Sábado 15 de junio, 20:00h. Llego tarde a una cita. Transito Rue Descartes como una flecha, cruzo Rue Thouin y recorro Rue Moffetard hacia Place de la Contrescarpe. Al pisar la mancha blanca del paso de peatones justo antes de entrar a la plaza la Vespa hace un raro y, aún así, rehago la trayectoria con un poco de susto. Y arriesgo: doy gas. Hace días que no para de lloviznar en París. Cruzo deprisa la plaza y justo al enfilar la pendiente de Mouffetard trepidando sobre el adoquinado, un leve toque de freno y las ruedas resbalan sobre el tan temido pavés. Los adoquines brillantes y redondeados como caparazones, que hacen vibrar el cuerpo de los ciclistas y las tetas de vespistas como yo, son como aceite. La motocicleta sale en una dirección y yo en otra. Arrastro mis largos y hermosos huesos por tierra y termino tirada en el suelo como un desecho. Por un instante me muevo entre la fugacidad y el dolor. Definitivamente queda el dolor: fisura de la cabeza del radio, un antaño hermoso gluteo ahora de un color morado que vira a un feo tono pardo-verdoso, escoriaciones en el muslo, esguince de tobillo, el culo de la Vespa como un ecce homo, hospital y manta. (Y hasta los ojitos los tiene moraos de tanto sufrir...). Llevo cuatro días en la buhardilla, en la cama, tengo una escayola hasta la rodilla, otra en el brazo hasta el codo, estoy bañada en yodo, varios parches de esparadrapo, dopaje de calmantes y antiinflamatorios. Aburrimiento. La he llamado, llorosa, y enviado autorretratos mms por ver de conmoverla, reclamar cuidados y decirle lo de su Vespa. (Me duelen los ojos de mirar sin verte, ay!). Sin noticias.
Coincide el desastre con uno de los habituales envíos de libros que me hace mi madre. Y por eso estos días, postrada, leo y veo a Tina Modotti. Ella si fue una mujer a contrapié, una heroína de su tiempo. Alterno el magnífico cómic de Ángel de la Calle: Modotti, una mujer del siglo XX, editado por Sins Entido, con su biografía escrita por el italiano Pino Cacucci: Tina, editada por Feltrinelli, y aquella otra que, novelada, escribió la mejicana Helena Poniatovska: Tinissima. Me ha hecho llegar estos tres libros. Y de paso sigo su pista en las fotografías de Frida Kahlo, las palabras de Pablo Neruda y los murales de Diego Ribera.
Tina Modotti es arte y revolución. Tina era una mujer hermosa y comprometida. Hermosamente comprometida. Tina era fotógrafa, y supo reflejar con objetiva claridad su idea de la lucha en fotografía. Una mujer bella y fotógrafa. Fotografías en nítidas gamas de crises y la textura sólida de los elementos que configuraban sus convicciones. En Tina el arte se convierte en un acto moral que refleja el escenario sociopolítico: el fervor intelectual, el antagonismo capitalista, el hervor comunista y la apertura sobre la mesa de las ideas de muchos. Tina concretó su idealismo reflejando en imágenes el corazón de la pobreza social del México silenciado.
Asunta Aledaide Luigia Modotti Mondini, Tina, criada en la pobreza subproletaria del Friul italiano bajo la tutela de un padre mecánico y sindicalista que emigró a América, era una mujer sensible y luchadora. Empapada férreamente del comunismo, su convicción marxista y su sentido de la justicia de clase son abrumadores. Se convirtió pronto en un icono sin propiedad.
Tina Modotti, su cuerpo desnudo en el misticismo recreado en su azotea de la calle Abraham González de ciudad de México, se convierte en mito de la mano de Edward Weston, su maestro, su amante. Llegó al país en 1922, cuando era refugio perfecto de escritores y artistas. Allí conoce a la bohemia del arranque del XX: modelo de Diego Ribera, amiga de Alfaro Siqueiros y Arqueles Vela en el 'Café de Nadie', sede de los estridentistas, Blanca Luz Brun, Frida, Dos Passos... allí comienza a reflejar su propia visión del mundo a través de su cámara. Allí se hizo miembro del Partido Comunista Mexicano en 1927. Apoyó la lucha de Sandino. Ayudó a fundar el primer Comité Antifascista Italiano. Allí conoció a Julio Antonio Mella, comunista cubano asesinado en su presencia siendo amantes, mientras denunciaban la ejecución de Sacco y Vanzetti y se ganaba la prohibición de pisar suelo de EEUU. Expulsada de México, llegó a la URSS en 1930 donde se reencontró con el dirigente soviético Vittorio Vidali y se convierte en agente soviética. Tina amiga de Maiakovski, de Eisensteis, Kollontai... En 1934 parte hacia España a apoyar a través del Socorro Rojo a los luchadores de la Revolución de Octubre. Después, durante la Guerra de España, se alista en el quinto regimiento y combate en la Brigadas Internacionales con el nombre de María hasta el fin de la Guerra. Amiga de Machado, de Neruda, de Alberti... regresaría asilada a México, donde continuó su actividad política en la Alianza Antifascista Giuseppe Garibaldi. En 1940 el presidente Lázaro Cárdenas anula su expulsión. Y muere de un ataque cardiaco el 5 de enero de 1942. 46 años.
Tina luchadora de los derechos de la clase desposeída en un país que no era el suyo pero que acabó siendo su patria, Tina capturando con su lente una nación floreciente: cananas, mazorcas, banderas, hoces, martillos y sombreros que simbolizan la guerra y la libertad. Tina Modotti descansa bajo un hermoso epitafio escrito por Pablo Neruda: Tina, hermana, no duermes, no, no duermes... un mundo marcha al sitio donde tú ibas, hermana... Cantada por Rafael Alberti: Apenas si te vi. Pero me basta / recordarte sabiendo lo que eras: / el humano fervor de tus fotografías... / Es verdad. No estás muerta. Tu no duermes / porque lograste al fin lo que querías...
Hoy: ¿qué? y ¿quién?
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3 comentarios:
Un epitafio que empieza con un signo de interrogación a mí me invita a eliminarlo -el signo y puede que el epitafio-. Lo que cuentas se me hace como los tebeos de Jason "No me dejes nunca" o el maravilloso "Chhht!". Ejercicios de esperanza sobre los que añadir suerte -buena- (¿?).
Los epitafios, haría con ellos -todos- damnatio memoriae. Son narcisismo, ego, culto a la muerte y dolor para nada. Martillo y manta por las lápidas del mundo.
Y, bueno, la Modotti: gran fotógrafa, follatriz de rojos, mujer activa, viva. Te recomiendo mucho -mucho- el comic. ¿Lees comics?
Gracias por la suerte.
Claro. Son estupendos los comics. Si fuese a una playa me llevaría ocho. Del que has hablado no le conocía.
Anoto.
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