26 jun 2008

don´t look back

Convalezco aún. Recibo llamadas y mails. No pensaba que tuviera tantos amigos. No pensaba que las aseguradoras tocaran tanto las pelotas. Ni que pudiera tener tantos hematomas. Son entes con vida propia. Mutantes. Capaces de pasar de un violaceo tornasolado al más feo de los verdes macilentos. Mi culo derecho es el rosario de la aurora. Duermo de día y me desvelo durante las noches. Aquí amanece antes de las 6:00 a.m. A mediodía empieza a hacer calor en la buhardilla: el cuerpo se me pega a las sábanas y las escayolas -la semana próxima me liberan el tobillo- producen un picor hijodeputa. Paciencia. Leo mucho: ahora ando con Bashevis Singer, Malamud y Roth (Joseph). Todos judíos. Y también pienso mucho.

Hay una teoría de la atracción de los cuerpos. Hablo de física, claro. De la fuerza de la gravedad a la atracción de los cuerpos: un cuerpo mayor atrae a uno menor. Y yo no hablo de vidas minúsculas. No.

La fuerza gravitatoria o gravitación es la interacción que experimentan los objetos con masa. Se trata de una de las cuatro fuerzas fundamentales observadas hasta el momento en la naturaleza. El efecto de la fuerza de gravedad sobre un cuerpo suele asociarse en lenguaje cotidiano al concepto de peso, y es por eso que siempre se ha enseñado que la fuerza de gravedad atrae hacia el centro de la Tierra. Sus efectos son siempre atractivos. Los cuerpos se atraen, tienden a juntarse. ¿Y en qué difieren? No es una pregunta sin respuesta.

No hay que confundir el término fuerza gravitatoria o fuerza de la gravedad con el de gravedad ya que son términos conceptualmente distintos aunque muchas veces confundidos. Todos los cuerpos experimentan una fuerza atractiva por el simple hecho de tener masa. En el ámbito cotidiano, esta fuerza equivale al peso, el cual es, según las leyes de Newton, directamente proporcional a la masa del objeto y a la aceleración que tiene. A esta aceleración se le llama gravedad. Fuera de lo cotidiano, la fuerza atractiva es cegadora, especialmente la sublime piel dulce.

Su piel dulce. Isaac Newton fue la primera persona en darse cuenta que la fuerza que hace que los objetos caigan con aceleración constante en la Tierra (gravedad terrestre) y la fuerza que mantiene en movimiento los planetas y las estrellas es la misma, y a él se debe la primera teoría general de la gravitación, la universalidad del fenómeno, expuesta en su obra Philosophiae Naturalis Principia Mathematica. Gravitación, acción atractiva mutua a distancia entre las masas de los cuerpos, especialmente celestes. Ella celestial, ella desde una distancia ajena, casi infinita, en su ternura; ella marcándome el cuerpo con la nostalgia de sus ojos y de su piel tan blanca. Derrotada, soy ropa vieja: blandamente hecha a la forma de los cuerpos que cubre...

La teoría de la relatividad general, sin embargo, hace un análisis diferente de la interacción gravitatoria. De acuerdo con esta teoría puede entenderse como un efecto geométrico de la materia sobre espacio-tiempo. Cuando una cierta cantidad de materia ocupa una región del espacio-tiempo, ésta provoca que el espacio-tiempo se deforme. Visto así la fuerza gravitatoria no es ya una misteriosa "fuerza que atrae" sino el efecto que produce la deformación del espacio-tiempo, de geometría no euclídea, sobre el movimiento de los cuerpos: cuerpos desplegados, madeja de ébano, senos desnudos, nudos desmadejados, pulida desnudez. Remolino de luz y carne.

Y claro, los cuerpos tienden a atraerse, aunque sean del mismo polo.... Y aquí es donde la fuerza de la gravedad parece que es mayor que en otro lugar. Leones fieros y pájaros tiernos me llevan a ella.

Desde el primer día que la vi no he podido olvidarla, porque un pálpito me invadió el seno de mis entrañas sin remedio. Una fuerza me impelió a conocer si mi futuro estaría junto a ella, a saber si finalmente me zambulliría en las aguas de sus perplejos y aparentemente inocentes achinados ojos negros enmarcados por su piel tan blanca. Una fuerza imparable, ya digo, desde que la vi en la pequeña fotografía que tenía ante mí junto a otras, al menos, treinta más, una atracción funesta. Una sonrisa triste y permanente, y los ojos posados en mis ojos en cuanto por fin nos vimos frente a frente. El enamoramiento es enajenación -o es al revés- y yo ya pensaba que era una etapa olvidada con la no tan lejana adolescencia, pero el eco de su imagen no me salía de la cabeza, como no te sale de la cabeza una canción que suena obsesivamente dentro de tu cerebro desde la mañana a la noche. El coño se me hizo agua, y no la dejé de rumiar, de desear hasta que un día la tuve desnuda, blanca, diosa vulnerable y al tiempo lejana. Su cabello negro, ondulado y brillante cayendo sobre la espalda desnuda. Brillo en la mirada más allá de la linea inflamada bajo sus ojos. Los dedos finos. El pensamiento ágil...

Otro día hablamos de la tercera ley de Newton: principio de acción y reacción. Establece que siempre que un cuerpo ejerce una fuerza sobre un segundo cuerpo, el segundo cuerpo ejerce una fuerza sobre el primero cuya magnitud es igual, pero en dirección contraria, a la primera. Ummmm... Esta ley de Newton es perfectamente aplicable a mi actividad favorita fuera y dentro de mis ratos libres. No ahora, que estoy tullidita. Nada mejor que dos cuerpos "in situ" para demostrar de manera empírica cómo se ejercen las "fuerzas" de morbosa magnitud...

Y es que, lo dijo Balzac: detrás de cada gran amor siempre hay un gran crimen. Incluso una tragedia, diría. Yo nunca he tenido mala conciencia por amar, es más, nunca me ha dolido el corazón; o sea, es un dolor externo, una externalización corporea, una enagenación transitoria, digo.

18 jun 2008

Modotti y el tan temido pavés

Sábado 15 de junio, 20:00h. Llego tarde a una cita. Transito Rue Descartes como una flecha, cruzo Rue Thouin y recorro Rue Moffetard hacia Place de la Contrescarpe. Al pisar la mancha blanca del paso de peatones justo antes de entrar a la plaza la Vespa hace un raro y, aún así, rehago la trayectoria con un poco de susto. Y arriesgo: doy gas. Hace días que no para de lloviznar en París. Cruzo deprisa la plaza y justo al enfilar la pendiente de Mouffetard trepidando sobre el adoquinado, un leve toque de freno y las ruedas resbalan sobre el tan temido pavés. Los adoquines brillantes y redondeados como caparazones, que hacen vibrar el cuerpo de los ciclistas y las tetas de vespistas como yo, son como aceite. La motocicleta sale en una dirección y yo en otra. Arrastro mis largos y hermosos huesos por tierra y termino tirada en el suelo como un desecho. Por un instante me muevo entre la fugacidad y el dolor. Definitivamente queda el dolor: fisura de la cabeza del radio, un antaño hermoso gluteo ahora de un color morado que vira a un feo tono pardo-verdoso, escoriaciones en el muslo, esguince de tobillo, el culo de la Vespa como un ecce homo, hospital y manta. (Y hasta los ojitos los tiene moraos de tanto sufrir...). Llevo cuatro días en la buhardilla, en la cama, tengo una escayola hasta la rodilla, otra en el brazo hasta el codo, estoy bañada en yodo, varios parches de esparadrapo, dopaje de calmantes y antiinflamatorios. Aburrimiento. La he llamado, llorosa, y enviado autorretratos mms por ver de conmoverla, reclamar cuidados y decirle lo de su Vespa. (Me duelen los ojos de mirar sin verte, ay!). Sin noticias.

Coincide el desastre con uno de los habituales envíos de libros que me hace mi madre. Y por eso estos días, postrada, leo y veo a Tina Modotti. Ella si fue una mujer a contrapié, una heroína de su tiempo. Alterno el magnífico cómic de Ángel de la Calle: Modotti, una mujer del siglo XX, editado por Sins Entido, con su biografía escrita por el italiano Pino Cacucci: Tina, editada por Feltrinelli, y aquella otra que, novelada, escribió la mejicana Helena Poniatovska: Tinissima. Me ha hecho llegar estos tres libros. Y de paso sigo su pista en las fotografías de Frida Kahlo, las palabras de Pablo Neruda y los murales de Diego Ribera.

Tina Modotti es arte y revolución. Tina era una mujer hermosa y comprometida. Hermosamente comprometida. Tina era fotógrafa, y supo reflejar con objetiva claridad su idea de la lucha en fotografía. Una mujer bella y fotógrafa. Fotografías en nítidas gamas de crises y la textura sólida de los elementos que configuraban sus convicciones. En Tina el arte se convierte en un acto moral que refleja el escenario sociopolítico: el fervor intelectual, el antagonismo capitalista, el hervor comunista y la apertura sobre la mesa de las ideas de muchos. Tina concretó su idealismo reflejando en imágenes el corazón de la pobreza social del México silenciado.

Asunta Aledaide Luigia Modotti Mondini, Tina, criada en la pobreza subproletaria del Friul italiano bajo la tutela de un padre mecánico y sindicalista que emigró a América, era una mujer sensible y luchadora. Empapada férreamente del comunismo, su convicción marxista y su sentido de la justicia de clase son abrumadores. Se convirtió pronto en un icono sin propiedad.

Tina Modotti, su cuerpo desnudo en el misticismo recreado en su azotea de la calle Abraham González de ciudad de México, se convierte en mito de la mano de Edward Weston, su maestro, su amante. Llegó al país en 1922, cuando era refugio perfecto de escritores y artistas. Allí conoce a la bohemia del arranque del XX: modelo de Diego Ribera, amiga de Alfaro Siqueiros y Arqueles Vela en el 'Café de Nadie', sede de los estridentistas, Blanca Luz Brun, Frida, Dos Passos... allí comienza a reflejar su propia visión del mundo a través de su cámara. Allí se hizo miembro del Partido Comunista Mexicano en 1927. Apoyó la lucha de Sandino. Ayudó a fundar el primer Comité Antifascista Italiano. Allí conoció a Julio Antonio Mella, comunista cubano asesinado en su presencia siendo amantes, mientras denunciaban la ejecución de Sacco y Vanzetti y se ganaba la prohibición de pisar suelo de EEUU. Expulsada de México, llegó a la URSS en 1930 donde se reencontró con el dirigente soviético Vittorio Vidali y se convierte en agente soviética. Tina amiga de Maiakovski, de Eisensteis, Kollontai... En 1934 parte hacia España a apoyar a través del Socorro Rojo a los luchadores de la Revolución de Octubre. Después, durante la Guerra de España, se alista en el quinto regimiento y combate en la Brigadas Internacionales con el nombre de María hasta el fin de la Guerra. Amiga de Machado, de Neruda, de Alberti... regresaría asilada a México, donde continuó su actividad política en la Alianza Antifascista Giuseppe Garibaldi. En 1940 el presidente Lázaro Cárdenas anula su expulsión. Y muere de un ataque cardiaco el 5 de enero de 1942. 46 años.

Tina luchadora de los derechos de la clase desposeída en un país que no era el suyo pero que acabó siendo su patria, Tina capturando con su lente una nación floreciente: cananas, mazorcas, banderas, hoces, martillos y sombreros que simbolizan la guerra y la libertad. Tina Modotti descansa bajo un hermoso epitafio escrito por Pablo Neruda: Tina, hermana, no duermes, no, no duermes... un mundo marcha al sitio donde tú ibas, hermana... Cantada por Rafael Alberti: Apenas si te vi. Pero me basta / recordarte sabiendo lo que eras: / el humano fervor de tus fotografías... / Es verdad. No estás muerta. Tu no duermes / porque lograste al fin lo que querías...

Hoy: ¿qué? y ¿quién?

9 jun 2008

Lo que se nombra adquiere fuerza, lo que no se nombra deja de existir

El hombre siente la necesidad de identificarse con un elemento designador concreto. El nombre es la denominación verbal que tiene una persona o que se le da a una cosa o a un concepto tangible o intangible, concreto o abstracto, para distinguirlo de otros. Personas o cosas. La única forma de designar lo concreto e individual como realidad objetiva es el nombre propio. Designar es lo que hacemos –de niños aún- cuando todavía no dominamos el lenguaje y señalamos con el dedo lo que queremos: 'eso' -el mundo era tan reciente que las cosas no tenían nombre y para nombrarlas había que señalarlas con el dedo, dice Gª Márquez en algún lugar de sus Cien años de soledad. Mas tarde aprendemos a designar cosas más complejas: sentimientos, deseos, acciones... pero fundamentalmente a través del aprendizaje de las palabras, antes de convertirlas en concepto. Los niños aprenden antes su nombre, que es como le designan los demás, que el concepto de yo. Por eso es frecuente que se designe a sí mismo con su nombre propio: es como él se siente designado por los otros. Reservamos el nombre propio para la designación de aquellos objetos que tienen especial relevancia en nuestro mundo, empezando por los nombres de las personas: el elemento más significativo de los nombres propios.

¿Por qué este previo? A veces me habéis preguntado por mi nombre. A mi en su día me correspondió preguntarme por él. Luna. Y más veces todavía por el que suelo utilizar para firmar: Bella Luna. De dónde sale. Y es que hay quien entiende que es bonito. Bueno. Otras creen que es cursi. En fin. Los más, que lo encuentran extraño: y no voy a ser yo la que diga que no. Pero es un error. Y no me refiero al nombre, que me gusta, sino a cuál es su origen, de dónde salió. Porque la mayoría de mis amigos y de quienes me conocen ven en mi nombre algo hermoso y romántico: Luna, como quien se llama Jara, o Venus Carolina Paula, o Ámbar, o Blimunda, o Pino, o Asia... Es decir, nombres que pone la gente que imagina que la vida es una vida proustiana. Porque en la vida corriente hay que resignarse a ser Tolstoi o a ser Proust, con la particularidad de que Proust a veces quisiera ser Tolstoi y a Tolstoi jamás se le ocurre ser Proust, decía, como con la grave lentitud de los gramófonos y de su figura, Gª Hortelano. No. No tengo nombre de satélite, no soy Selene buscando a su amado ni la luz nocturna, no. Es más, puestos en la luna me gustan más los nombres de sus mares (los llevo anotados en mi libreta negra, no los se de memoria): esta noche, los mares de la luna / -se recorta iluminando el envés de las nubes-: / de la Fecundidad, de la Crisis, de la Tranquilidad, / de la Serenidad, de las Lluvias, de las Nubes, / Océano de las tempestades... / [pienso que nombre tendrían los de su cara oculta, cuál la cara oculta / de tu nombre] . Y es que los nombres que llevamos parece que no encierran nada detrás, que son accesorios o no son importantes. Como los siglos, que podrían pasar, incesantemente, como gotas de agua sin que nadie reparara en su paso si no fuera porque nos morimos. Aunque estoy segura de que los nombres no imprimen carácter más que en los idiotas, si creo que son los demás los que lo suponen: si se llama Luna, seguro que hay una personalidad interesante detrás. Si en lugar de Luna es Berta, la cosa no va más allá. E imagina si no eres hermosa...

Pero los nombres de las personas son más importantes de lo que parecen: los dueños de los esclavos en el sur de EEUU antes de la Guerra Civil se oponían a que los esclavos tuvieran apellidos porque subrayaban sus vínculos familiares y el único vínculo legal reconocido que podía tener un esclavo era su dueño... Aún después de su emancipación los afroamericanos que habían sido criados en esclavitud dudaban en su respuesta si un blanco les preguntaba su apellido. Y leyendo a Primo Levi descubrí, él me descubrió, que lo peor no era la violencia ciega, ni el hambre atroz, ni siquiera la muerte. Lo peor era la degradación del ser humano hasta convertirlo en un número sin nombre. Seguro que nuestra lengua no tiene palabras para expresar esta ofensa, la destrucción de un hombre al extremo de olvidar su propio nombre, un número sin nombre. El número tatuado en el brazo izquierdo reemplazaba la identidad. Habiamos llegado al fondo.

En realidad, la culpa de mi nombre la tuvo mi padre. Al que no conocí porque se piró. Y que sólo dejó en mí la huella de su personalidad a través de mi nombre. Y en realidad es un diminutivo. Viene del apellido de un dramaturgo, crítico literario y de arte, y político comunista ruso: Anatoli Vasilevich Lunacharsky. Y, de Lunacharscky, Luna. Se ve que mi padre sentía admiración por el personaje, sobre el cual escribió una tesis doctoral: parece que se codeó con Lenin, que fue Comisario de Instrucción Pública, que hizo mucho por la alfabetización del gran pueblo soviético -ay, tiempos...!- y que fundó e impulsó -de ahí venía el interés de mi padre, además del estrictamente político- el movimiento artísitico proletario, Proletkult. El añadido Bella delante es cosa de mi bisabuela, una libertaria de origen italiano que combatió en la Guerra de España y que se exilió a Méjico en 1939, donde tuvo a mi abuela, y ésta a mi madre, una estirpe de mujeres libres. Lo sumó a mi nombre nada mas conocerme, ay, Lunita... no debió pensar nada en Anatoli Vasilevich. No.

Me correspondía explicarlo.

2 jun 2008

Almas gemelas y Guerra Fría

No son las palabras las que salvan de nada. Tal vez la inteligencia que las escribe. El mundo no era lo que parecía. Reconozco que no me gusta la realidad, que nunca me ha gustado. Es cierto: yo he intentado cumplir con ella en una especia de acuerdo de mínimos, en el fondo como mejor me ha parecido en la medida en que mi parecer no chocaba con nada o nadie. No siempre hay modo de esquivar las leyes. Escritas o no. Del derecho natural o del derecho positivo. Pero es lo que tienen las leyes -que además son tantas-: que su texto no me entra. Trato de retenerlo prendido de alfileres y de una vez para otra, en realidad para siempre, se me olvida. Salto de sobresalto en sobresalto, deshaciendo nudos confusos, y siempre me queda la duda de si los habré deshecho bien o mal: de si volverán a enredarse -nudos desanudados. Al final no se nada más que lo que se: lo aprendido y lo aprehendido. Todo dudas.

En fin, decía: el mundo no es lo que parecía. Igual que hay gente que habla sola, yo escucho sola. Otros solo ven. Y me parece que se aprende más hablando, alguien me lo ha hecho notar recientemente. Estoy sola en casa, vestida con un albornoz, sentada en el suelo y recostada contra el sofá. Salto de página en página en la red -mientras escucho las Variaciones Goldberg a un volumen que con certeza alarma al bienpensante vecindario- y leo noticias que parecerían hacer creer que el mundo se desmorona a mi alrededor. Al tiempo, echo de menos su mano acariciándome el pelo, o su boca tapando la mía, o su pregunta acerca de cómo he pasado el día. Pienso en mi ex (ex -1) y a la vez que la recuerdo me viene a la cabeza mi anterior ex (ex -2). Pienso, entonces, que la vespa terminará por echarse a perder, atada en la calle como un perrillo abandonado. De frío e inanición. Y al llegar a este punto es cuando pienso que el mundo no es lo que parecía. No me ayuda tampoco la lectura Malamud, 'el reparador': eso si que es todo un mundo viniéndose abajo. Aguanta el chaparrón. Y el final no me queda claro. Sólo insomnio. La mayoría de la gente suele creer que es malo saber y sentir por dentro demasiado...

No puedo dejar de pensar que ella era mi alma gemela, y que fui yo quien perdió el anillo: ella había nacido en primavera y yo -tal vez- demasiado tarde. El destino... ¡Cómo echo de menos la Guerra Fría!