúa, añade: ...las dos sabremos a la vez que tu deseo se ha cumplido. ¿Por qué no comenzar ahora, Camille, si lo deseamos las dos, en lugar de esperar a fumarnos 18 cigarrillos?, me oigo decir, de repente, en alto. También me oigo, pero ahora es sólo un pensamiento: ¿juego infantil? Caramba con el juego infantil... Me inspiran sus botas de cuero negro hasta las rodillas sobre sus medias negras de canalé tupido, su falda vaquera rota, camisa blanca y corbata negra desanudada, su chaqueta marinera, su bufanda y sus ojos grises como el viento denso y helado de estos días.

Me inspiran los cafés, pero otros cafés: Europa gira en torno a un mapa de cafés. Café lugar de cita y conspiración. Abierto a todos y masonería de reconocimiento intelectual, político y literario, desde el café lisboeta -A Brasileira- de Pessoa hasta aquellos de la Odesa de Bábel. Desde los mostradores de mármol blanco del Antico Caffé Spiannato de Palermo a los cafés por los que pasó Kierkegard en Copenhague. Cafés venecianos en Salzburgo -Tomaselli- donde se sentaron sucesivamente a la misma mesa Mozart o Von Karajan, cafés mozartianos de San Marco -Florian-, cafés flotantes en el Zattere veneciano, cafés inundados, cafés desiertos, cafés y humo, café y letras. Café sinónimo del club del espíritu o P.O. Box del homeless, cafés de la Viena Imperial, escuelas del psicoanálisis y la filosofía, elocuencia y rivalidad: las mesas de Freud, Kraus, Musil sabemos en qué café buscarlas. Danton y Robespierre se vieron por última vez en el Procope -aquí, en París-, las Luces de Europa se apagaron en 1914 (Las lámparas se apagan por toda Europa; no volveremos a verlas brillar en el curso de nuestra vida... dijo Edward Grey al apagarse las luces del Whitehall la tarde en que el Reino Unido y Alemania fueron a la guerra) en un café. El Gran Caffe' Storico Letterario Giubbe Rosse en la piazza della Republica de Florencia de la revolución futurista. Lenin escribió y jugó al ajedrez con Trostski en un café de Ginebra. Café albergue del liberalismo aún clandestino en el Milán de Stendahl, en el París de Baudelaire. Closerie des Lilas y Bretón, Cocteau; Rotonde y Tzara, Aragón y otra vez Lenin. Sillas y café para Pound, Rilke, Beckett o Hemingway. El santuario del París existencialista de Sartre, Beauvais y Camus fue el café de Flore. Deux Magots, Florian, Central, de la Paix... Siguiendo sus huellas por el Boul des Capucines, St. Germain-des-Prés, Champs Elysées, Walter Benjamin -peregrino de cafés- dijo: habrá mitología mientras queden mendigos. Mientras haya cafés, habrá ideas.

Me inspira otro café, no el caffé latte del Starbucks: un ristretto en una taza de porcelana o un te ruso con whisky en un pequeño vaso de fino cristal, una copa de licor, agua y tabaco son el local para abrigarse del frío y armar las ideas, soñar, trabajar, jugar al ajedrez o, simplemente, mantenerse caliente todo el día. Me inspiran seguramente otras ideas -no las ideas endebles de los políticos infantiles... ¿Dónde las revoluciones?-, me inspiran las luces de Europa aún encendidas y las ciudades cuyos cafés históricos no cierran sus puertas a cambio de franquicias de capitalismo desbocado.

También creo en lo que decía Cortazar: cuando te regalan un reloj, te regalan 'el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa...' Me sucede con las personas. Sucesivamente: miedo a perderlas, a que se rompan, a que marchen tan libremente como llegaron... Camille ronda delante de mí con su aire de joven profesora, sus cigarrillos y sus deseos. Sobre la cómoda se van acumulando recuerdos: el casco de la moto de Ella, las gafas de sol (ya cubiertas de polvo -de aquellos polvos estos lodos-) de Mona, ahora el llavero de Betty Boop de Marie... Y mamá preocupada estas vacaciones porque cree que como poco.

15 ene 2009

Fanculo i politici e le instituzioni! Vai!

Mi madre cada año, por las fechas de la llegada del invierno, me invita a pasar unos días con ella. Dice que siente nostalgia de mí, que me quiere y que me necesita cerca. Yo, que pienso que lo peor de la familia es no poderla elegir -como a los amigos: por eso se suelen tener tan pocos- sino que viene dada, me resisto.

Pero este año ha doblegado mi natural resistencia el hecho de que mi madre se haya trasladado a vivir a Roma, via Ottaviano: desde la ventana casi podía ver a Ratzinger cada mañana ponerse los armiños en sus apartamentos privados del Vaticano. Impresionante. No Ratzinger, sino la vista tan monumental. Roma es una ciudad impresionante, maravillosa, verdaderamente eterna. Los romanos son orgullosos y despreocupados, altivos y desordenados. Y si eres mujer -hermosa o no-, su desinterés decrece, crece su orgullo, levantan la barbilla -como il duce- y, de bella en adelante, de su boca parte una marea de palabras amables y envolventes que te hacen dudar de tu propia realidad. Gente civilizada y seria, el romano. Gente civilizada y seria, el italiano. Un país particular -como he leido en alguna ocasión, apenas una expresión geográfica-, un país a veces sobrecogedor.

El domingo, de regreso hacia París, miraba de reojo desde la ventanilla del autobus la carretera que lleva de Roma a Fiumicino (que luego continúa hasta Ostia -el lido de Roma, balneario donde los coches rodaban sobre los cineastas-) y, después de 20 días allí, todo me parecía más limpio y ordenado. Los ojos se acostumbran a todo. Italia es un país muy reciente, muy recompuesto y muy descompuesto. En realidad, parece que hubiera -la hay, seguro- una Italia oficial y una Italia irregular. Entonces es cuando leí la frase que titula estas líneas, un graffiti negro pintado en un muro de hormigón de un puente del GRA (Grande Raccordo Anulare, o sea, el Périph de París o las Rondas de Barcelona): Fanculo i politici e le instituzioni! Vai!.

Andaba inmersa en reflexiones semejantes cuando el día 1 de enero por la tarde me cogió mi madre por sorpresa, con el estómago hecho un higo y cara de empanada -sacándome del sopor festivo y del atronador eco de los petardos, entretenimiento romano desde la víspera (de nochebuena) en la ciudad-, y me metió en un cine a ver... Il Divo!! Gran peli que volvería a ver porque no me enteré de gran cosa. En realidad ibamos a ver Il giardino di Limoni, pero la habían quitado de la sala y, casi sin preguntar, cinco minutos antes de que comenzase, salió corriendo y compró las de Il Divo. Está muy, pero que muy bien rodada. En realidad es tan diferente el tratamiento que le da a un tema tan serio que sales y no sabes si el estilo de montaje y rodaje es una bazofia o una exquisitez. Es un ejercicio corrosivo, divertido, caricaturesco, un montaje único enmarcado con una música a veces esquizofrénica, a veces clásica, para transitar los entresijos políticos de la figura más controvertida de la política italiana. Con el paso de los días me he ido inclinando por este último y adjudiqué mi duda al hecho de haber estado un poco fuera de juego con el tema (enrevesado y lioso). Creo que como vi taaaan complicada la trama me dediqué a juzgar la edición, fotografía y dirección en estado de shock! A la salida, mi madre se disculpó ante mi ceño fruncido porque admitió que no es una película para ir a ver sin previo conocimiento de causa, pero conocimiento profundo de la causa, porque no es fácil seguirles la pista a cada uno de los bastardillos que pueblan los fotogramas y habitaban hasta hace dos días la vida política italiana . Al parecer ella había estudiado a fondo durante unos meses todo el periodo Andreotti cuando preparaba su doctorado, allá por los ochenta.

Unas sencillas explicaciones de mi madre -como las que suele recibir el primer ministro español de boca de sus asesores económicos antes de sus comparecencias- me hicieron entender mejor la peli, la realidad Italiana y algunas escenas y frases de la película en boca de Andreotti, un cabrón con pintas en realidad: El mal es necesario para preservar el bien, por ejemplo. No rezo a dios, prefiero hablar con los curas, que ellos votan..." Se acusa a Andreotti -le intento explicar ya de regreso en París esto a Marie y, vista la expresión de su cara, me convenzo de que cree que Giulio Andreotti es el nombre de un sastre milanés y Aldo Moro una conocida marca de pasta italiana- de ser el principal responsable indirecto de la muerte de Aldo Moro, secuestrado por las Brigadas Rojas en 1978. La organización terrorista exigió la liberación de trece de sus camaradas pero Andreotti se negó. Tuvo que luchar contra la disposición a la clemencia de compañeros como Amintore Fanfani, Giovanni Leone o el Papa de turno. Solamente Andreotti se mantuvo en la línea dura de no negociar; es más, hace la única promesa seria de su vida: "si Moro es liberado, dejo de comer helados. Y eso que los helados me gustan mucho”. Finalmente apareció el cadáver de Aldo Moro. Con él moría un rival político, el deseo de apertura a la izquierda con la inclusión de socialistas en el gobierno y una mayor flexibilidad hacia el PCI, segregados desde los pactos siniestros entre el sector reaccionario de la DCI, la mafia, la CIA y la curia romana tras la II Guerra. Italia: un país aún sobrecogido por la corrupción. Un país en el que no se necesitan tanto matones como abogados, como dice Al Pacino en el Padrino (III). Abogados y corrupcion: la Iglesia, la politica, la banca, la policia dan mucho mejor resultado. Los negocios legales, las multinacionales; el orden y la ley, ya son mejor que los antiguos negocios burdos y las matanzas. Como empieza diciendo la cinta citando a la madre de Andreotti: Si no puedes decir nada bueno, no digas nada.

Mientras, recorría Roma: Via del Corso, Caffe Sant Eustachio -cerca del Panteón: deslumbrate, hermoso-, Heladeria Giolitti -al lado del Parlamento, muy cerquita de Piazza Colonna-, el Antico Caffe Greco -Via Condotti, ya a la vista Piazza di Spagna-, la librería Feltrinelli de Via Babuino -a un paso de la inmensa Piazza del Popolo-, la pequeña pizzería del Vicolo Savelli -casi esquina al Corso Vittorio Emanuele II-, el mercado de Campo de' Fiori, Piazza Navona, el simpático restaurante (Gusto!) frente al Ara Pacis. El Tiber, en una orilla el Trastevere; al lado de acá, el Gueto y sus restaurantes: como alcachofas fritas en Via del Portico de' Ottavia. Me siento al margen del tiempo mientras veo ponerse el sol tras la cúpula de San Pedro desde la Piazza del Quirinale. Al margen del tiempo de los hombres.

Mi madre me recomienda ver otra peli: La piazza de le cinque lune. Buscaré.