27 may 2008

Leningrado o La Manga

Tengo en la cabeza viajar a Rusia. A San Petersburgo en concreto. Hay veces que me pregunto por qué no me sale de dentro esa idea vacacional -veraneo, en realidad- tan de la España indisoluble: improvisación, moscas, paella, sangría, verbena y pantorrillas en remojo en el alicatado Mediterráneo. Y siendo una tía razonablemente segura de mí, de partida me invaden dudas menores -como al detall, que dicen. Dudas de, realmente, a dónde quiero viajar cuando digo que quiero viajar a San Petersburgo. Descarto, por su connotación reaccionaria y decadente, la vieja San Petersburgo. Dudo sentimentalmente con Petrogrado. Y, definitiva y pragmáticamente, me quedo con la heroica Leningrado (digo: Ленинград). No es lo mismo pasear los corredores del Palacio de Invierno que poner los pies sobre la cubierta del Aurora, ¿verdad? Y elijo Leningrado porque deber ser peligroso viajar hoy a Moscú: el KGB de Putin me inquieta. Más allá de eso quedaría Stalingrado, o sea, Volgogrado hoy, o sea, no. Descarto nostalgias míticas de la Gran Guerra Patriótica. Si para lugares míticos estuviéramos, volvería a Sierra Maestra. Mejor clima.

También dudo acerca de la fecha en la cual hacerlo. El verano, huyendo del lamento de las tierras secas, el espacio temporal propio de la horda amorfa de seres/maleta porteados por la internacional del pullmantour; el invierno, para asaltar de nuevo los palacios del idem, deslizar los pies sobre la nieve de los puentes sobre el Neva helado, otear el paisaje de la perspectiva Nevsky (Gran Vía de Perspectiva, Campos Elíseos rusos, territorio vital que pisaron librepensadores: Dovstoievsky, Gogol...) con un viento a 30º bajo cero barriendo la plaza desierta y los campanarios: ráfagas heladas de metralla deshaciendo cúmulos de nieve. Y los fuegos de la guardia roja encendidos, que decía Battiato, para echar al lobo. La estación de Finlandia. Junto a ella el monumento a Vladimir Lenin. Zhukov. Sinfonía Leningrado. Cementerio Piskarevskoye.

Consulto internet en busca de información sobre la ciudad, y leo: "Lo más importante: paseando, esconda bien su cartera, tarjetas, dinero, cámaras y otros objetos de valor en los bolsillos interiores de su ropa (no en los bolsillos de atrás ni en las mochilas fáciles de abrir), no utilice el transporte público cuando esté muy lleno", "Evite los grupos de mujeres y niños-gitanos. Si los ve, evite pasar o estar cerca de ellos, aunque tenga que cruzar la calle. ¡En el metro, no entre en el mismo vagón con ellos!", "Mejor no pasear por la noche solo o sin amigos rusos, sobre todo si Ud. ha bebido un poco, y además, lleva dinero u objetos de valor", "la gente rusa sonríe solamente cuando ve o saluda a una persona conocida, o está coqueteando, o realmente le divierte algo o está muy alegre..." En esta época de locos nos faltaban los idiotas del miedo. A pesar de todo, parece atractivo el sitio: el metro es el más profundo del mundo, los puentes levadizos se iluminan y levantan de noche, las noches blancas, el teatro Kirov, L'Hermitage, vodka y blinis, los rusos... espero que no sean todos como Putin y su señora, Putina (para transformar un apellido masculino ruso -que acabe con "-ov", "-ev", "-in"- en un apellido femenino, se añade la letra "a" final). En fin. También pienso en Adriana, en NY, y en su invitación para ir. Todas las mujeres tenemos nuestro corazoncito para las mujeres. Ella se que lo tiene para mí. Pero de momento tengo una reserva a mi nombre en el Kempinski Moika.

Esta mañana el cielo es de plomo y llueven martillos. Todos los mensajeros traen malas noticias: de ejercitos en marcha, de que el tiempo es corto, de hambrunas, terremotos, tornados, accidentes y de que están construyendo muros. ¿Alguna vez has tenido un sueño que no has sabido explicar? ¿Alguna vez te has encontrado cara a cara con tus acusadores bajo la lluvia? Ella tenía unos cromados ojos oscuros que no olvidaré mientras no esté. Entre tanto, mientras paseo los caminos de la vida, voy observando como van desapareciendo oficios: cobradores de autobús, oteadores de horizontes, ascensoristas, fareros, revisores, bedeles, ferroviarios, putas viejas, correctores de pruebas o editores de salón... Y van creciendo otros: chulos, vigilantes, oteadores del lado oscuro, mafias sin códigos éticos, fabricantes de armas, videovigilantes, moralistas...

5 comentarios:

Más claro, agua dijo...

Y Marina D'or, como que no, ¿no? ;-)

Luna Roi dijo...

Depende con quién, podría sí, podría no... Pero con la misma persona, mejor el Kempinsky de Leningrado. ¿Y si me cruzo con un Zaplana?

Anónimo dijo...

Leningrado, en invierno y sin salir del hotel. La suite como una sauna y en cueros, un ruso apuntando al blanco, vodka helada y a disfrutar de la confusión de los sentidos y de los aceros soviéticos!

Anónimo dijo...

Bellaluna, yo soy muy cagueta y ahora me va a dar no sé qué ir a Rusia.
Voy a preguntar en Zaragoza a ver si hay sitio en un monasterio.

Escribes de pm.

Luna Roi dijo...

Gracias Alberto m por decir que escribo pm: ten cuidado con Aragón, y sobre todo con los monasterios, y más con quienes los habitan: empresarios capitalistas de la fe con un negocio de 2 milenios de antigüedad.