Cuando llegué a París por primera vez, diciembre de 2006, los pasos me condujeron una noche cerca de Place de la République y, desde allí, descubrí un lugar hasta entonces desconocido para mí: el Canal de Saint-Martin. Hermosos puentes con barandillas de hierro, esclusas, calzadas adoquinadas y edificios con las fachadas pintadas de colores vivos: rosa, verde, amarillo. Quai de Valmy, Jemmapes ó el Cafe Marine. Lo recuerdo con clara nitidez. Como aparecer en un lugar inesperado, otro mundo, otro lugar.
Igualmente recuerdo que a orillas del canal un centenar de tiendas de campaña de jóvenes acampaban en una protesta: les enfants du quichotte, se hacían llamar, y lo que hacían era protestar por el desprecio al derecho a la vivienda, por la inaccesibilidad a la misma, por tratar de romper los prejuicios sobre los sin techo, los clochards aquí en Francia. Estuvieron meses allí, un invierno en el que la ventisca levantaba remolinos de copos de nieve en las terrazas de los Jardins des Tuileries o la Place du Carrousel y el agua del Sena se agitaba inquietantemente oscura entre los inmensos muros de sus quais.
Este invierno, frío o más que aquel, me recuerda aquella protesta a orillas del canal. Ayer noche paseaba los soportales de la Place des Vosgues, donde barbudos clochards duermen ateridos entre cartones, orinan o beben vino barato junto al portal de la casa donde vivió Victor Hugo, Daudet o Richelieu y a escasos metros de las setas de gas que calientan las terrazas donde cenan las clases medias y los turistas -japoneses la mayoría- aún a salvo de la crisis. De regreso por Rue Rivoli, a la altura de Place Baudoyer -espaldas del Hôtel de Ville-, el SAMU desplegaba efectivos para socorrer a un mendigo aparentemente muerto: envuelto en la ironía dorada de una manta térmica ya innecesaria, una ráfaga del helador y fuerte viento que barre los boulevards estas noches descubrió su rostro y pude ver, como en un flash, el color de la cera en la piel, las babas heladas en las comisuras de sus labios y unos ojos acuosos y claros muy abiertos... A su lado un leve susurro y un acordeón Weltmeister blanco y rojo. Pasajeros de la noche.
Camille me agarró mucho más fuerte el antebrazo del que ya caminaba asida y me miró con lágrimas en los ojos. La oí decir: Este mundo es una mierda. Mientras este pobre clochard muere congelado entre mierda, la discusión es si es ético o no que los directivos sigan cobrando bonus en los bancos intervenidos por el Estado o si sus sueldos multimillonarios deben limitarse a un máximo de medio millón de dólares al año o... ¡joder!
Imagina, respondí, qué pensariamos si pudiéramos asomar nuestras narices en Zimbabue, Etiopía, Haití, Nigeria o Sierra leona. Nos faltarían no lágrimas, sino el aliento para hablar. Mataríamos ejecutivos a las puertas de las multinacionales. Pero no vale confundirse... Esto debe ser un viaje de la confusión a la claridad, de la oscuridad a la luz, como la Candy del tercer album de la Velvet, Camila, pienso.
Seguimos caminando en dirección a Concordia, dejando atrás la maraña de luces azules, rojas y amarillas, el cajón hueco de la ambulancia, el tráfico de agentes con chalecos amarillo fluorescente y a otros mendigos envueltos en harapos y bolsas, como un ejército sólo de tropa y sin galones, que se acercaban y miraban a su compatriota de la nada. Apenas nos dijimos más hasta Champs Elysées. La urgencia de decir se apacigua con el latido del futuro. Y se hace silencio. Creo que lloramos las dos, o sería el viento frío o la rabia, porque yo noté rodar lágrimas por las mejillas.
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33 comentarios:
Bueno, querida flâneuse, seguiré en París los pasos que das en tus textos. Gracias por haberte paseado también por los míos.
M.
Se ha puesto usted muy sentimental, querida.
Digamos que al límite.
Felicitaciones de nuevo.
Y adelante con la mirada oblícua.
Un saludo,
MT
Llega un momento en que nos acostumbramos a ver ciertas cosas y las lágrimas dejan de serlo. Debe de ser cuestión de propia supervivencia.
Qué bien dibujas el escenario, para luego situar los personajes.
Vi la misma situación hace dos años en la plaza de Ópera. Estaba esperando a alguien una noche probablemente de también febrero. Tenían la zona acordonada y la sirena de una ambulancia encendida vanamente.
Yo iba a esperar de todas formas y estuve mirando qué hacían tres hombres con chalecos luminosos, alrededor del tapujo que habían preparado. Ya digo, seguí esperando a no me acuerdo quién. Independientemente, la muerte que antes había sido una mujer sentada -oí: pobre señora-, se quedó allí sola cualquier martes, (aunque todo lo demás -ese nada- debieron de llevárselo.)
La verdad es que no he sabido qué comentarte, pero tampoco sé no comentarte.
Un abrazo.
Me encanta pasear por París de la mano de tus historias. Algo parecido podría contarte de mi deambular por San Petersburgo, de las ancianas vendiendo bombillas en la calle para pagarse una cerveza o de los militares jubilados cargados de medallas engogidos y refugiados en un portal, o de los finlandeses durmiendo la mona en cualquier banco... Ayer hablé con mi hermana, que lleva unas semanas viviendo en Bolivia, en las zonas mineras. Oír las historias que me explica, de terrible explotación y miseria, para después escuchar que hay un crédito concedido de 70 millones para que no sé qué equipo compre a no sé qué jugador de fútbol me levantó las tripas.
Saludos!
Tu post me ha recordado una vieja foto de los años 40 de Weegee, Arthur Felling. Te la enlazo, por si te interesa
http://www.britannica.com/EBchecked/topic-art/1257573/92525/The-Critic-photograph-by-Weegee-1943
Apareció en su libro de 1945 LA ciudad desnuda y refleja a dos damas de la alta sociedad neoyorkina saliendo de la Metropolitan Opera y pasando junto a una mendigo como si no existiera.
Saludos!
Gracias por tus lindos comentarios. Quisiera conocer parías algún día, quedé fascinada con esa ciudad desde que lei "Rayuela".
Besos
María: mis huellas están hechas para tus pasos. Pero si quieres un rincón hermoso, un atajo o llegar al lugar donde las calles no tienen nombre, ponme un mail
MT: es la primera vez que le veo los ojos abiertos a la muerte que, se, está siempre a la vuelta de la esquina.
Pongo en cuestión lo que veo, pero lo que siento no se aún...
Camille me sigue sorprendiendo, y dejándose querer.
Tesa: las lágrimas pesan tanto que cuando algo te abre mucho los ojos se deslizan solas, saladas y con sed de venganza...
En el camino del amor con Camille -imagino que es su nombre oblicuo, pero os imagino bien del brazo por las calles del París que corresponde- se te ha cruzado el peor rostro del sistema: la muerte de miseria entre obscena opulencia. Pesa como una cadena de condena atada al tobillo justo cuando ibas a despegar con alas nuevas.
No, no mires a otro lado, pero no detengas demasiado la mirada. El futuro no está tan lejos... Hay que ir hacia allá, Bella
AMC
Tu relato podría ser perfectamente en blanco y negro. Por desgracia, algunas cosas son atemporales. Gracias una vez más por compartirlo. Un saludo.
Alberto: gracias por comentar aunque fuera un comentario
Theo: NY, París, Leningrado, Plaza de la Ópera de Alberto, o los miles diarios de lugares sin nombre para nosotros... es el mundo desangrándose
Habitarás: el de hoy no es el del Cortazar parisino con banda sonora de Earl Hines, pero ven cuando quieras: no te va a defraudar
AMC: Camille es Camille, oblicuamente la llamo Camila. Y, sí, lamento que el futuro de este presente será también miseria, pero directa, no oblicua.
J: mi estado de ánimo últimamente es b/n.
Los caminos cibernéticos son inextricables para mí. Ya he conseguido editar mi perfil, así que puedes localizarme para darme esas tres o cuatro pistas sobre tu ciudad. Yo he sido incapaz de configurar mi asistente de correro para escribirte a ti un mail, por eso no te he escrito antes.
Gracias de antemano por la ayuda y por este blog tan jugoso.
Te prodigas tan poco, que en verdad parece que tienes la facultad de que se te espere. Quizás Camille no te deja tiempo, y si fuese así, me parece bien la espera. merece la pena, tanto para mi, como para ti.
Teclea otra vez...bellaluna
Play it again...? :P
Un beso, Marcela
Nada como el amor, querida.
Nada como subir la escalera.
Disfrute usted mientras pueda, mientras la realidad no le quite el sueño.
Saludos,
MT
MT: ¿desvelos?
Si tócala otra vez, a camille ya las teclas...deslizándote
Desvelos. Siempre desvelos.
¿Se piede vivir, acaso, de otra forma?
Saludos,
MT
Ayer inicié unas pocas páginas de La carretera, mon amour, que irán aderezadas con un Manganelli seco, La bestia rosa de segundo y, de postre, como viene siendo costumbre, Pascal (o Rumbo a peor de Beckett).
Leer me es, a ratos, incómodo -obviando la última lectura mencionada- como pueda serlo un desvelo o que se haga sol un domingo en esta viña.
El café de las seis de la mañana, en cambio, es balsámico y me mete ideas en la chola como que iré en busca del periódico, por el paseo -y el buen tiempo-, pero luego no lo hago.
Ojalá, algunos días, estuviera Camille también, y tú, claro. (Bueno, a Camille no le digas nada, ya improvisamos).
Un beso.
(Y, por cierto, claro que me gusta el de La carretera, mazo)
Marcela: en esta vida siempre hay que acariciar, hasta a nuestros enemigos. Me voy deslizando sobre las teclas... a ver qué sale esta vez
Alberto: Umbral para La Carretera, el viejo Umbral y su joven Rimbaud... lo ojeaba en las estanterías de mamá. Pascal, Becket camino de ningún lugar por la misma Carretera esperando a nadie. Leer es una obligación a veces dolorosa. leer es una obligación.
MT: me gustaría poder tranquilizar esos desvelos, aunque es cierto que un desvelo, cigarrillos, una ventana abierta a la noche y la ausencia de prisa en la mañana ayudan a ensanchar los pulmones del alma... ¿Podemos ayudar a aliviar lo que intuyo nostalgias, melancolías, dolor?
es bello quedarse en silencio agarradas al latido del futuro...
Trilce, siempre agarradas al latido del futuro, tomándole el pulso para ser.
Un beso tan fuerte que...
La verdad es que a veces el mundo te parece la mierda más grande, eso no hay duda. Pero otras veces te sientes tan contenta de lo que tienes, de poder disfrutar tantas cosas que te parece maravilloso el momento y el mundo entero.
Que contradictorio ¿verdad?
Un beso y precioso (aunque triste) post.
Cosas importantes y que merezcan la pena en la vida... Y me gustan las cosas inútiles, no por insignificantes -no tiene nada que ver con el tamaño: las cosas inútiles lo son, ndependientemente si grandes o pequeñas (me dice una amiga)-, al igual que las útiles, como la poesía, la luz, ver el trasluz, pensar en la nieve deshacerse, rodear con el dedo la curva de los ojos...
Al final resultará que la nostalgia es una facultad del alma, por parafrasear un clásico.
Gracias por su interés, querida.
¿Todavía fuma? Lógico.
Saludos,
MT
Nada, Bellaluna, al final no he cumplido. Atascado con las descripciones de las plantas y los olores en La carretera, a estas alturas y, el Umbral con su joven Rimbaud, nada, página sesenta y ya se volverá.
Si es que los libros... quizá los deje.
Lo de fumar, también pienso en no dejarlo. (Y el café tampoco.)
PD: ¿Toca nuevo?
Sí, Alberto, a lo peor resulta que lo pernicioso son los libros y no el tabaco o el sexo. Una ya no sabe por dónde andarse. No se los tuyos, pero a mis años ando pensando que la pesada carga de lo leido y pensado da pocas prestaciones. O no. No se nada...
Ánimo: llega al menos hasta la página 69, que es una página más interesante.
:) Qué simpática eres, Luna.
Llegaré!!
¿Bellaluna sigues en b/n?, yo creo que los libros son mucho más nocivos que cualquier adicción. Yo legué casi a morir de tanto leer, me deprimía, meuforizaba,me enamoraba, y me dejaba ir...
Vas a hacer que te extrañemos mucho...Vuelve, extraño París y tus recorridoa, y ahora ya no se puede ir en low-cost después de ir en grand class contigo.
no sé.. es triste, pero cómo mecanismo de autodefensa terminas por "no ver" ó más bien, "no mirar"...
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