2 jun 2008

Almas gemelas y Guerra Fría

No son las palabras las que salvan de nada. Tal vez la inteligencia que las escribe. El mundo no era lo que parecía. Reconozco que no me gusta la realidad, que nunca me ha gustado. Es cierto: yo he intentado cumplir con ella en una especia de acuerdo de mínimos, en el fondo como mejor me ha parecido en la medida en que mi parecer no chocaba con nada o nadie. No siempre hay modo de esquivar las leyes. Escritas o no. Del derecho natural o del derecho positivo. Pero es lo que tienen las leyes -que además son tantas-: que su texto no me entra. Trato de retenerlo prendido de alfileres y de una vez para otra, en realidad para siempre, se me olvida. Salto de sobresalto en sobresalto, deshaciendo nudos confusos, y siempre me queda la duda de si los habré deshecho bien o mal: de si volverán a enredarse -nudos desanudados. Al final no se nada más que lo que se: lo aprendido y lo aprehendido. Todo dudas.

En fin, decía: el mundo no es lo que parecía. Igual que hay gente que habla sola, yo escucho sola. Otros solo ven. Y me parece que se aprende más hablando, alguien me lo ha hecho notar recientemente. Estoy sola en casa, vestida con un albornoz, sentada en el suelo y recostada contra el sofá. Salto de página en página en la red -mientras escucho las Variaciones Goldberg a un volumen que con certeza alarma al bienpensante vecindario- y leo noticias que parecerían hacer creer que el mundo se desmorona a mi alrededor. Al tiempo, echo de menos su mano acariciándome el pelo, o su boca tapando la mía, o su pregunta acerca de cómo he pasado el día. Pienso en mi ex (ex -1) y a la vez que la recuerdo me viene a la cabeza mi anterior ex (ex -2). Pienso, entonces, que la vespa terminará por echarse a perder, atada en la calle como un perrillo abandonado. De frío e inanición. Y al llegar a este punto es cuando pienso que el mundo no es lo que parecía. No me ayuda tampoco la lectura Malamud, 'el reparador': eso si que es todo un mundo viniéndose abajo. Aguanta el chaparrón. Y el final no me queda claro. Sólo insomnio. La mayoría de la gente suele creer que es malo saber y sentir por dentro demasiado...

No puedo dejar de pensar que ella era mi alma gemela, y que fui yo quien perdió el anillo: ella había nacido en primavera y yo -tal vez- demasiado tarde. El destino... ¡Cómo echo de menos la Guerra Fría!

3 comentarios:

Más claro, agua dijo...

Piensa que después de la tormenta suele venir la ca(l)ma... y ¡ánimo!, no todos los inviernos duran tres meses ;-)

Anónimo dijo...

Ni el destino cura de pasar el día ni la superstición cura al destino.
Las Goldberg definen bien el día tras día.
Y, a bien gracias, se lee solo.

Es animoso aquello de que lo demás es silencio y que valga añadir, como bastante, Variaciones Goldberg.

Abrazo.

Luna Roi dijo...

Por falta de un pájaro se perdió el cielo; por falta de un clavo se perdió un zapato; por falta de una vida se perdió otra; por falta de un juguete se perdió un niño... el mundo siempre anda jodido por las ausencias